Háblame sin mirarme

5. Salida




- Desde entonces, soy como soy. Ese recuerdo me persigue todas las noches pero en mis pesadillas parecen más sangrientas. Además de esta lucha interna que tengo con este monstruo que me atormenta.  

Diana estaba sentada al frente de Martha, mirando hacia el suelo. Le costaba conversar sobre sus sentimientos mirando a alguien a los ojos. Ya le había contado toda su historia. Y se sintió extrañamente bien, como quitarse un peso de encima mientras hablaba, nunca se lo había dicho a nadie, ni mucho menos expresado sus sentimientos tan abiertamente.  

- Me alejé de mi vida pasada, no he hablado con nadie del pasado, excepto Samuel, con él fue inevitable porque estudia conmigo. Quise enterrar todo. No volví a hablar ni con mi amiga-  confesó.  

- ¿Tu amiga? ¿Adriana dijiste que se llamaba?  

Suspiró pensando en ella. Esa pérdida si le había dolido.  

- Adriana intentó ayudarme. Ser mi apoyo. Ella era mi amiga de toda la vida. Pero luego de lo pasó, me sentí diferente, como que no encajaba ya con ella. Sus problemas me parecían estúpidos, intentaba escucharme. Pero yo no quería hablar. Ese mundo, en el que vivía antes, y del que ella parte, ya no era para mí.  

- ¿La extrañas?  

Diana lo pensó, intentando descifrar lo que ella sentía.  

- Extraño... a la anterior Diana, la que no podía pasar mucho tiempo enojada con ella y con la que Adriana era inseperable. Y si, extraño tener una amiga con quién contar. Pero siento que hablarle sería como un paso hacia atrás.   

La psicóloga se cruzó de piernas observándola atentamente.   

-¿Creíste que si dejabas todo atrás y no volvías a pensar en nada de lo que sucedió podrías superarlo y seguir con tu vida? - le preguntó.   

- Bueno... Dicho así no suena muy saludable ¿No? Creo que ni siquiera lo hice a propósito, todo fue un cumulo de acciones en dónde implícitamente estaba ese deseo de dejar todo atrás - ese hecho le sorprendió hasta a ella, a veces Diana sentía que no se conocía y que tenía una incapacidad para descifrar sus propias emociones. Tener ayuda hacía que fuera posible poner las cosas en orden en su mente.   

- ¿Qué crees que has evitado desde entonces Diana?   

Lo pensó un momento.   

- Evito que mi cuerpo se vea debajo de mi ropa. Evito caminar sola en la calle, salgo siempre acompañada y regreso a casa en un bus que me deja prácticamente al frente de mi casa. Antes simplemente caminaba. Evito fiestas o reuniones sociales - Diana se acomodó en silla, mientras lo analizaba, tampoco había pensado en todas las cosas que dejó de hacer. Sonrió ante lo último que se acordó - Evito la música y bailar, evito principalmente esa canción, la que sonaba en ese momento, no soporto escucharla. Me enloquece.   

- Ahí está la clave. Diana ¿Tu sabes cómo inician los agorafobicos? - le preguntó, a lo que Diana movió la cabeza en negación - Bueno no todos, te voy a dar un ejemplo de lo que a algunos les pasa. - se acomodó un poco hacia adelante -  Imagínate a una persona que tuvo un trauma cuando estaba en un supermercado. Un día regresa al lugar pero se siente... mal, está incómoda, los recuerdos  atacan, entonces se va. Y no vuelve, porque sabe que lo que ese lugar le provoca. Pronto le comienza a temer, incluso evita pasar a cerca del lugar en su auto, luego se va alejando de cualquier mínima cosa que le recuerde su trauma. Evita el semáforo cercano, evita la calle, evita cualquier tienda, pronto se da cuenta que ningún lugar es seguro así que poco a poco se queda atrapada, y en el único lugar en el que se siente segura es en su casa.   

