Al presenciar la visión grotesca de su hermano, una descarga de adrenalina gélida bastó para impulsar a Valery a una huida desesperada. Cada paso era un intento inútil por escapar de ese laberinto mental que se cerraba sobre ella.
En el eco sordo de su mente, una letanía se repetía hasta volverse un chillido interno: "Esto no es real, no es real, es solo una pesadilla...".Corría con los párpados pegados, las lágrimas ardientes y los oídos sellados con sus propias manos para sofocar los gemidos ahogados de su hermano. En ese trance de ciego terror, se estrelló violentamente contra la figura de la señora Nelly. La dulzura de su rostro había sido reemplazada por algo absolutamente profano: una boca cosida con hilo quirúrgico grueso. De esa máscara de piel tensa, una mano se alzó y la sujetó con una fuerza no humana, desgarrando la carne de Valery para exponer el músculo palpitante de su mejilla. El hilo se tensó al hablar, pero el sonido emergió como un raspado de huesos. "¿A dónde vas con tanta prisa, Valery?".
Siguió corriendo, y la silueta familiar de una cabaña emergió al fondo: la guarida de la anciana. La certeza se hundió en el estómago de Valery como plomo: esto no era un sueño. La duración y la realidad visceral de la tortura lo confirmaban. La anciana abrió la puerta de golpe, y una voz sacada de las entrañas de la tierra, ronca y cargada de una pesadez infernal, resonó: "¡No la dejen escapar!". La vibración del sonido hacía temblar el aire y le revolvía las vísceras.
En su frenesí por sobrevivir, Valery vislumbró un pequeño hueco en la base de un árbol, una promesa de refugio. Corrió hacia él sin un segundo de lucidez, pero en su camino, el pie se enganchó en un agujero oculto en el suelo. La inercia de la carrera y el ángulo de la caída se combinaron para un horror repentino: su pierna se fracturó con un crujido húmedo que opacó el grito. El hueso se abrió paso, blanco y astillado, a través de la piel y la tela.
Jadeando entre un grito estrangulado, se arrastró centímetro a centímetro, dejando un rastro espeso y oscuro de sangre. Finalmente, alcanzó el tronco del árbol. Cerró los ojos con fuerza, tratando de anular el mundo, de silenciar la pesadilla que se cernía sobre ella.Cuando los abrió, la escena había cambiado. Estaba boca arriba sobre una mesa, el paladar cubierto por un sabor metálico a vómito rancio mezclado con el recuerdo amargo del whiskey.Héctor se tambaleaba en el umbral, luchando por la verticalidad. Miró a Valery con ojos vidriosos. "¡Fea! Estuve tratando de despertarte, pero no podía. ¡Estabas tiesa, te grité como un loco!".Valery se incorporó de golpe, la agilidad de quien nunca ha bebido.
Revisó el perímetro. Mark yacía en una silla, la boca abierta en un ronquido alcohólico. Tatiana estaba acurrucada, la cabeza sobre las piernas de él. La normalidad era un manto insuficiente sobre el terror que aún latía en sus sienes."Héctor, tuve otra pesadilla. Horrible. Tú tenías la mandíbula colgando, y Tatiana la cara...". El ronquido de Héctor cortó la frase. Se desplomó, golpeando el suelo con un sonido sordo, vencido por el alcohol.La pesadilla lúcida, con su olor a sangre y su frío de tumba, era ineludible. Valery se desperezó y caminó hacia la casa. Al abrir, la oscuridad era densa y absoluta.
Recordando la falta de electricidad, encendió la linterna de su móvil y apuntó hacia las escaleras, dirigiéndose al baño. Solo había dos sonidos en el silencio de la casa: la respiración superficial de Valery y los golpes acelerados de su propio corazón.El pasillo estaba forrado con retratos familiares, ojos quietos que parecían juzgarla. Al llegar al baño, la sorpresa la paralizó: el pantalón de Don Andrés, y dentro, el periódico que había guardado de la parrilla. Justo entonces, unos pasos pesados resonaron abajo, acercándose a la escalera. Valery actuó en un relámpago de pánico, tomando el periódico y metiéndolo en su pantalón.Una silueta oscura comenzó a ascender. El corazón de Valery golpeaba su pecho con la fuerza de un puño. Se apresuró a entrar en el baño, pero al cerrar, una voz que imitaba la de su hermano se filtró bajo la puerta. "Fea, ¿dónde estás? Necesito hablar contigo urgente. Baja rápido". Los pasos, lentos y deliberados, se detuvieron.
Valery abrió la puerta. Una mano fría como la piedra de un sepulcro cubrió su boca. Un susurro helado le rozó la oreja. "Él no es tu hermano". Creyendo seguir atrapada en el ciclo de la pesadilla, Valery mordió la mano. Al girarse, se encontró con Antony, sobándose la herida."¡Oye, silencio! Tienes que creerme. Eso que está allá afuera no es Héctor", siseó Antony con urgencia febril. "Desperté antes que todos. Vi a Héctor intentando despertarte, pero estaba tan ebrio que no podía ni sostenerse. Lo raro fue que Tatiana no estaba. Al volver a verla volvió con un trago, uno para mí, uno para Héctor, pero no para ella. Le di un sorbo y sentí náuseas inmediatas, así que lo boté y vomité detrás del árbol. Pero Héctor se lo bebió todo".La voz de Antony se volvió un hilo. "Detrás de ese árbol... vi cómo te levantabas y hablabas. Héctor se desmayó. tú procedes a subir . Después, vi a Tatiana arrastrando a Mark y a Héctor hacia la oscuridad... Luego, vi cómo él volvía. Caminando como un zombi, la mirada vacía, la piel pálida... como una marioneta que acaba de ser colgada".