Capítulo 13.
En el presente.
—Hace bastante tiempo que no venimos acá.
Kim me acompaña a pasar lo que sea que me sucedió.
Quizás había esperado otra respuesta por parte de Olivia, mantuve la esperanza de que ella me dijera que nada estaba pasando realmente y que solo es producto de mi imaginación y mis celos.
Luego de prácticamente llorar en sus brazos nos dirigimos a la colina cercana a la casa de mis padres y dónde podemos estar a solas y hablar de mi delicada situación.
—¿Qué harás con los niños?
No entiendo como una mujer puede engañarte tan vilmente y meterte hijos de otro hombre fingiendo que son tuyos.
Lo más doloroso de todo esto es que yo había criado a Blake, Naim y Naill con todo el amor que pude llegar a sentir por los tres, los eduqué como mi padre y madre me educaron y les expliqué lo importante que es su lazo como hermanos. Y Blake más que nadie lo comprende por ser el menor, sabe que su deber es cuidar de los gemelos.
—Yo… no sé. Me encuentro en medio de un limbo. —. Vuelvo a mirarla y se que siente mi desesperación.— No encuentro la brújula que me indique el camino correcto hacia la cordura.
Kim se aproxima a mi y me abraza por los hombros.
—Quiero que sepas que cuentas conmigo las veces que sean necesarias.
Lo agradecía, más ahora que parece que tengo a todo el mundo en mi contra.
—¿Tu crees que ella alguna vez me amó?
Mi pregunta la toma por sorpresa y tras pensarlo bien me da su opinión.
—De amarte no habría hecho todo esto.
Me engañó con quién sabe quién desde que éramos novios,
Tuvo a nuestro primer hijo con otro hombre,
Tuvo a nuestros gemelos con otro hombre,
Gastó todo el dinero que yo le daba en su amante y en pagarle una habitación de hotel cada miércoles.
Eso no es amor y es asqueroso que lo haya aceptado solo por no perderla.
Reí irónico, vaya que caí como un mismo pendejo en su trampa.
—Jugó bien, no le puedo negar eso. Me hizo creer que me amaba y que dio hijos. Le ganó a un jugador.
Lo jodido, Olivia había jugado bien sus cartas ya que mientras yo la mantenía ella se veía con otro olvidándome a mi y haciéndome a un lado aún siendo su esposo.
—Te acompañaré a tu casa por los niños.
Ella cumple con su palabra y cuando me toca regresar lo hacemos los dos juntos y caminando.
Había dos autos extraños aparcados delante de mi casa lo cual hizo saltar las alarmas en mi cabeza. Dejando a Kim atrás me encuentro entrando desesperadamente, llamándole a ella como un mismo demente.
—¡Olivia, mis hijos!
Ella emerge de una habitación oscura a la claridad dejando ver aquel rostro que ante catalogaba como angelical con una hematoma rodeando su ojo derecho, su labio inferior roto y su nariz sangrante.
—¿Qué demonios…?
Hice el ademán de acercarme pero ella se echó para atrás gimiendo de dolor.
De pronto de una habitación sale un oficial y dos policías con las esposas en sus manos.
—Harry Collins se encuentra usted detenido por agredir físicamente a la Señora Olivia Collins delante de tres menores de edad. —. Me toman con fuerza de ambos brazos.— Cualquier cosa que diga puede ser utilizada en su contra, le sugiero que encuentre un buen abogado.
—¡Harry, no! —. Kim quiso acercarse pero fue atajada por el oficial que la tomó del brazo.
—Para atrás si no quiere ir presa usted también.
Yo no podía apartar la mirada de aquella que jure me amaba, que jure serle fiel hasta el día de mi muerte.
Aquella que ahora había confabulado en mi contra, puso en contra de mi a la justicia manchando permanentemente mi expediente policial.
—Kim, llama a papá o a Evan… diles que me ayuden.
Fueron mis últimas palabras a la rubia antes de que me sacarán a las fuerzas de aquel lugar que fue mi casa durante mucho tiempo.
—Hombres como tú me dan asco. —. Farfulla un uniformado antes de meterme sin nada de gentileza a la patrulla.
Ellos sabían mientras que mi miraba estaba perdida entre aquellas dos mujeres:
Una me veía con preocupación, mientras que la otra sonreía victoriosa.
El camino fue largo y agotador mentalmente, al llegar a la estación policial me sacaron a empujones para meterme a una especie de cabina donde me hicieron entregar mis pertenencias, mis anillos de matrimonio, mi reloj, mi billetera y mi teléfono. Me hicieron pararme delante de una cámara, me hicieron sostener un cartel y sacaron dos fotos.
—¡Animal!
—¡Abusador!
—¡Hijo de perra!
Fueron varios de los insultos que me recibieron al entrar a la zona de la celdas.
Ellos abrieron una que afortunadamente estaba vacía, me soltaron las esposas y me hicieron entrar para luego cerrar con llave.
El moreno enojado se regresó a verme para decir:
—Tienes suerte que al destripador lo enviaron a otra cárcel ayer.
¿Suerte? No le llamaría a este infierno suerte.
Él se aleja al no recibir respuesta de mi parte.
Observé a mi alrededor y sentí tanta rabia e impotencia, una que me carcome por dentro.
Me eché como un niño pequeño e indefenso sobre el frío suelo de la cárcel sintiendo como de pronto las lágrimas caen sobre mi rostro a medida que voy procesando lo que ha pasado y dónde me encuentro.
¿Qué clase de mierda tiene ella en la cabeza? El involucrar a mis hijos lo hacen el doble de perjudicial para mí.
—Yo no puedo permitir que ella se quede con ellos…
Es un mal ejemplo y aparte no los quiere y nunca los quiso.
—¡Hijo! —. Escuché aquella dulce voz llamarme.
—¿Mamá? —. Esperé a que volvieran a llamar, y lo hizo.
—¡Harry, hijo!
De inmediato me paré y fui a dónde las rejas para que me escuche.
—¡Mamá, aquí estoy!
—Hijo…
Ella se acerca junto con mi papá y es la primera en acercarse a tomarme de los brazos vuelta en un mar de lágrimas.
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Editado: 26.09.2025