La tarde se había convertido en noche sin que me diera cuenta. Estaba sentado en el borde de mi cama, con una consola portátil en las manos, intentando distraerme con un videojuego. La habitación estaba en penumbra, iluminada únicamente por el resplandor azul del televisor que emitía una lista de reproducción aleatoria en YouTube. De fondo sonaba una canción melancólica, de esas que parecen sincronizarse con tus pensamientos sin pedir permiso.
Mis dedos se movían sobre los botones del control, pero mi mente estaba en otra parte, divagando entre los recuerdos del cine con Ger y las conversaciones con Daysi. Fue entonces cuando mi teléfono, olvidado al lado de una taza de café enfriándose, vibró contra la mesa de noche. Solté el control y me incliné para ver quién escribía.
Era Daysi.
Hola, Gabriel. Espero que estés bien. Quería invitarte al evento del colegio el próximo mes. Ger estará participando, y creo que sería lindo que estuvieras ahí para apoyarla. ¿Qué opinas?
Leí el mensaje un par de veces, como si al hacerlo pudiera captar algo más que las palabras en la pantalla. Daysi siempre tenía un tono tan amable, tan directo. Pero no pude evitar sentir cómo una especie de peso se instalaba en mi pecho. El evento sonaba importante, y por supuesto, quería estar allí para Ger. Sin embargo, la sombra de una pregunta incómoda me acechaba: ¿Y si no soy suficiente? ¿Si esto no funciona y acabo decepcionándolos a los dos?
La canción de fondo cambió a una aún más nostálgica, como si se burlara de mi estado de ánimo. Me tomó varios minutos redactar una respuesta. Las palabras no parecían encajar con lo que realmente sentía. Finalmente, opté por lo más simple, algo que no sonara inseguro.
Hola, Daysi. Gracias por invitarme. Claro que sí, estaré ahí.
Presioné "enviar" y dejé el teléfono de nuevo en la mesa. Me recliné hacia atrás, mirando el techo mientras la canción seguía tocando. El juego había quedado en pausa, olvidado como mis intentos de desconectar. Había aceptado, y con eso venía un nuevo nivel de compromiso que no sabía si estaba preparado para afrontar. Cerré los ojos, intentando calmar el remolino de emociones que me invadía. Ger merece que esté allí para ella, pensé. Pero la pregunta seguía ahí, susurrándome al oído ¿Estoy realmente haciendo lo correcto?
Mi teléfono vibró de nuevo. No había pasado ni un minuto desde que envié mi respuesta, y ya tenía un nuevo mensaje de Daysi.
Gracias, Gabriel. El evento será el 26 de septiembre en el colegio. Ger ha estado practicando mucho, estoy segura de que será especial para ella. Espero que puedas acompañarnos.
Tomé un respiro y abrí el calendario en mi teléfono. Pasé los dedos por los días de septiembre hasta encontrar el 26. Para mi alivio, coincidía con uno de mis días libres. Sentí cómo se aligeraba un poco el nudo en mi estómago, aunque la responsabilidad seguía presente.
Volví a la conversación y escribí mi respuesta.
Perfecto, Daysi. Revisé mi horario y es uno de mis días libres, así que estaré ahí. Avísame si necesitas que lleve algo o si hay algún detalle que deba saber.
En menos de un minuto, llegó otra notificación de Daysi. Su mensaje, aunque breve, venía cargado de un tono cálido, casi conspiratorio.
¡Genial! Sólo un detalle: no le digas nada a Ger. Quiero que sea una sorpresa.
Sonreí ante su mensaje. Daysi tenía ese toque especial para organizar todo de forma discreta. No será fácil mantener el secreto, pensé, pero de alguna forma, el desafío hacía que la idea del evento fuera aún más emocionante.
Entendido, no diré nada.
Escribí, terminando con un emoji de guiño. Mientras enviaba el mensaje, por un momento, mis dudas quedaron en segundo plano. Había algo en la complicidad de la sorpresa que me hacía sentir un poco más conectado con ellos.
Mientras el silencio de la noche se apoderaba de la habitación, me encontré perdido en mis pensamientos. Daysi me había incluido en sus planes, confiándome algo que no era cualquier cosa: un evento especial para Ger, una sorpresa que seguramente significaba mucho para ambos. No podía evitar sentir que esa era su forma de aceptarme, de mostrarme que me veía como alguien importante en sus vidas. Pero, al mismo tiempo, eso me asustaba.
El apego que estaba formando con Ger crecía cada día, y aunque en el fondo deseaba que todo fluyera, no podía ignorar el miedo que me acechaba. ¿Qué pasa si no es lo que ella espera? pensé. ¿Y si la lastimo sin querer? Esa idea me encogía el corazón, porque lo último que quería era convertirme en una decepción para ella o para Daysi.
Me levanté de la cama y caminé hasta la ventana. Las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, como si buscaran distraerme de mis preocupaciones. Pero no había escapatoria a esa sensación de incertidumbre. Por más que me lo repitiera, que intentara convencerme de que estar allí para Ger era lo único que importaba, las dudas seguían pesando.
Me apoyé contra el marco de la ventana y suspiré. Quizás el miedo no es algo que pueda evitar, pensé. Quizás es parte de lo que significa querer a alguien de verdad.
Aunque las dudas seguían presentes, me aferré al pensamiento de que lo estaba haciendo por el bien de alguien que realmente importaba. Después de todo, si había algo que aprender en esta montaña rusa de emociones, era que el miedo y el compromiso parecían caminar de la mano.