El tiempo pasa de forma diferente en el Hospital General San Rafael desde aquella noche. Los relojes del pabellón norte marcan horas imposibles, y las sombras se alargan de maneras que desafían la física cuando el sol se pone.
Han pasado cinco años desde la desaparición de la Dra. Elena Suárez. Su expediente permanece abierto en los archivos de personas desaparecidas, aunque nadie espera encontrarla. Su bata, manchada con patrones que parecen cambiar cuando nadie los mira directamente, está guardada en una caja fuerte en el despacho del nuevo director.
La habitación 407 ha sido sellada con hormigón. Tres equipos de construcción diferentes intentaron demolerla, pero cada vez las herramientas se derretían inexplicablemente y los trabajadores sufrían pesadillas que los dejaban catatónicos durante días. Ahora hay una pared falsa que oculta la entrada, y los planos del hospital han sido modificados para que parezca que ese espacio nunca existió.
Pero los ecos persisten.
Los nuevos residentes aprenden rápidamente las reglas no escritas del pabellón norte. Nadie menciona las manchas oscuras que aparecen en las paredes durante la luna nueva, manchas que forman rostros que algunos juran reconocer como el de Elena. Nadie comenta sobre los susurros que se filtran a través de las rejillas de ventilación, susurros que hablan de verdades imposibles en voces que suenan demasiado familiares.
La enfermera jefe del turno de noche guarda un registro secreto. En él, documenta los eventos inexplicables: las noches en que los monitores cardíacos de todo el pabellón se sincronizan en un ritmo imposible, los momentos en que las sombras se mueven contra la luz, las veces que han encontrado símbolos antiguos dibujados en el vaho de los espejos.
En el sótano, tras una puerta sin marcas, los archivos del Dr. Hernández permanecen bajo llave. Las páginas están en blanco ahora, como si la tinta hubiera sido absorbida por algo. Pero en las noches más oscuras, si alguien se atreve a abrirlos, las palabras reaparecen brevemente, escritas en una sustancia que brilla con luz propia:
"El portal está cerrado, pero no destruido. La sangre mantiene el sello, pero cada sello se debilita con el tiempo. Ella vigila desde el otro lado, conteniendo lo que nunca debió ser liberado. Pero ¿por cuánto tiempo?"
Los pacientes más sensibles hablan en sus delirios sobre una mujer que camina por los pasillos después de medianoche. Dicen que sus pasos dejan huellas luminiscentes que forman símbolos antiguos, y que su presencia mantiene a raya las sombras más oscuras. Algunos la llaman guardiana; otros, sacrificio viviente.
El Dr. Ramírez, el nuevo director, mantiene un archivo especial en su computadora. En él, registra los patrones: las fluctuaciones de energía que coinciden con la luna nueva, los informes de mantenimiento sobre temperaturas imposiblemente bajas en ciertos sectores, las grabaciones de seguridad que muestran distorsiones inexplicables.
En su último informe, escribió:
"El sacrificio de la Dra. Suárez no fue un final, sino una transformación. El portal está sellado, pero ella se ha convertido en el sello mismo. Su consciencia, fragmentada entre dimensiones, mantiene a raya las fuerzas que el Dr. Hernández despertó. Cada luna nueva, los antiguos prueban los límites de su prisión, y cada vez, ella renueva el sacrificio.
Los símbolos en las paredes son sus advertencias. Los susurros son sus recordatorios. Algunos secretos deben permanecer enterrados, algunas puertas deben permanecer cerradas, y algunos sacrificios deben continuar eternamente.
Porque en el Hospital General San Rafael, la línea entre salvador y guardián, entre sacrificio y transformación, se ha vuelto tan delgada como el velo entre dimensiones. Y en las noches más oscuras, cuando los antiguos susurran promesas de poder y conocimiento, recordamos el precio que Elena pagó para mantener cerradas las puertas del abismo.
Un precio que sigue pagando, noche tras noche, en una oscuridad más allá de nuestra comprensión."
El informe termina con una nota manuscrita:
"Los antiguos esperan. Elena vigila. Y nosotros... nosotros pretendemos no escuchar los gritos que resuenan en las paredes durante la luna nueva, ni ver las sombras que se mueven con propósito propio.
Porque en el Hospital General San Rafael, el silencio no es solo una cortesía.
Es supervivencia."
*Fin*