- ¿Athan, te encuentras bien?
Parpadeo varias veces, saliendo por completo de su aturdimiento. Se encontraba sentado en el escritorio de su consultorio, era la hora del almuerzo, pero por la nauseas que sentía desde el comienzo del día solo era capaz de tomar una taza de café.
- Sí, es solo que…- suspiro deseando que el cansancio que sentía se esfumara junto con su aliento- me encuentro un poco indispuesto
- Ya te he dicho que no es necesario que hagas guardia en la noche, en este pequeño pueblo lo más ocupado que puede estar un hospital es atendiendo resfriados o virus leves.
- Lo se Leo, pero no podemos confiarnos, ¿Qué pasa si alguien se enferma de gravedad en la noche y no hay nadie que atienda la emergencia?
El rubio se acercó hasta el escritorio en donde apoyo las palmas de sus manos.
- No te sobre exijas, no me gusta verte enfermo.
- Tranquilo, hoy iré a casa temprano. - sonrió tratando de tranquilizar a su amigo, y a la vez tratando de tranquilizarse a sí mismo por la emoción que lo embargo al ver la preocupación que sentía Leo por él.
- Bien, nos veremos a la hora de la salida y si te sigues sintiendo mal pide un permiso para volver antes
- Está bien.
Cuando Leo salió del consultorio se recostó rápidamente en el respaldo de su silla y tapo su rostro con ambas manos. Se sentía fatal, como si no hubiera dormido hace días, y el recuerdo de lo sucedido la noche anterior seguía fresco en su memoria, repitiéndose una y otra vez aun cuando el luchaba por olvidarlo.
¿acaso había sido un sueño lucido?, no, todo se había sentido muy real y el semen manchando las sabanas estaba allí en la mañana.
Mierda, de solo recordarlo quería golpear su cabeza contra la pared, ¿¡en qué coño estaba pensando cuando se dejó masturbar por un desconocido que había entrado a su casa!?
Pero aun el hecho de que su cuerpo se había paralizado giraba en su cabeza. Por lo que había escuchado en una parálisis del sueño a veces se podía ver cosas aterradoras, pero jamás escucho de algo que te hiciera… eso.
Gruño agarrando su cabeza ante el repentino dolor de cabeza, miro el reloj y casi quiso llorar pues aún le quedaban cuatro horas de turno.
Ignoro el dolor de cabeza y se apresuró en buscar en el computador sobre la parálisis del sueño. Cuando busco salían datos que él ya sabía, pero un título en particular le llamó la atención.
Súcubos: los responsables de tus sueños eróticos.
Le dio clic al sitio web y leyó la información.
Los súcubos son demonios de menor rango, toman la energía de sus víctimas a través de sueños lujuriosos…
No termino de leer la información completa y recapitulo paso por paso lo sucedido la noche anterior, primero el no poder moverse, si era un súcubo no veía la necesidad de que hiciera aquello, a menos que lo quisiera someter, y luego estaba el toqueteo…
Joder, esto es una completa mierda.
Athan jamás había creído en nada sobrenatural, ni siquiera estaba en alguna religión, pues la mayoría en su pueblo eran ateos y no inculcaban aquellas creencias en los niños. Pero el solo hecho de que siquiera estuviera planteando la posibilidad de que un demonio se hubiera metido a sus sueños lo hacía sentir patético. Cerro la pestaña en donde salía la información del demonio, pues decidió pasar el asunto como algo que ocurrió debido al cansancio del trabajo.
- Buenas tardes doctor- llamo una voz de mujer desde la puerta.
Coloco una sonrisa amable y adopto una actitud profesional- buenas tardes, entre y tome asiento por favor.
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- Ya son las cinco- murmuro estirándose
Termino de ordenar la información para guardar todo, quería llegar rápidamente a su casa, tomar un baño y acostarse a ver películas animadas para disipar su cansancio del día.
Tomo su maletín y salió del consultorio cerrando la puerta tras suyo. Caminando por los desolados pasillos del hospital pensó en que lo que menos le gustaba de este era el color blanco de las paredes (y de literalmente todo), era un color que te hacía sentir ido.
- Athan- escucho al rubio llamándolo
Venia caminando rápido detrás suyo para alcanzarlo.
- ¿Qué sucede? - pregunto
- Vamos juntos- dijo con una sonrisa
Athan no dijo nada, pero una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Le gustaba estar a solas con Leo, hablar de cualquier cosa y reírse de lo más mínimo.
- ¿Que harás cuando llegues a casa? – pregunto
Apenas salieron del hospital el aire frio los recibió. En woford los días eran calurosos pero una vez el sol se escondía el frio se apoderaba de todo el lugar.
- Tomare un baño y me acostare a ver la televisión- dijo mientras frotaba las palmas de sus manos- ¿y tú?
Leo paso su brazo por sobre los hombros de Athan, y como el rubio era más alto le resulto muy fácil la acción.
- Cenare con mis padres y veré el partido de béisbol, lo cual espero que el equipo local gane ya que aposte con Leila que…
Pero Athan no pudo escuchar lo otro que dijo, pues todos sus sentidos se habían nublado ante la acción de Leo. Su corazón comenzó a latir rápidamente y pudo sentir como su rostro se calentaba.
- ¿y qué opinas? - pregunto Leo deteniéndose, haciendo que Athan también se detuviera
- ¿Que qué opino? - balbuceo nervioso
Maldijo en su interior por no haber prestado atención, ahora Leo pensaría que no quería escucharlo. La risa del rubio se escuchó acelerando aún más el corazón de Athan.
- Eres muy lindo cuando te pierdes en tus pensamientos- sonrió y puso una mano en el cabello de Athan despeinándolo- nos vemos mañana en el trabajo.
- Si, nos vemos mañana- susurro tímido
Vio como Leo cruzo en la esquina y salió de su campo de visión. Casi quiso gritar como colegiala enamorada. Enserio le gustaba demasiado Leo.
Habían sido amigos desde pequeños y aun después del accidente Leo siguió junto a él cuidándolo. El pensar que sus sentimientos podían ser correspondidos lo hacían sentir que caminaba en las nubes. El sonido de su teléfono lo saco de su imaginación, el nombre “oficial Eric” aparecía en la pantalla.