>> ¿Sabes cual fue el error de esa persona? Irse del supermercado la primera vez, su cerebro recibió estímulos negativos y huyó. Entonces su cerebro clasifica ese lugar como peligroso. Eso es lo que sucede aquí - señaló su cabeza - cuando huyes. Le das espacio a más temor. Si esa persona se hubiera quedado ahí. Y luego regresa al otro día, y al otro día, su cerebro ya no lo clasificaría como peligroso. Porque se supone que ante el peligro se huye. Pero si no lo haces, no huyes, te quedas. Lo enfrentas, así cueste. Créeme entiendo cuando cuesta, poco a poco este lugar o cosa, o lo que sea que te traiga un mal recuerdo, no tendrá un efecto negativo en ti.   

La verdad tenía mucho sentido lo que la psicóloga decía. Y comenzó a ver las cosas de manera más clara.   

- ¿Usted cree que debo hacer las cosas que ahora evito?   

- Es un buen inicio. Puedes comenzar con cosas pequeñas, en mi opinión sería escuchar esta canción que tanto te molesta. Escucharla cada vez que puedas, hasta que ya no tenga un significado malo, y sólo sea lo que es. Una canción.   

Hasta pensarlo la ponía incómoda. Pero era un paso, y era el más fácil en comparación con lo demás; si realmente quería un cambio necesitaba poner de su parte.   

- Hoy, hice algo que no hacía hace mucho tiempo - la psicóloga alzó las cejas interrogativa- hablar lo que sucedió, no lo había contado desde que mi papá fue sentenciado. Durante todo el proceso legal me tocó repetir mi versión de los hechos varias veces. Pero no de la manera que lo hice, antes, cuado venían esos recuerdos los evitaba completamente, los sacaba de mi y me distraía en otra cosa. Hasta que dejó de volver a mi mente. Hoy fue la primera vez que profundicé en todo esto.   

Martha sonrió como si fuera una madre orgullosa.   

- No sabes cuánto me alegra oírlo. Creo que hoy fue un buen día ¿No? Veo que tienes esas ganas de salir adelante. Y eso facilita mucho las cosas - miró el reloj - creo que aquí terminamos. Ya nos hemos pasado del tiempo incluso - comentó risueña mientras se levantaba.   

Diana la imitó, pero sintió que debía decirle algo.   

- Profesora Martha, quiero decirle que agradezco mucho todo esto. Siento... que realmente puedo volver a ser como era antes. Es algo de lo que voy a estar agradecida toda la vida se lo aseguro.   

La profesora Martha la abrazó mientras caminaban hacia la salida.   

-No vas a volver a ser lo que eras antes. Serás una versión mejorada de ella. Y no tienes que agradecer, lo hago gustosa, para esto fue que estudié, y nada me hace más feliz que ayudarte.   

Al final se despidió y se fue a su auto. La verdad, Diana se sentía renovada. No le agradaba la idea de someterse a todo lo que le vendría al escuchar esa canción pero le emocionaba saber que en algún punto de su vida ya no iba a significar nada. Y sería superada.   

Tenía una sonrisa en el rostro cuando entró en el auto de su hermano al salir. Las citas eran después de clases, así que el autobús en el que siempre volvía pasaría mucho tiempo después. Y aunque avanzaba, no estaba lista para salir sola a la calle.   

***   

- ¿Qué haces durante el descanso? - preguntó de repente Samuel mientras caminaban hacia el salón  de química con sus batas puestas.   

- Disfrutar de tu ausencia - respondió bromeando a lo que Samuel reaccionó con un pequeño empujón.   

- En serio...   

- Estoy en los banquitos que dan al Instituto.   

- ¿Sola?   

Diana se dirigió a él extrañada ante su pregunta. "¿Será posible...?" No sabía qué responder, no quería que se enterara pero tampoco quería ser atrapada en la mentira. Así que utilizó la infaltable técnica de responder con otra regunta quitándole importancia a la pregunta principal.   

-¿Por qué la pregunta? ¿Acaso estás celoso? Tranquilo, siempre vas a hacer mi idiota favorito.   

Samuel la miró indignado.   

- Ni celoso, ni idiota niña. Preocupado. No quiero que andes con cualquier estúpido que te lastime. Entiendo que necesites tiempo para conocer a más personas, por todo lo que... - se hizo un silencio incómodo entre los dos.   

