Habitantes de las sombras

capitulo 3: Citas y demonios.

Cuando recordaba lo sucedido con sus padres a su mente venia la comisaria del pueblo. Se encontraba sentado con la mirada perdida mientras que la mayoría de los adultos se encontraban en el pequeño espacio debatiendo que pasaría con él.

- Athan es un buen niño, así que seguro no será un problema cuidarlo hasta que cumpla la mayoría de edad- comento la señora Luci, la madre de Leo

Se había decidido, estaría viviendo con la familia Stone hasta cumplir dieciocho años.

¿nada mal no?, por lo menos no estaría pasando trabajo, o eso pensó, pues toda su estancia con la familia no fue como el pequeño pelirrojo lo imagino, excepto por Leo, el cual se escabullía hasta su habitación a calmar sus constantes pesadillas, y aunque sabía que lo que sentía estaba mal no podía evitar soñar con estar con él por el resto de su vida, aun cuando Leo no lo pensaba así.

Estaba sentado en una de las tantas mesas de la concurrida cafetería Golden, llevaba su uniforme ya que después del desayuno iría a trabajar. Sus manos temblaban ligeramente y un nudo se formaba en su garganta.

Novia.

Jamás pensó que una sola palabra lo podría destruir de tal manera, comenzó a morder la uña de su dedo pulgar pensando ansiosamente quien podría ser la chica. Nada venía a su cabeza, sus amistades eran las mismas y nunca le había hablado en especial de alguien.

- Athan.

Un escalofrió recorrió su cuerpo, pero no volteo, jamás lo hacía. Fuera lo que fuera no era real y punto.

- Mierda- murmuro cuando un punzante dolor de cabeza llego de repente.

 

- Aquí estas, te estaba llamando, pero no respondiste- la voz de Leo llego a sus oídos como una suave melodía, casi disipando de inmediato su dolor de cabeza

Cuando alzo su vista sus ojos no se detuvieron a observar al rubio, sino a la chica a su lado. Una chica que no podía pasar desapercibida, con cabello negro largo y liso, ojos azules y piel morena que brillaba como si estuviera rociada en oro.

Leila.

- Hola Athan- hablo la pelinegra con una gran sonrisa

Ambos tomaron asiento al frente de Athan mientras que este no podía siquiera respirar. Miro a Leo buscando una explicación.

- Oh si, Athan ya sé que conoces a Leila, ella es mi novia.

Algo en el cerebro del pelirrojo pareció estallar de rabia.

¿enserio con Leila?, ¿no que la había rechazado en la universidad?

- Pero como es que…- balbuceo aun sin poder creerlo

- Bueno, digamos que todo se dio de forma muy espontanea- respondió el rubio avergonzado

- Si, Leo se estaba haciendo el difícil – comento Leila

Ambos rieron ante su comentario, menos Athan que aun procesaba esta situación del carajo.

 

¿Por qué tenía que ser ella?

- ¿y desde…- trago saliva tratando de controlar sus ganas de llorar- desde cuando están saliendo?

- Como desde hace tres semanas- respondió Leila

Tres semanas. Tres. Putas. Semanas.

- No tenía idea- murmuro entre dientes

Se sentía traicionado de que su amigo no le hubiera contado algo tan importante, eso dolía, pero no más que el enterarse de que estaba en una relación.

¿Por qué no puedo ser yo?, hemos estado juntos desde pequeños, entonces ¿porque solo fui yo el que desarrollo estos sentimientos?

Sentía que sus lágrimas saldrían en cualquier momento y el odio hacia Leila crecía a cada segundo.

- Leo me conto que has estado pasando un mal momento- comenzó a decir Leila con voz suave, como si estuviera hablando con un animal que sufrió abusos durante años- y también sé que no nos conocemos bien, pero si necesitas ayuda no dudes en decirme.

- Sí, yo también sé que no nos conocemos bien, por lo que me pregunto si pensaste en que al decirme esto me harías sentir incomodo

El rostro de la pelinegra se contrajo en sorpresa, abrió su boca sin saber muy bien que decir.

- Athan no seas así, Leila no lo dijo con mala intención solo quiere ayudar

La furia del pelirrojo aumento al ver como Leo la defendía, y cuando Athan se enojaba destruía a las personas con sus palabras.

- ¿ayudar?, ¿a quién?, a mi o a ella tratando de ganar su imagen de niña buena con el chico huérfano del pueblo.

- Athan, ¿Qué te pasa? - respondió Leo entre dientes conteniendo su furia

- ¿Que qué me pasa? - rio sarcásticamente, varias personas voltearon a mirarlos por la fuerza con la que reía- estas saliendo con alguien desde hace tres semanas y nunca me dijiste nada, y aparte de eso le contaste cosas de mi vida personal a una completa extraña.

- Yo…- Leo estaba sorprendido ante la reacción de Athan, jamás lo había visto así ni tampoco tenía forma alguna de defenderse

Un punzante dolor de cabeza lo ataco de nuevo, como si alguien estuviera partiendo su cráneo en dos. Soltó un pequeño quejido de dolor y llevo sus manos a su sien. Su vista se volvía borrosa y el sonido llegaba de forma distorsionada a sus oídos.

Lo único que quería hacer era salir de ese lugar, así que dijo algo que para el sonó como una disculpa, aunque parecía que había balbuceado sin sentido. Se levantó de la mesa tambaleante dirigiéndose a la salida, su cabeza parecía querer partirse en dos a cada paso, pero su necesidad de salir de ahí le impedía derrumbarse.

- Sigue caminando- susurraron en la parte trasera de su cuello

 

Su corazón parecía querer salirse de su pecho ante la extraña, pero familiar sensación que lo embargaba. Algo estaba mal con él, muy mal. Pensaba pues sentía como sus pasos eran guiados por alguien, no podía dejar de caminar, su visión seguía borrosa y no podía escuchar bien, era como estar caminando a la deriva sin saber si al dar un paso podrías caer al abismo.

No sabía que pasaba, pero quería llorar, llorar por todo lo que sentía.

Sus pasos se detuvieron, y la sensación de que alguien estaba detrás suyo aumento con más fuerza.

¿Qué pasa? ¿Qué es esto?




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