Salvemos al mundo. Lo escuchamos una y otra vez y no hicimos caso. Hoy ya es tarde. Estoy sentado en el medio de un desierto que hasta hace unos días era un océano vasto y profundo. Miro el horizonte y no percibo ningún atisbo de vida. Hace dos días que no como y casi veinticuatro horas que no tomo agua. El agua ha desaparecido casi por completo. Tengo pocas fuerzas pero aún así logré reincorporarme. Estoy todo sucio y demacrado. Camino unos pasos y por suerte encuentro en el piso una pequeña alga. La tomo con mi mano derecha, me pongo el alga en la boca, la mastico, la trago. Eso saciará mi hambre y la sed ya que las algas estas compuestas por un noventa y cinco por ciento de agua. Sigo caminando para ver si me encuentro con alguien más o no ha quedado nada en este mundo, casi sin agua. No tiene sol (no tenemos) Una gran nube sólida tapó el cielo entero, el sol no puede penetrarla. No sé si todo desapareció por una bomba o por un meteorito, o por algo que no sé qué puede ser. Sigo caminando, no sé si es de día o de noche. Veo cerca una pequeña choza. Entro tímidamente, es muy pequeña. No hay nadie adentro. En el medio de la choza hay una cama de madera roída, una sábana y una manta deshilachada. Un cajón de frutas simula ser una mesita de luz, sobre ella hay un libro y unos anteojos. Tomo el libro. Es Ficciones, de Jorge Luis Borges. Ese libro lo había leído y re leído en mi juventud, pero no recordaba mucho. Me recosté en la cama y me puse a leer. Me quedé dormido rápidamente, entre lo que caminé y lo que no comí, caí desmayado.
Soñé con el pasado. Cuando el mundo era más habitable. Más allá de eso, en el año 2045 habían comenzado los problemas en el ámbito político. Por una decisión unilateral, los Estados Unidos de América, habían obligado a todos los países a votar por un presidente que gobierne el planeta Tierra. Por supuesto que el ganador fue el presidente de los Estados Unidos, George Tamichiga, el primer presidente norteamericano de origen asiático. Tamichiga había triunfado en las elecciones presidenciales de EE.UU. de 2040 con el sesenta y cinco por ciento de los votos. Se presentó como un pacifista y cumplió esa promesa, solo, hasta el año 2044 cuando ganó las elecciones con el setenta y cinco por ciento de los votos. Apenas asumió decretó que en las elecciones en los Estados Unidos el voto pasaba a ser obligatorio. De nada sirvieron las manifestaciones en contra de ese decreto. De nada sirvió la muerte de ciento veintitrés personas reprimidas en esas manifestaciones pacifistas. El lobo empezaba a perder el disfraz de cordero.
En esa época había rumores que afirmaban que Tamichiga había hecho un pacto con Li Min Soh, presidente de la República popular China. El pacto consistía, supuestamente, en exterminar gays. Li Min Soh era mucho más
práctico y menos cínico, a los gays directamente los fusilaba en las plazas principales del gigante asiático. Luego de ese ataque suicida a China, Timichiga ordenó atacar Venezuela y Colombia. En esa oportunidad no mandaron a ningún escuadrón rosa. Un ejército de quinientos mil hombres atacó a ambos países caribeños. La batalla no duró mucho. EE.UU. se había enfrentado a dos ejércitos que contaban con armas del siglo pasado y con soldados desnutridos, deshidrataos. Murieron alrededor de novecientos mil colombianos y setecientos mil venezolanos. Las armas químicas utilizada por los norteamericanos (pero prohibidas por ellos mismos) hicieron estragos, no solo en ambos ejércitos, también sobre la población civil. Las imágenes que pasaban por la televisión nos mostraban calles de diversas ciudades de Colombia y Venezuela, regadas con cadáveres de niños de mujeres, de ancianos y algún que otro soldado. Los americanos del Norte no precisaron sus bajas, su orgullo podía más. A Tamichiga no le importó la cantidad de muertos del escuadrón rosa, ahí poco le importaba el orgullo. Colombia y Venezuela quedaron unidas como un nuevo estado de EE.UU. A este estado lo llamaron Bushland. El caribe ya era todo de EE.UU. Sudamérica estaba en su próximo objetivo. La gran piedra en el zapato era Brasil, uno de los países más poderosos del mundo. Los demás países no tenían el poderío armamentístico como para enfrentar al ejercito más poderoso del planeta. Otro país que tenía armamento moderno en cantidad era la República Argentina. Pero a Tamichiga el presidente argentino, Carlos Castañez le hizo todo más fácil de lo que él creía. Le propuso que le depositara en una cuenta de un banco de EE.UU unos mil millones de dólares y de esa manera podía conquistar su país sin disparar una sola bala. Tamichiga aceptó. Castañez también se puso a disposición del presidente norteamericano para lo que él dispusiera. A mediados del 2045, el ejército de EE.UU entra en la República Argentina sin disparar una sola bala. No solo eso, los ciudadanos los reciben como héroes. La gente aceptaba tanto a los norteamericanos que hasta se animaron a realizar un desfile. La gente le tiraba flores desde los balcones, los aplaudían, no hubo un solo incidente. Tamichiga se reunió con Castañez y le ofreció ir a EE.UU. como gobernador de Arkansas mientras le muestra el recibo con el depósito de mil millones de dólares en una cuenta a su nombre en un banco de Washington. Castañez aceptó entusiasmado el cargo de gobernador de Arkansas.
Al otro día en el avión presidencial viajó Timichiga con su mujer Linda y sus dos hijos, George Jr y Mary Jan, de siete y cinco años respectivamente. Castañez también viajó con su familia, su esposa María Cecilia y sus hijos gemelos: Juan Y Pablo. El avión salió del aeropuerto internacional de Buenos Aires. Era un vuelo tranquilo, una noche fantástica. Uno de los custodios de la comitiva llamó a Castañez. Lo invitó una copa. Castañez (un vividor que le encantaba todo aquello que viniera de arriba) aceptó con gusto. El custodio le sirvió un trago. Una vez que terminó el trago, lo agarró del brazo, abrió una puerta lateral del avión y lo arrojó al vacío. La mujer escuchó un grito y fue corriendo hacía donde había ido su marido. El custodio la agarró del cuello y también la arrojo. Igual suerte corrieron los mellizos. Listo ya había limpiado (como dicen ellos) a la familia del traidor Castañez. No había quedado un rastro de ellos. Tal vez inventen que se perdieron en los EE.UU, total ya es imposible encontrarlos, destrozados en pequeños pedazos por ahí, tal vez en el océano, tal vez en algún descampado, tal vez se los coma algún animal salvaje. Más allá de su destino, estarían irreconocibles.