Capítulo 2.
☁️.
Terminé por sacar mi franela negra, dejando mi torso a la vista de cualquier persona en la playa. Alcancé a mi hermano cuando estaba a instantes de ingresar al mar.
Admiré la hermosa vista que tenía ante mi. Un extenso mar azul con espuma blanca, la arena por debajo de mis pies, la fresca brisa que hacía y una magnífica luna iluminando nuestra travesura.
Nada como escapar a mitad de la noche a la playa para surfear.
Hernán, Nicholas, Samantha, Evan y yo yendo a surfear a la playa a media noche a la espera del catorce de febrero el día que exactamente cumplo 24 años de edad y decidí celebrarlo de este modo con mis amigos y hermanos alejados de la ostentosa fiesta que hará mi madre. Mi padre continúa con su yeso pero le pidió a mi padre que no deje pasar desapercibido mi cumpleaños.
Hace menos de una semana que no veo a Olivia y es genial así, que estemos como desde un inicio alejados y cada quien con su grupo de amigos. Kim se quedó con mi madre organizando la fiesta mientras que nosotros salimos, ella insistió en venir pero me negué, regresaremos muy tarde a casa y ella no puede pasar su horario.
Yo me quedé en orilla viendo como el resto nadaban y seguían surfeando, luego de un rato en el agua me encuentro cansado.
—Feliz cumpleaños.
Ella aparece al igual que un fantasma poniendo de cabezas mi tranquilidad.
—Comenzaré a creer que me espías.
Olivia traía un traje de baño en color agua azulada y en la parte de abajo una falta larga en colores coral. Su cabello estaba suelto al aire y no traía una sola gota de maquillaje. Me gustó más así. Normalmente al encontrarla en la facultad anda con mucho maquillaje lo que me impide notar sus pecas.
—Sam me invitó.
—La ojos azules me odia, por eso te invita.
—Y tu a mi no me toleras. —. Ella habla y yo me giro para verla, quedando nuestros rostros cerca.
Ella ante mi silencio me entrega en mis manos un cofrecito pequeño de gamuza azul. Yo sin esperar mucho lo abro encontrando en el interior una especie de pulsera en color azul marino, de inmediato la miré sin comprender.
—No me gusta recibir regalos.
—Conmigo te jodes, te daré siempre.
Vaya, terminé riendo con ella y no de ella.
—Que considerada.
—Dame te ayudo. —. Ella no esperó que yo le diera permiso cuando tomó la pulsera y la puso en mi muñeca derecha y el azul contrasta bien con lo pálido de mi piel.— Te queda bien.
—Todo me queda bien.
—Ah, que modesto. —. Ella entornó sus ojos y nos ignoramos mutuamente para ver a dónde el resto se encuentra.
—¿Tu edad es…? —. Le pregunté ante aquella duda.
—Tengo dos años menos que tú.
Yo asiento sin ánimos de agregar más a la conversación y el silencio entre los dos no era para nada incómodo, era agradable.
—La rubia es tu novia.
—¿Kim? Eh no, es la protegida de mis papás y nosotros solo somos amigos.
No es la primera vez que confunden nuestra relación y aunque al inicio si hubo algo no creció y avanzó, quedamos como buenos amigos aunque ella a veces me busca.
—Yo… nunca me acerqué porque creí que tenías novia.
—Ahora sabes que no.
Olivia asiente sonriente y me ve, nuevamente el verde olivo de sus ojos se encuentro con el color avellana de los míos.
—Siempre estuviste disponible y nunca tomé la oportunidad.
—Tampoco nos hablábamos.
Esta ha sido la primera interacción entre los dos y eso que tenemos varios amigos en común que pudieron fácilmente presentarnos hace años. Sucede que al acabar la primaria ella se fue y cuando la volví a ver fue en la universidad y ella había cambiado, ya no era la misma chica que antes. Ahora sí grupo no solo era de Sam sino con otras dos que eran un dolor de bolas.
Ella ríe sola y yo la miro raro.— Tu siempre me has gustado.
Inflé mis mejillas y ya me lo esperaba, no ahora, pero lo esperaba.
—El de ser amigos me late.
—Podríamos divertirnos, somos jóvenes después de todo.
Ella estaba demente y de eso no cabe duda.
—Saldrás herida.
—Luego de ti, después de todo. —. ¿Yo sufrir por ella? Lo dudo, no sufro por nadie y nadie sufre por mi.
—Ponme a prueba.
No tardamos mucho surfeando cuando a eso de las una de la madrugada salimos en nuestro auto con música un poco elevada y disfrutando de nuestra juventud. Yo conducía mientras que ella estaba en el puesto de copiloto, Evan junto con Samantha y Hernán estaban en el asiento trasero con el compartimiento del techo de mi auto descapotado. Nick nos seguía el ritmo en el auto de al lado y nos comunicamos por medio de llamadas.
—¿A dónde es el teteo?
Él le llama a la vagabundancia ‘teteo’ y es una manera divertida de comunicarnos entre nosotros.
—Vamos a la ciudad, total. ¿Quién nos va a detener?
—¿Las autoridades? Hay que bajar la velocidad. —. Dije, viéndome como el más racional de todos.
Entonces ella me tomó de la mano e hizo que mi atención se dirigiera a ella.
—Suelta el carril, Coleman. Nos vamos a morir en cualquier momento.
Y aunque al principio me encontraba en completa negación terminé aceptando lo que Evan propone y lo que Olivia apoyó. Fue inevitable que al entrar a la ciudad a tal velocidad varias patrullas nocturnas lo notaran, era una suerte que tanto Nick como yo habíamos puesto un protector oscuro a la matrícula de nuestros autos.
—¡Es una locura! —. Grita, Nick, extasiado de la felicidad.
—Hay que marearlos y hacer que se cansen. —. Nos propone, Hernán.
—¡Está de puta madre, Carson! Que buena idea. —. Nick acelera en su convertible mientras que yo subí la velocidad en mi Range Rover.
—¿Nunca habías roto las reglas? —. Me pregunta ella tras varios segundos en silencio.
—¿La verdad? Jamás, es la primera vez y vaya que no me arrepiento.
Me estaba divirtiendo por primera vez en años y lo debo a ellos por introducirme en esta vagancia que de seguro mis padres me reprenderán luego. Lo cierto es que tras varios minutos más dándoles vueltas por toda la ciudad terminamos saliendo a otra parte, tras varios minutos conduciendo llegamos a Malibú y dónde perdimos de vista a las patrullas. Al estar seguros entramos a una gasolinera para recargar nuestros autos y comprar botanas y más cosas.
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Editado: 14.08.2025