Me desperté muy transpirado. Sobresaltado. Abrí los ojos y no comprendí muy bien en donde estaba. Lo primero que vi fue un techo de pajas viejas y desparejas. Me restregué los ojos y recordé que hacía en esa choza. Estaba nuevamente con hambre y sed. Me levanté. Recorrí un poco ese ambiente (no tardé mucho tiempo, sería de dos metros por tres metros) No encontré ni comida ni agua. Por suerte encontré una manta, aunque un poco ajada podría servirme. Peor es nada, pensé, la doble prolijamente y la até, a modo de mochila sobre mi espalda, con unas cuerdas que había encontrado en el suelo. Miré al exterior por la única ventanita que tenía la choza. Afuera seguía oscuro y no se veía a nadie ni a nada. Dudé en salir, no quería perder mi nuevo hogar pero no me quedaba otra alternativa que ir en busca de comida y agua. Era muy difícil conseguir algo pero algo encontraría, pensé. También pensé que si no salía a buscar víveres, poco me quedaría de vida, tenía que ser fuerte. Después de la gran explosión nada había quedado en pie al menos en la zona en que yo vivía. Ya nada tenía. Había perdido a mi familia, nada me quedaba, solo mi vida. Y tenía ganas de seguir luchando. Al fin junté coraje y ganas, antes de salir tomé unas pajas para ir dejando como camino para volver a la choza. La oscuridad era absoluta. A pesar de ello podía ver la silueta de algo que alguna vez fue un árbol. Me acerqué, pude observar algunas hojas, las arranqué una a una y las guardé en mis bolsillos delanteros de mi roto pantalón de tela de jean. El suelo donde estaba plantado el árbol estaba húmedo. Hice un pozo con las manos y pude beber algo de agua. Seguí cavando y pude tomar una buena cantidad de agua. Luego me comí las hojas. Me senté debajo de ese árbol que casi carecía de copa. Miré al cielo, seguía negro, con esa nube negra que parecía de concreto, pero vi una esperanza en el cielo: una estrella brillaba. En ese momento mi corazón comenzó a galopar muy rápidamente, comencé a tener taquicardia como nunca me había tenido en toda mi vida. Me asusté de lo rápido que latía mi corazón. Traté de tranquilizarme. Respiré profundo. El corazón empezó a latir más normalmente. Me paré para observar mejor a la estrella. Era una vista hermosa, la más hermosa que había visto en mi vida. Me quedé un largo tiempo observándola, ella también parecía latir con su destello tintineante. Empecé a caminar muy lentamente, solo me guiaba la luz lejana de la estrella. Mientras iba tirando trocitos de paja, también pensé en comérmelas. Caminé unos metros hasta me tropecé con algo duro. Palpé el suelo con mis manos, tomé ese objeto, parecía ser de carne. Lo olí, lo chupé un poco y si era de carne. Tenía olor a quemado, estaba como cocida, no dudé un instante y empecé a comerla. No sé si sería por mi hambre atroz o realmente era deliciosa. En ningún momento se me cruzó por la cabeza de dónde provenía esa carne, me refiero, de que ser era esa carne, sabrosa y comestible. Era un trozo muy grande. Me lo devoré todo, el hueso que recubría la carne era bastante grueso. Me lo guardé en el bolsillo, si más tarde no tenía nada para comer al menos me quedaba el hueso para chupar. Cavé nuevamente el suelo y tomé un poco de agua. Volví a la choza siguiendo el camino de pajitas, más allá de que poco me había alejado. Me acosté boca arriba a descansar. Mis sueños me invadieron una vez más. Ahora fue un sueño mucho más profundo.