H2o

Capítulo XI

Me desperté con un poco de frío a pesar de que estaba tapado con la manta que traje de la choza. El día era más soleado que ayer. Me levanté, comí unas hojas que me habían quedado de anoche y tomé un poco de agua. Por un momento pensé en ir hacia la choza pero luego me arrepentí, iría para el otro lado. Me daba tristeza ese panorama desolador, ese desierto marrón claro, con remolinos producidos por un leve viento. El sol seguía iluminando, yo seguía mi camino quería ver si en algún momento cambiaba un poco el paisaje. Vi de lejos una arboleda que no estaba tan lejos, de repente vi pasar a toda velocidad a una figura humana, pero no estaba seguro. Tal vez las hojas que comí eran alucinógenas. Me restregué los ojos y miré nuevamente, era una persona que estaba detrás de un árbol, era una mujer. Me acerqué tímidamente, ella seguía aferrada al árbol, cuando estaba a unos pocos metros comenzó a correr nuevamente, era rapidísima, la llamé y quedó paralizada

  • ¿me entendés? – le pregunté –

Me miraba con una profunda mirada pero no me contestaba.

  • ¿Hablás castellano?

Me miro nuevamente y al fin contestó.

  • Si, habló castellano.

Es persona no sabía el alivio que me daba encontrar a alguien más en este mundo destruido. Tenía ganas de abrazarla pero seguramente no me entendería y saldría corriendo. Yo no sé cómo me veía yo, pero si como se veía ella. No tendría más de veinte años. Pelo largo, ondulado color negro azabache. Tenía una cara muy interesante, ojos grandes y negros, nariz levemente aguileña y una boca grande de labios extremadamente gruesos. Su piel era oscura, altura mediana, pequeños pechos, cintura chica y caderas generosas. Sus piernas eran flacas pero fibrosas. Estaba vestida con una túnica gris o tal vez blanca que se había teñido con toda la mugre y el polvo que flotaba por el aire.

Me quedé mirándola un buen rato y ella a mí, me acerqué y extendí mi mano en son de paz, ella dudó pero igualmente confió en mí y me dio su pequeña y suave mano.

- ¿Cómo te llamás?

- Me lamo Francisca ¿Y tú?

- Charlie. Soy Argentino ¿Y vos?

- Yo nací en Paraguay, en Pilar, cerca de aquí.

- Yo nací en Buenos Aires.

Mientras nos íbamos presentando empezábamos a tener un poco más de confianza en el otro. Ambos nos sentamos frente a frente y nos fuimos acercando hasta estar bien cerca uno del otro. Era realmente una bella mujer, tenía una mirada muy clara y bondadosa. Me contó que tenía veintidós años y que, como yo, estaba perdida. Vivía con sus padres y sus hermanos en Pilar y que en el momento de la gran explosión estaba cerca de una cueva en la que se escondió hasta que pasó todo. Ahora estaba buscando a su familia o a algún otro ser humano. Me dijo que del lado oeste había una pequeña laguna que era de donde sacaba agua y dormía en la cueva donde se cobijó tras la explosión. También me contó que donde ella estaba había una cantidad importante de árboles y plantas no tan dañados. Evidentemente tenía más poder de supervivencia que lo que yo tenía. Fuimos a la cueva. No tenía mucho abrigo por esa razón le regalé mi manta, pero no la aceptó, la partió en dos con sus manos y me dio una mitad a mi y ella se quedó con la otra mitad. Le conté mi historia mientras comíamos unas hojas y bebíamos un poco de agua. Le conté de Aline, de la pesca, de Praia do forte. Ella estaba estudiando publicidad en Asunción y estaba de novia con un compañero del instituto, se puso a llorar pensando que ya no vería nunca más a su familia y a su novio.

  • No llores, no sabemos qué paso con ellos, yo también la extraño a Aline pero no pierdo las esperanzas.
  • Pero...si no vemos a nadie por acá ¿Dónde están? ¿Dónde está toda la gente?

La verdad que Francisca tenía razón. Igualmente no quería reconocérselo para que no se estristezca más de lo que estaba. Más allá de que ya era una mujer y que tenía una personalidad fuerte, en el fondo seguía siendo como una nena que habían perdido sus padres en una playa.

Estuvimos hablando un largo rato sobre nuestras cosas y sobre qué era lo que había pasado que había desaparecido todo de la faz de la tierra, por lo menos en esta zona. Francisca tenía mucho sueño y cayó casi desplomada aferrándose a un pequeño trozo de madera blanda que hacía las veces de almohada. Yo la tapé con mi mitad de la manta y con la mitad que era de ella. La contemplé en silencio durante un buen rato, por suerte la luna iluminaba la cueva y sobre todo su bello rostro. En algún momento me quedé dormido. Ahora si podía observarla sin sentir su intimidante mirada sobre la mía. Podía ver uno de sus pies que no había cubierto con la manta, era lindo. En un momento se movió y se puso en posición fetal y se cubrió toda, hasta la cabeza, tal vez imaginó que yo la miraba. Me quedé al lado de ella sin acostarme y sin tocarla. Se ve que en algún momento de la noche me quedé dormido, ya que sentí por la mañana un potente rayo de sol sobre mi cara que me despertó, por la posición del sol se notaba que era bastante temprano, me quedé un rato desesperándome, me levante y dije - buen día Francisca - pero no estaba en la cueva. Me levanté miré al rededor y nada de nada. La llamé de un grito y no me contestó. Grité una vez más, esta vez más fuerte, y sólo escuchaba el silencio. Caminé hacia el oeste y pude escuchar algo que me emocionó, ruido a agua. Fui corriendo raudamente siguiendo ese sonido maravilloso, jadeando subí una pequeña lomita y cuando estaba bajando ahí lo vi, el lago que me había comentado Francisca. Ella estaba desnuda secándose con una de nuestras medias mantas, apenas me vio me sonrió, me regaló esa sonrisa de blancos dientes. Pareció leer me pensamiento al mirar cómo se secaba. Después voy a dejar a la manta al sol así se seca, no te preocupes – me dijo - Le sonreí y moví la cabeza demostrándole que no importaba. Me quedé paralizado observando ese cuerpo perfecto de piel suave, una vez que terminó de secarse se vistió con otras ropas, un pantalón que le cubría sus piernas hasta la rodilla y una camisa grande, de hombre. Una vez que terminó de cambiarse me llamó.

  • Te voy a confesar algo, Charlie.
  • Decime Francisca
  • Estaba desesperada por encontrar un hombre



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En el texto hay: distopia, romance

Editado: 28.05.2018

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