Juan no paraba de pensar en aquella chica que siempre veía en la biblioteca, en ciertas ocasiones hacían contacto visual pero luego ambos volvían al párrafo de su libro aquel sentimiento de deseo era imparable se deseaban con pasión pero había algo que impedían que estuviesen juntos, no se conocían pero sus miradas daban algo diferente como si se hubiesen conocido en otra vida, cada vez que las sabanas estaban frías el chico pensaba como seria tenerla en sus brazos, su calor, su cuerpo entero encima de él. Aquellos pensamientos hacían que la habitación se volviera más oscura, cuando buscaba inspiración para pintar se tomaba su tiempo imaginaba que ella estaba ahí, detrás el susurrándole al oído que ella lo deseaba como él lo hacía.
Con un ligero movimiento de manos iba dibujando su rostro angelical, luego su torso y finalmente todo su escultural cuerpo de mujer no había más hermoso que su potente mirada aquellos ojos verdes destilaban un poco de ternura y a la vez posesión sobre cualquier hombre que se fijase en ella, Juan decía que ella era su medicina pero en realidad era su perdición cada hombre que se perdía en sus ojos ya estaba muerto; le era difícil dejarla ir sentía que se moría cuando estaban separados por eso tenía todo su estudio lleno de pinturas para nunca olvidarla, pero todo esto lo que has leído es solo la imaginación de Juan nunca lograron conocerse pero lograron toparse en el pasillo de la salida de la biblioteca pudieron mirarse bien por unos minutos pero ninguno tuvo el valor de hablarse y preguntarse sus nombres, quedando nuevamente solos y alejados de aquel deseo.
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Editado: 23.05.2018