Se sentía delirar entre la fina línea que separa el mundo de los sueños con la realidad. Sus manos se movían tanteando la cama en donde se encontraba acostado, buscando desesperadamente una sensación que le indicara si estaba dormido o despierto. La oscuridad predominaba en el cuarto, con solo la tenue luz de la luna que entraba por la ventana. Tal vez el trabajar tanto le había dañado la cabeza, pues en ese momento veía la oscuridad de forma tan nítida que parecía una persona, una persona que lo miraba fijamente desde el fondo.
¿Cómo era que lo llamaban? Ah sí, parálisis del sueño, pues casi como una maldición lanzada a su cuerpo este dejo de seguir sus órdenes de moverse, quedándose completamente inmóvil. Su corazón comenzó a latir velozmente por la repentina ansiedad que lo comenzó a llenar, también el miedo contribuyo a su desesperación, al no saber lo que pasaba ni mucho menos la razón de que tales sentimientos lo atacaran.
Sentía miedo, mucho miedo, ¿pero de que exactamente? No había una razón, y mientras sus ojos recorrían su habitación pensaba que en cualquier momento algo o alguien le saltaría encima. Ni siquiera su voz podía salir, como si estuviera bajo llave en lo profundo de su garganta.
De pronto lo sintió, como una suave caricia que el viento hace a tu piel, casi tan imperceptible que dudarías de si en realidad paso. Una mano acariciaba su tobillo, de forma lenta y delicada, como si quisiera analizar cada centímetro de su piel.
¿Qué estaba pasando? ¿Qué lo estaba tocando?
Quiso moverse, gritar o patalear, pero su cuerpo seguía sin responder. Aquella mano siguió subiendo por sus piernas, acariciando suavemente su piel desnuda. Su tacto era suave y su piel lisa, sin ninguna imperfección.
¿acaso una persona había entrado a la casa?, pero ¿Cómo?, no había activado la alarma de seguridad.
Las ganas de llorar aumentaron pues seguía sin poder moverse.
Sintió como a su lado el colchón se hundió, lo que indicaba que alguien se había sentado. Ahora no solo una mano acariciaba su pierna, si no que otra comenzaba a acariciar su cuello de arriba a abajo de forma lenta, como una dulce amenaza que advertía que con la presión suficiente su cuello podría romperse.
Su respiración se agito aún más, pero esta vez no completamente por el miedo, sino por la mano que se deslizaba peligrosamente hacia su cadera, haciendo una suave presión que casi lo hace jadear por la sorpresa. La mano en su cuello se deslizo hasta sus labios toqueteándolos, sintiendo su textura.
Estaba loco, maldecía a lo que le pasaba en ese momento a su cuerpo, que lo hacía reaccionar al toque de aquel desconocido intruso. De pronto aquel suave toque se convirtió en uno necesitado, una mano se dirigió a su entrepierna y la otra a sus pezones.
Su mente se nublo por completo, y dejándose llevar olvido completamente que el que lo tocaba era un completo desconocido.
Aquella mano se introdujo dentro de su pequeño short de pijama, su miembro se encontraba erecto y su respiración estaba agitada. La mano acaricio su miembro levemente, rozándolo con la punta de sus dedos, eso hizo que se estremeciera y un jadeo dejara sus labios.
La otra mano seguía en sus pezones, tocándolos y pellizcándolos ligeramente. Tal vez era porque su cuerpo aun no podía moverse, pero las sensaciones eran mucho más abrumadoras de lo normal. Pudo escuchar otra respiración igual o aún más agitada que la suya, luego las manos lo agarraron de la cintura y lo jalaron, quedo sentado en la cama con su espalda pegada al pecho del desconocido.
No podía ver nada, solo aquellas manos que lo tocaban, pero podía sentir la respiración errática de la persona tras suyo en su cuello. Finalmente, una mano se deslizo hasta su miembro encerrándolo por todo su grosor. Gimió por la sensación y en respuesta recibió un gruñido gutural, tan grave que pareció calarle hasta los huesos.
La mano del desconocido comenzó a moverse lentamente, arriba y abajo, tocando la punta de su miembro haciendo pequeños círculos con sus dedos. Los gemidos comenzaron a llenar la habitación, la respiración de ambos se descontrolo aún más; el sudor bajando por su frente y las palabras de quiero más se atascaban en su garganta.
No le importaba nada más en ese momento, un único pensamiento era el que había en su mente.
No pares.
Aquel hombre aumento la velocidad de sus movimientos, como si supiera que el chico entre sus brazos estaba por eyacular, lo que hizo segundos después.
Cayo rendido con el sudor por todo su cuerpo y la respiración agitada, sus ojos comenzaron a cerrarse por el repentino sueño que lo invadió, pero antes de caer en la bruma del sueño escucho una voz ronca que le decía:
- Nos veremos después, Atlas.