 Diana era muy consciente de que Samuel sabía todo lo que le sucedió, y no porque ella se lo contó si no porque todo su anterior colegio lo sabía. Nunca le había preguntado qué versión de la historia escuchó, ni tampoco tenía ganas de contarle la suya; sin embargo, esa duda permanecía.    

- No tienes nada por lo que preocuparte. Estoy bien.   

Samuel tenía cara de no creerle pero decidió no seguir con el tema  

***  

- ¿Qué estudias? - Diana tenía esa duda hace algunos días, se dió cuenta que nunca se  lo dijo.   

El cabello de Daniel ese día parecía más cedoso que nunca, a Diana le daban muchas ganas de acariciarlo. Podría apostar a que si lo hacía, sería más suave de lo que se imaginaba. Pensar en eso le dió escalofríos. Parecía lejano el día en que pudiera hacerlo con confianza. "¿Estás diciendo que esperas que algo suceda en un futuro?" chilló su irritante voz. Decidió no responderse.   

-Artes Plásticas. Aquí donde me ves, soy un excelente pintor - escuchó que abría una bolsa, no vio qué era hasta que le ofreció. Eran dulces. - ¿Quieres?   

Su mano estaba extendida hacia atrás. 


- No gracias. Gastritis - suprimió el término "nerviosa" que era lo que en realidad tenía.  

Era una gastritis extraña ya que surgía de su estado emocional y no de sus hábitos alimenticios. Recordaba la acidez subiendo por su pecho antes cada parte del juicio y de como, los días siguientes de la sentencia algunos alimentos le irritan tanto el estómago que Diana lloraba de dolor. 



Daniel se giró rápidamente con el ceño fruncido. Durante esos días que se habían visto, él rompía muy seguido su propia regla. Pero a Diana no le molestaba, cada vez que lo hacía se sentía un poco más cómoda con él mirándola fijamente, pero faltaba un poco más para que ellos dos pudieran mantener una conversación como personas normales.   

- ¿Hace cuánto?   

- Comenzó aproximadamente hace un año 

Daniel volvió a mirar a su frente.   

- ¿No comes nada dulce? - preguntó horrorizado  

- Si... pero modero bastante mis porciones - aunque el pastel que hizo para su papá aquel día estaba delicioso, Diana solo pudo probar un pedazo muy pequeño - Tampoco nada con mucha grasa o picante  

- ¿Cómo es que estás viva?   

- En realidad... Antes de que la gastritis comenzara, no era muy fan de las cosas dulces. No me costó mucho dejar todas esas comidas. Por ejemplo, no me gusta el chocolate.   

- En ese caso... Creo que tendré que ser lo único dulce en tu vida - "Tampoco ayuda, tu presencia me causa tantos nervios que me da ganas de vomitar" le respondió en su mente. "Eso no es un escenario muy romántico" se contestó.   

- Eso fue muy cursi incluso para ti 

- Lo sé, mientras lo decía quería detenerme, pero salió así 

- Wow me gustaría poder hacer eso 

- ¿El qué? 

- Poder decir lo que siento cuando lo siento. Sin pensarlo, solo lanzarme al agua. 


Daniel inclinó la cabeza mirando distraídamente el cielo despejado. 

- Todavía no estoy seguro de si es una cualidad buena o mala - respondió pensativo - A veces eres vulnerable y otras eres cruel. 

- Y otras pones nerviosas a las personas como yo - le dijo en tono de regaño. 

- En ese caso es mi don. 

- ¿Por qué? Hasta parece que disfrutas poniéndome así. 

Él ladeó levemente el rostro mostrando su perfil bien dibujado, tenía una sonrisa satisfecha. 

- Es agradable saber que tengo el mismo efecto en ti que tú tienes en mí. 

Decidió ignorar eso último para no darle el placer de infiltrarse en ella.     

- Creo que yo tengo un don para atraer locos - dijo risueña, era una frase de doble tono, si Daniel conociera su historia sabría el.  porqué  ¿Qué le pasaba con este chico? Con el todo parecía tan sencillo, y se sentía libre de cualquier carga que llevaba durante todo ese tiempo.  

