La reina llevaba seis meses de embarazo, cuando empezó a correr un rumor por la corte que suponía que el niño no era hijo del rey en realidad. El señor Nathan Bonnet, de cuarenta y un años, era uno de esos señores que conservaban su belleza y juventud. Alto, piel tersa y bronceada, ninguna línea bordeaba sus negros ojos, y aunque su cabello empezaba a emblanquecer, aún era sedoso y brillos. Fue el primero en enterarse. Supuestamente, su hijo Dean de dieciséis años, idéntico a él, había escuchado a unos plebeyos especulando sobre aquella acusación.
Bonnet, sin dudar de su lealtad fraternal, fue a advertirle al rey; quien se mostró realmente indignado y dolido con la situación mandando a llamar a su esposa de inmediato. Cuando Jolie llegó, Chevelier tenía una expresión fría, sus ojos azul cristal parecían verdaderas velas de hielo clavándose en los de su mujer.
- ¿Me estaba buscando, su majestad?
- Seré claro contigo.- Hizo un gesto para que ella tomara asiento.- Está corriendo la voz sobre cierto tema del cual yo soy el último en enterarme y sinceramente espero no sea verdad, Jolie.- Su nombre. Él nunca la llamaba por su nombre….
- … No sé de qué hablas. No he oído nada.
- Claro, has como si no supieras.
- Dijiste que ibas a ser claro. Dilo de una vez Chevelier.
- No puedo creer que no sepas nada cuando los rumores tratan de ti.
- ¿Qué? Su majestad, no estoy para juegos, hable o me iré.
- La gente dice que ese niño que engendras no es mi hijo. ¿Qué dices en tu defensa?.