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Capítulo XV

Luego de la intervención de Francia incluido el suicidio de Quilpeau, las aspiraciones de Brasil eran ocupar toda Europa. Borges le pasaba toda la información a Li Min Soh, no quería tener ningún roce con China. Lin Mih Soh le dio el OK para que ocupe toda Europa. Teniendo como base a Francia le fue mucho más fácil la empresa. Comenzó como había hecho con los franceses, les cortó los víveres. No tardaron mucho en dimitir uno a uno los pobres países de Europa.
El único país que, fiel a su tradición, no se rindió fue Rusia. A pesar del corte de víveres, tenía agua y animales de corral para sobrevivir. Pero Rusia quedó sola y rodeada de países Chino – Brasileños.
Pasados dos meses de la ocupación de toda Europa con excepción de Rusia, Li Min Soh habló con Nicolai Besnotoff, presidente de Rusia:
- Nicolai, debés rendirte.
- De ninguna manera, si después de todo ustedes se salen con la suya, mirá lo que le pasó a Quilpeau
- Ese era un tonto, vos no los sos Nicolai
- Lin, soy grande para que me vengas a dorar la píldora. No me voy a entregar, los vamos a estar esperando.
- Pensalo bien, si te entregas te puedo ofrecer algún ministerio, seria como una jubilación.
- Si, como pasó con el presidente argentino Castañez.
- No fuimos nosotros, fueron los yanquis
- Si son todos iguales, ustedes, los yanquis, los brazucas y nosotros cuando tuvimos poder también. El tema es el poder. El poder te enferma, es la peor droga. Mirate vos y miralo a Borges. Ya tienen casi todo el mundo en su poder y vienen por un país que ya esta casi aniquilado, es una cuestión de tiempo pero ustedes lo quieren ya. Eso es el poder. Te enceguece, te enloquece.
- Basta Nicolai me vas a hacer llorar. Te atacaremos, no sé cuando.
- Vengan cuando quieran, cobardes.
Después de esa conversación fueron pasando los días y Rusia comenzó a quedarse sin comida ni agua, la escasez era casi total. La gente andaba por las calles como zombis, rompían las vidrieras de los negocios de comida para ver si podían conseguir algo que saciara su hambre y su sed. El presidente ruso no sabía qué hacer, más allá de que pensaba en el honor de su pueblo, pensaba que no podía llevar a todos a una muerte segura. Sabía que a la larga o a la corta China y Brasil iban a invadir su país. No tenía mucha alternativa. Se reunió con sus ministros para bosquejar los próximos pasos. Nicolai no estaba muy convencido, estaba abatido.

- Señor presidente. Nosotros todavía tenemos la gran bomba. – le dijo el ministro de guerra –
- Sí, pero no quiero usarla. Esa bomba puede destruir el mundo entero. No quiero que mueran más inocentes.
- Pero presidente, igualmente morirán inocentes, sobre todo empezando por nosotros. Con el hambre que estamos pasando los primeros que se mueren son los niños, y usted lo sabe. – insistió el ministro –

NIcolai se quedó pensando un poco. No quería utilizar la gran bomba, sabía que destruiría al mundo entero, incluida Rusia. No tenía mucho sentido. Llamó a Li Min Soh. Estaba nervioso, no quería entregarse pero la vida de los niños dependía de un renunciamiento de él, no podía pensar en su orgullo ni el orgullo de la patria. Eso eran puras palabras ahora, el debí salvar a su pueblo.

- Hola Li,,,
- Hola, Nicolai…veo que te arrepentiste. Es bueno eso, saber cuando uno se ha equivocado es de sabios.
- Li…nos estamos muriendo de hambre y de sed. Los bebes se mueren como moscas, la gente anda por la calle como si fueran animales.
- Bien…mañana les mandamos un avión con vivieres como para dos meses. Eso sí, también va a ir el nuevo presidente de Rusia. Usted ya no estará al frente de su país, Nicolai.
- Si, ya lo sé. No podía dejar a mi pueblo morirse sin yo hacer nada.
- Me parece muy bien. Ya voy a dar la orden para aprovisionar bien toda la nave y mañana por la mañana estará llegando a Moscú.
Nicolai cortó y a pesar de estar contento por haber salvado a su gente de la hambruna, estaba un tanto triste. Tuvo que guardar su orgullo. Habló desde el balcón de la residencia presidencial que daba a una plaza en donde se reunía la gente para recibir novedades. Cuando Nicolai anunció que serían aliados de China y que al otro día llegarían los alimentos y el agua, la gente explotó de algarabía. No se daban cuenta que de alguna manera el fin de todo. Rusia no existiría más, estarían bajo la bota de China y de su gran aliado Brasil. Esa noche Nicolai se fue a acostar a su aposento y no podía dejar de dar vueltas en su cama, no podía dormir. Aparte no sabía cual sería su destino, lo más probable era que lo encarcelara o, incluso, lo mataran. Nicolai no tenía miedo pero no veía ninguna otra salida a ese conflicto. Logró dormir un rato, pero se despertó nuevamente sobresaltado. No podía sacar de su cabeza la conversación con el ministro de guerra. La gran bomba; la gran bomba no salía de su cabeza esa idea. Sabía que podía ser el fin. Debían para eso guardar el secreto. Ningún país del mundo sabía el secreto de esa arma letal. Nicolai se levantó, se bañó y a pesar de que todavía era de madrugada, se instaló en el salón principal del palacio presidencial. Se puso a mirar por la ventana, la nieve caía en Moscú. El avión llegaría en unas pocas horas. Nicolai sabía que a partir de ese momento sería otro hombre.



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En el texto hay: distopia, romance

Editado: 28.05.2018

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