Diana seguía sintiendo inseguridad respecto a todo lo que tenía que ver con él, a pesar de que él ya le había respondido su pregunta, era inevitable preguntarse que seguía haciendo ahí. Las dudas ya normales seguían llegando. Tenía cientos de preguntas, que desearía poder hacer.   

- ¿Acaso me estás engañando? ¿Y hablas con muchos locos por ahí?   

- ¿Me viste cara de aguantar a cualquier loco ? - era raro decirlo, porque en realidad convivía con un montón de ellos. Gabriel era la viva imagen de la falta de cordura. 

- Tienes cara de que podrías enloquecer a cualquiera. 

- Eso me ofendió. 

- Lo decía porque eres guapísima. 

Una vez más agradeció que le diera la espalda, estaba segura que a él le encantaría ver cómo el rubor se inyectaba en sus mejillas. 

- Creo que lo único que refleja mi rostro es que el sol y yo somos enemigos -Diana tenía una tez blanca herededa de su abuela materna, pero con el tiempo que pasó encerrada en su casa, ella sentía que más bien se veía pálida. Había intentado broncearse pero lo único que conseguía eran quemaduras y una piel rojiza.   

- No me parece que se vea mal. Te da un aire vampirezco, que va muy bien con el misterio que te rodea.   

Diana frunció el ceño.   

-¿Crees que soy misteriosa?   

- Un poco sí.   

- Pero he respondido todas tus preguntas - y vaya que habían sido muchas. Daniel tenía una gran habilidad para hacer preguntas extrañas y aleatorias que dejaban a Diana pensando.   

- Igual... - giró la cabeza un poco pensativo - Siento que sólo puedo ver lo que tú me permites que vea.   

Eso era cierto, pero a Diana también le tenían que dar un poco de crédito, se había abierto un par de veces con él, a pesar de su personalidad introvertida que hacía que fuera muy difícil expresar sus sentimientos a cualquiera. Estar sentada ahí con él, requería de mucho esfuerzo mental para ella y también lo requería  no salir corriendo cada vez que Daniel decía algo que la avergonzaba.   

Eran muy pocas las veces en las que Diana decía algo sin pensarlo muy bien antes. Y con Daniel se descubrió espontánea de vez en cuando. Él no lo podía ver, pero ella estaba cambiando para bien cuando estaba cerca suyo.   

Sin embargo su pasado seguía presente, no se obsesionaba pensando en ello pero influía en cada una de sus acciones. Una parte de ella, quería que Daniel siguiera conservando una imagen menos rota de ella.   

- Quizás no te guste lo que veas. Creéme, es mejor así - si Daniel la conocía realmente, solo vería la imagen de una chica atormentada y quizás intentaría ayudarla; era buena persona, lo haría por cualquiera; a Diana le gustaba la chica que estaba emergiendo, y quizás él era el motor pero el mérito siempre iba a ser de ella.   

- ¿No crees que eso sería hipócrita de mi parte? Querer conocer sólo la parte de "bonita" - hizo las comillas con los dedos - de ti, ¿Qué clase de persona me hace si lo aceptara? Te lo dije desde el principio. Quiero conocerte. Toda tú. Sin máscaras, sin espacios negros. Hasta tus monstruos. Y no pienso escapar ni fingir que no existen. Porque... Yo no soy ni de lejos un santo, tengo los míos.   

Era la primera vez, que escuchaba que alguien le decía "monstruo" a su carga, esa palabra siempre la repetía en su mente. Y Daniel no simplemente era consciente de los de ella, si no que había expuestos los de él.  

- En el momento en que te manifieste mi verdadero yo con mis puntos grises , todo va a cambiar. Y ni siquiera te conozco tanto para hacerte eso. Ya no me verás solo a mi, si no todo lo demás.   

La conversación había adquirido un tono serio. Y tuvo la sensación de que por el camino que iban, no terminaría bien 

- ¿Crees que voy a huir?   

- No. Te he conocido lo suficiente para saber que te vas a quedar, pero será tu necesidad de ayudar más no porque yo te interese.   

