Mientras tanto el mundo unificado seguía su curso. Borges quería implantar la libertad sexual absoluta. El sexo seguía siendo uno de los temas que más dividía las aguas entre la gente. Borges, con buen tino, no quería que haya diferencias sexuales ni ningún tipo de discriminación al respecto. Es más, él realmente creía en esa libertad que era algo innato y natural, le parecía una estupidez el hecho de meterse en la cama de los otros. Él había crecido con esa libertad y por eso envió un proyecto de ley al congreso mundial que había sido votado recientemente.
El congreso mundial aprobó casi por unanimidad, la ley del género único. Ya no había hombres ni mujeres, o a decir verdad, en los documentos ya no se especificaba el sexo de las personas. Solo el nombre y apellido. También se aprobó la ley de cambio de sexo. El estado se haría cargo de ese tipo de operaciones.
La iglesia católica, para seguir con su cerrada conducta histórica, había hecho saber al gobierno mundial, su desagrado y su sorpresa ante estas prácticas que creían aberrantes. Borges, con gran cintura, viajó a la santa sede para entrevistarse con el papa italiano Gregorio XVII. Antes de ser papa era conocido como el sacerdote Gianluca Prevento. Era un hombre de gran carisma y simpatía. Era alto y bastante obeso. Gustaba de la buena vida, sobre todo de los grandes banquetes con las mejores comidas y los mejores vinos del mundo.
Gregorio XVII esperaba a Borges con gran expectativa, pero con cierto temor. No olvidaba que iba a esta frente al hombre más poderoso de la tierra, y porque no, el hombre más poderoso de toda la historia de la humanidad.
Borges llego a la santa sede a las 17 horas, puntual como era su costumbre. Se encontró con el papa, se arrodilló y besó su anillo.
Se dirigieron a un gran salón dorado. El papa se sentó en un sillón dorado que simulaba un trono. Borges se sentó a unos pocos metros enfrente de él, lo seguían dos de sus custodios y su secretario privado, Paulo Monteca.
El papa sintió el golpe. Se dio cuenta que Borges venía con todo. Noto que iba a jugar con sus cartas más fuertes. Se sentía acorralado. Sabía que ese hombre sanguinario era capaz de cualquier cosa. Realmente le temía. Para él era un diablo y así actuaba realmente. Nunca había tenido problemas de matar a quien se le cruzara por el camino. Sobre todo luego de la demencial maniobra de hacer desaparecer a los Estados Unidos.
Borges estaba agitado. Le pidió un vaso de agua a un cura joven que había entrado al salón luego de haber escuchado los gritos. El cura se lo trajo inmediatamente. Borges estaba agitado, parecía que la predicción del papa iba a cumplirse en ese momento. Pidió otro vaso de agua y de a poco su respiración iba volviendo a su normalidad y sus ojos que habían salido de su órbita, volvían a sus cuencos originales.