A la mañana siguiente el rey se encontraba realmente furioso y confuso luego de su conversación con Nathan.
Él había aparecido de imprevisto y sin permiso de los guardias se dirigió directo a la habitación de Chevelier, donde su majestad se encontraba preparándose para almorzar.
- ¡Chevelier, ábreme! Soy yo, Nathan.
- Nathan... ¿qué haces aquí tan temprano? ¿Ah sucedido algo?
- Traigo información muy importante. Es sobre Jolie.
- Pasa, cuéntame.
- Verás, al parecer, ya sabemos de quién es ese niño que tu mujer lleva en su vientre.
“Aparentemente es un tal Ulf, desconozco su apellido, pero por lo que Dean se enteró, se trata de un viajero del reino Aaberg, tiene un puesto bastante alto en la corte.
- ¿Cómo puede ser que nunca lo haya visto?, Todos los viajeros de alto rango tienen la obligación de presentarse ante mí, tienen hasta dos días de tolerancia.
- Correcto, pero en Aaberg no funciona así. Cuando este tal Ulf oyó el rumor, se fue rápidamente de regreso antes de que la noticia se divulgue más. Él sabía que eso podía pasar y sin embargo se atrevió a meterse con la esposa del rey, y Jolie no hizo ni ha hecho nada al respecto.
- Pero ella niega todo….
- Tengo testigos, puedo hacer que vengan por la tarde así hablas con ellos.
- Ve a llamarlos ahora.
Ese día, el rey y la reina, tampoco almorzaron juntos.
Jolie ya se encontraba en el comedor, la comida estaba sobre la mesa, Noir estaba ansiosa por empezar; pero el rey aún no llegaba. Y cuando estaba a punto de preguntar por él, apareció el señor Bonnet.
- Buenos días, su alteza. El rey Chevelier me pidió que le informara que su majestad no podrá asistir al almuerzo de hoy. Buen provecho.
Y se fue tan rápido como llegó.
Ellas ya habían empezado a comer, Noir triste porque su padre no estaba allí para alimentarla como de costumbre. Jolie, preocupada, un montón de escenarios se presentaban en su mente manteniéndola distante. Como el por qué estaba Nathan aquí, y si acaso tenía algo que ver con el rumor. Ese Maldito Rumor. Lo único que está haciendo es volver su vida mucho más gris y solitaria de lo que ya era.
Por otro lado, el rey estaba ya con los supuestos testigos de su amigo. Decían cosas bastante similares; uno incluso decía haber hablado con el tal Ulf y que éste le había contado de su aventura con la reina; pero que él no sabía quién era ella en verdad. Todo sonaba muy convincente y claro, el rey cayó en la trampa. Salió humeando de la sala de reuniones directo al comedor, pero solo estaban allí los sirvientes levantando la mesa.