De pronto tenía a Daniel de frente, en todo su esplendor, cabello como la miel, piel bronceada, nariz bien perfilada y unos labios que simple vista parecían muy suaves. Su belleza era deslumbrante y más cuando la miraba fijamente con aquella intensidad característica solo de él,  tenía una mano puesta en cada una de sus rodillas. Diana miró con sorpresa el espacio en que sus pieles estaban en contacto. Mientras el pánico se apoderaba de ella, sentia la avalancha de emociones que se venía. Ninguna era buena. 
Las pupilas temblorosas las había visto antes. Hubo algo entre la combinación de esos dos factores que provocaron mil revoluciones dentro de Diana, para él, aquel contacto físico era normal, para ella, era el inicio de una pesadilla. 

- No tienes idea - dijo con una voz fría y carente de cualquier emoción. Supo, por su tono que no quería dejar espacio a la duda. 

Entonces tuvo una escena retrospectiva en su mente. Y ya no veía al chico agradable que conoció hace unos días, su tacto no era suave, si no que veía a ese hombre, a su agresor, los dos tenían el mismo movimiento extraño en sus pupilas. Sintió que su mano quemaba.   

-¡No me toques! - le gritó quitando el brazo bruscamente y poniéndose de pie.   

Daniel la miró estupefacto, como si no la reconociera. Entonces fue cuando se dió cuenta de su error. No quería hacerle daño, él era bueno. No la tocaba con malicia, no era él, solo era Daniel.   

 Pero estar en sus cinco sentidos nuevamente no mejoró las cosas para ella, si no que las empeoró, imaginándose lo que en ese momento le pasaba a el chico por la mente, todas las cosas malas "Quizá se vaya y quizá eso sea lo mejor". La frustración la inundó. La emoción fue tan fuerte que sentía ganas de llorar como cada vez que experimentaba sentimientos así.   

- ¡Lo ves! ¿Crees que esto es normal? - su voz se quebró mientras se arrodillaba - Ya en serio Daniel ¿Que estás haciendo aquí? Todavía no lo entiendo. ¿No ves que no tengo nada para ofrecer? Ambos sabemos que este juego que empezamos, no va a ningún lado.   

No respondió nada.   

Diana se levantó suavemente e intentó tranquilizarse. Comenzó a susurrar sus conectores de paz mientras caminaba un poco de un lado a otro. Cuando por fin sintió que su respiración volvía a ser normal, volvió a hablar.   

- Daniel. Si tengo algo para ofrecerte - hizo una pausa pensando bien en lo que iba a decir- Una salida aquí y ahora. Aún no es tarde. Solo nos hemos visto un par de días. No creo que te importe demasiado.... - respiró hondo - Puedes irte.   

Su receptor, que se encontraba mirando al suelo con las manos sujetas, levantó la vista rápidamente confundido.   

- Puedes irte - repitió- puedes olvidar que existí justo ahora, fingir que no me conociste. Que ésto, fuese lo que fuese, nunca sucedió. Lo que estoy viviendo en estos momentos es complicado. Y no es justo para tí, ni tampoco para mí porque lo último que necesito ahora es una desilusión más. Todavía es temprano para hacerlo. Hazlo - Diana no hablaba con tal seguridad desde hace mucho tiempo y entendía la razón de que fuera así, sabía que eso era lo correcto.   

A pesar de que una escuchaba una voz muy insistente en su interior, que rogaba no se fuera, que insistiera en que le den una oportunidad a eso tan bonito que solo estaba empezando. Calló a su corazón, que podía ser inconveniente. 

Daniel se puso de pie con expresión pensativa. Caminó dos pasos hacia Diana y se detuvo. Fue la primera vez que la miraba sin diversión y fue la primera vez que Diana no le rehuyó la mirada.   

- Te equivocas, si es tarde - dijo en voz casi inaudible - Tomaré tu salida.   

Luego se dió la vuelta y se fue. 


"¿Por qué terminar algo que nunca empezó duele así?" Se preguntó limpiando las últimas lágrimas y recuperando la compostura. 
 




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