Su mirada fija en el espejo detallaba cada parte de su rostro, quería marcar en su mente que solo él tenía está apariencia, y que solo él era necesario. Aún recordaba el trato que recibía de sus desquiciados padres. Como cada noche lo encerraban en aquel cuartito de su antigua casa y no lo dejaban salir hasta que el sol aparecía en el cielo, todas las noches desde que tenía memoria había sido lo mismo.
¿Por qué él? ¿Por qué no Atlas?
Su niño interior aún se hacía estás preguntas. ¿Fue porque estrujó al pez dorado de su hermano? ¿fue porque intentó ahogar a su hermano en la bañera?
Atlas lo sabía, lo sabía desde que la mirada de sus padres y todos en el pueblo lo veían con terror y a su hermano Athan con cariño. Él había nacido con un corazón podrido, mientras que su hermano había nacido con un corazón puro y bondadoso. No fue hasta el accidente que vió la oportunidad de tener lo que siempre quiso, fingió ser Athan, diciendo que su hermano Atlas había muerto en el incendio junto a sus padres, todo iba bien hasta que los secretos del pasado de sus padres volvieron para cobrar factura.
Admitía investigar al principio preocupado por lo que el peliblanco parecía saber sobre la muerte de sus padres, pero luego se dió cuenta que los secretos que los envolvían a ellos eran tan filosos que amenazaban con cortar su garganta. Y sí, lo admitía, había algo que no podía recordar, como comenzó el incendio y el cómo solo él logró salir con vida.
Deimos apareció tras suyo y abrazó su cintura.
— Estaré contigo en todo momento — su voz baja estremeció su piel— así que ten cuidado si no quieres que el cuello de tu amigo se rompa.
Atlas volteó para verlo con reproche. No dijo nada y agarró su bolso en donde tenía el libro de Louis, la hoja que encontró en la casa de sus padres y sus documentos y dinero. No sabía para qué lo había citado Leo, pero lo que sí sabía era que Don Martín no lo quería tanto como para no hacerle daño.
Salió de la habitación y bajó la escaleras para ver a Lenox y Max sentados en el mueble junto a un Athan amarrado y tirado en el suelo.
— ¿Todavía no ha dicho nada?— preguntó mirando con odio y desprecio a Athan
— No— dijo Lenox
Atlas frunció el seño.
¿Como estos seres sobrenaturales no eran capaces de hacer que un simple humano hablara?
— Hay que irnos ya— lo apresuró Deimos
Ambos salieron de la casa en dirección a la caseta. Deimos iba serio, sin su usual expresión burlona, después de unos minutos habló
— Solo enfrentalos si ellos lo hacen, ¿entendido?
— Lo entiendo
Atlas no sabía las cartas de Don Martín, por lo que no podía cometer el error de revelar las suyas. Cuando llegaron a la caseta Atlas respiró profundamente y entró sintiendo como Deimos se fusionaba con su sombra.
— Llegaste.
La voz de Don Martín era tranquila como siempre, sentado tras la mesa de roble parecía alguien amable y benévolo. Sin embargo su sonrisa no decía lo mismo que su voz.
— Leo dijo que me reuniera con él, pero no dijo que también con usted.
Don Martín sonrió.
— ¿A quién buscas mi niño?— su voz suave iba acompañada con una mirada dura
— No sé de qué habla...
— ¿Buscas a Louis?
El cuerpo de Atlas se tensó, sintió como si el anciano frente a él supiera cada uno de sus movimientos todo este tiempo. Apretó sus manos en puños.
— ¿Quién es ese tal Louis?— preguntó haciéndose el ingenuo
La sonrisa del anciano se borró.
— No te hagas el tonto— se reclinó hacia atrás — sé todo lo que has estado haciendo.
Atlas sintió su corazón caer al suelo.
— ¿Quieres saber porqué murió Louis?— Atlas no respondió — déjame contarte algo — su sonrisa amable apareció — cuando tus padres se mudaron al pueblo tu madre estaba embarazada — su voz se detuvo y en sus ojos una chispa de maldad surgió — de gemelos
Atlas sintió desfallecer, ¿así que todo esté tiempo todos en el pueblo lo sabían? ¿Sí Atlas les había dicho que había perdido la memoria porque no le hablaron de su gemelo?
— ¿Gemelo? ¿de qué está hablando?— fingió pues para todos Atlas no recordaba nada de sus padres
— Sí, tú tenías un gemelo, se llamaba Atlas— escuchar su nombre real ser pronunciado de forma tan asquerosa por el anciano lo hizo querer vomitar— pero ese no es el punto, tus padres eran aliados de Louis, lo estaban ayudando a investigar algo.
Atlas esperó impaciente a que Don Martín revelará algo sobre la secta que sus padres habían investigado, pero en cambio dijo:
— Estaban investigando a un ser hecho de sombras que en tiempos atrás aterrorizaba el pueblo, Louis dió su vida a cambio de la investigación
Atlas lo miró incrédulo, a pesar de todo seguía manipulandolo.
— Tus padres también murieron a manos del ser que está detrás tuyo.
Atlas se sobresaltó tras ese comentario, ¿el anciano logró ver a Deimos?
Sintió una mano agarrando su hombro y la grave risa de Deimos en su oreja
— Qué mierda estás hablando viejo.
Don Martín sonrió, como si todo lo que estaba sucediendo fuera parte de su plan.
— ¿Acaso tienes algo para decir?
La sonrisa de Deimos se borró, sus ojos con mirada asesina se clavaron en el anciano.
— Mi niño, ¿qué has está haciendo con el asesino de tus padres?
Atlas miró a Deimos, luego al anciano y finalmente a Deimis.
— ¿Qué está pasando?
Deimos no lo miró, simplemente estaba ahí parado a su lado matando con la mirada al anciano. No pronunció palabra, tampoco tenía cara de querer explicarse.
— Deimos— lo llamó con urgencia en su voz— ¿de qué está hablando?
Deimos no lo volteó a ver, en cambio fue Don Martín quién le respondió.
— No tiene nada por decir ya que es la verdad
En menos de un segundo Deimos apareció frente al anciano ahorcandolo. Atlas simplemente se quedó ahí estático sin saber qué hacer, ¿por qué Deimos no le decía nada?
— ¡Él los mató! ¡él es de quién debes vengarte!— comenzó a gritar el anciano histérico