Habitantes de las sombras

Capitulo 2: Cruz

Sentía que se quemaba, que las llamas consumían su cuerpo hasta dejar nada más que cenizas, aun cuando el fuego no invadía su cuerpo el así lo sentía.

Y también estaban los gritos, oh, aquellos gritos que volvían desde lo profundo de su mente para torturarlo, recordándole a cada maldito segundo que él seguía vivo, respirando, mientras que su familia yacía mas de tres metros bajo tierra.

Observo sus manos, todo le parecía tan irreal, como una fantasía creada por alguna inteligencia artificial, sus manos eran pequeñas, en sus pies traía puestos los zapatos amarillos, aquellos por los cuales siempre le rogaba a su madre que le pusiera.

Frente a él estaba su antigua casa, quemándose por el fuego y consumiendo consigo lo más preciado que tenía.

¿y si hubiera gritado? ¿y si hubiera corrido a pedir ayuda? ¿y si hubiera…?

Siempre al final del día sus pensamientos sobre el accidente se resumían a eso, a “si hubiera”.

Su cabeza estaba gacha, viendo sus zapatos y atormentándose por los gritos que se oían de su familia. En su campo de visión apareció un par de zapatos negros, tan limpios que podía ver su rostro reflejado.

Alzo su rostro viendo a la persona frente a él, vestía un traje negro, tenía piel pálida y era muy alto.

“¿Es la muerte?”, pensó.

- No soy la muerte- respondió el hombre haciendo que el pequeño Athan brincara en su lugar.

“¿sabe leer mentes?”

- Tal vez- rio- ¿y que hace un niño como tú en la calle a estas horas?

“es un sueño” quiso responder, pero contrario a su deseo de sus labios salió un:

- Mi familia está ahí- señalo la casa a las espaldas del hombre

El hombre miro por sobre su hombro.

- ¿y por qué no entras?, ¿te castigaron?

Athan frunció el ceño, ¿acaso no veía que la casa se consumía por las llamas?

- La casa se está queman…

Pero sus palabras quedaron en el aire cuando vio que el fuego ya no estaba ni tampoco se oían los gritos. De hecho, la casa estaba en perfectas condiciones.

- Vamos, entra- lo animo el desconocido.

Athan lo miro tratando de buscar alguna explicación en su rostro, pero se sorprendió al descubrir que no podía ver su rostro, como si un manto de oscuridad cubriera su cara dejando ver ligeramente su boca, por lo que Athan podía ver que el hombre sonreía.

Dio un paso, dudoso, como si sintiera que en un abrir y cerrar de ojos la casa volvería a estar en llamas. Pronto su corazón se aceleró por la ansiedad, ¿y si su familia estaba allí con vida?

Corrió hasta entrar a la casa. El olor a café recién hecho se esparcía por el lugar y el tarareo de su madre era música para sus oídos. Ellos estaban… ahí.

- ¿Qué haces ahí parado? - la voz de su padre se escuchó a sus espaldas.

Volteo y miro a su progenitor, un hombre ya en sus cuarenta, con cabello castaño y algunas canas, ojos cafés y una sonrisa amable que lo caracterizaba.

- Yo…- balbuceo

- Eres idéntico a tu madre- rio acariciando la cabeza de Athan

Y era cierto, había sacado el cabello pelirrojo de su madre junto con sus ojos color miel, era todo lo contrario a su padre.

El padre de Athan lo condujo a la sala en donde su madre estaba colocando la comida ya servida en el comedor.

Se sentía… bien.

Se sentía en casa. Sus padres estaban junto a él y de pronto la idea de que todo era un sueño se desvaneció, o más bien el hizo que se desvaneciera.

- Siéntate cariño- hablo su madre cuando termino de organizar todo.

Athan se sentó y sus padres tomaron asiento cada uno al lado de él.

En el plato había…

Su corazón se aceleró tanto que su pecho comenzó a doler y las lágrimas inundaron sus ojos. En el plato estaban las cabezas de sus padres.

- ¿Qué es…?- balbuceo

Cuando alzo su vista los cuerpos de sus padres estaban, efectivamente, sin cabeza, aunque seguían sentados con una perfecta postura como si ese no fuera el caso, el olor a carne quemada comenzó a llenar el lugar.

El pelirrojo tapo su nariz con su antebrazo ante el olor tan fuerte.

- ¿Por qué pasa esto? - sollozo

- Atlas- una voz aguda y chirriante salió del cuerpo de sus padres.

“no tienen cabeza, ¿Cómo es que pueden hablar?”

- ¡todo es tu culpa- comenzaron a gritar golpeando sus brazos en la mesa- ¡tú nos mataste, tú lo mataste a él!

Y los gritos culpándolo siguieron, con voces tan agudas que parecían romper sus tímpanos. Cubrió sus orejas con sus manos y pudo presenciar el momento exacto en donde el fuego se desato, cubriendo toda la estancia y rozando su piel de forma dolorosa.

- ¡tienes que morir, tienes que morir!

- ¡ya cállense! - grito desesperado sin quitar sus manos de sus oídos- yo no los mate, no fui yo

A un rincón de la sala pudo visualizar una sombra, y a pesar de que los gritos seguían junto con el fuego todos sus sentidos se concentraron en eso. Parecía que sonreía, y aunque no tenía rostro Athan así lo sentía, también pudo escuchar como con voz profunda le decía.

- Recuerda, todo esto es tu culpa.

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El sol brillaba como nunca en aquel pueblo, alegrando con su luz a los reservados habitantes.

Tal vez la mayoría de ellos se encontraban recolectando café, la principal fuente de ingreso de las personas, un trabajo que era heredado de generación en generación. La mayoría de la población eran personas de la mediana o tercera edad, por lo que se podría decir que era un trabajo para toda la vida, pues la mayoría comenzaba desde una edad temprana.

Athan amaba el café, mas nunca se interesó en el trabajo de este.




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