Háblame sin mirarme

6. Confrontaciones

Todo a su alrededor parecía estar más oscuro de lo normal, el mundo no funcionaba bien ahí, se sentía extraña como flotando en esa realidad confusa.
Estaba sola en casa, pero el lugar se veía diferente, todo tenía matices grises. A pesar de que la música sonaba a todo volumen, se escuchaba casi lejana. Miró hacia abajo revisandose, llevaba su pijama puesta, misma que consistía en un pequeño short y una camiseta de su hermano. Se acercó al espejo que estaba en medio de su sala. Se vió diferente, como una versión más feminizada y bella de lo que Diana era.
De pronto la puerta que se encontraba justo al frente de ella, se abrió
Afuera estaba oscuro y parecía estar lloviendo torrencialmente, el frío la abatió de inmediato, miró hacia su derecha y se descubrió en ropa interior en el espejo. Buscó con que taparse pero sentía que su cerebro no funcionaba de manera normal.
Un sujeto apareció de pronto en el umbral. Diana solo podía vislumbrar su silueta al principio, pero poco a poco se fue acercando y su horrible rostro se hizo visible para ella.
Era él.
Era él nuevamente. Sintió terror extremo, sus emociones parecían amplificadas y su vestuario la hacía sentir más indefensa y expuesta que nunca. El hombre avanzó metódicamente. El terror creció aún más cuando se dió cuenta que no se podía mover, tal como ese día, pero ésta vez lo estaba intentando, pero había una fuerza que la mantenía pegada al suelo. Intentó gritar pero no encontró su voz. La desesperación la llenó completamente.
Volvía estar acostada a su merced.
Diana no sabía cómo apareció en su mano pero ahora ella tenía el cuchillo. Sus sentimientos cambiaron, ya no tenía miedo, ahora estaba furiosa, cegada. Clavó el cuchillo varias veces en su estómago hasta que era ella la que estaba encima de él, no sentía ni una pizca de compasión cuando lo clavó en su corazón. Su cara estaba llena de gotas de sangre y sus ojos abiertos, con las pupilas temblando.
Pupilas temblorosas.
Fue entonces cuando Diana notó que algo estaba cambiando, su rostro. La piel se volvía más joven, su mandíbula más marcada, en su cabello se comenzaban a formar ondulaciones suaves y se encontraba completamente limpio, a excepción de la mancha roja que se extendía en la camiseta y el cuchillo aún clavado en su pecho.
Daniel yacía en sus brazos mientras ella gritaba con terror puro.
-¡Diana! ¡Diana! ¡Levanta!
Sus ojos se abrieron y tenía lágrimas en ellos.
Sabía que había gritado, Tomás la sostenía de los hombros mientras que Manuel y su madre estaban parados a su lado con cara de preocupación, la última parecía estar a punto de llorar.
- ¿Grité demasiado? - preguntó ronca y con dolor en la garganta.
- Fue diferente a las demás veces, eran gritos aterradores, demasiado fuertes. En serio creímos que te pasó algo. O que alguien... - le comentó Tomás sentándose a lado de ella y cubriéndola con la cobija que al parecer botó al suelo durante su sueño. Intentaba mostrarse tranquilo pero la forma en que apretaba la mandíbula y la oscuridad en su mirada delataba la furia que sentía porque le habían hecho daño y aún sufría, estaba impotente.
Diana sentía su respiración rápida, aún había un miedo excedente en ella. Pero ver a su familia siendo su apoyo la reconfortó. Aunque no estaban todos.
Gabriel entró corriendo con un bate de béisbol en la mano. Su alivio fue muy evidente cuando vió a todos en la habitación.
-¿Estás...?
- Bien. Si. Tu bate no será necesario por hoy.
Gabriel lo bajó de inmediato y se acercó hacia la cama sentándose en el otro lado y poniéndole un brazo encima, el sueño era reciente y el desgrado todavía estaba.
- ¿Pueden no tocarme? - cuando finalizó de hacer la pregunta, se dió cuenta que sin querer, les había expresado su pesadilla.
Se miraron entre ellos incómodos, Diana imaginó lo que se les cruzó por la mente y se sintió avergonzada.
- Creo que es mejor irnos... ¿Vas a estar bien? - preguntó Tomás con tono preocupado.
A pesar que no lo sentía sonrió y asintió con la cabeza. Uno a uno los tres fueron desapareciendo tras la puerta. Su madre se quedó parada mirándola con tristeza.
- No te incluye a ti.
Su madre pareció aliviada y se acostó a lado de ella abrazándola. Fue extraño el contraste tan claro que tenían sus abrazos con los de los demás, se sentía segura con su mamá.
Sus hermanos se portaban diferente. Desde el suceso de hace un año, se permitían mostrarse preocupados y hasta cariñosos, cada uno a su modo. Diana lo aceptaba con gusto pero no podía evitar seguir extrañándose con sus comportamientos.
Su madre no dijo nada, se limitó a acarciarle la cabeza un buen rato hasta que las dos se quedaron dormidas.
***
- Entonces los intrones que no pueden codificar deben ser eliminados.
- Eso es bastante cruel - dijo una voz.
-¿Por qué? - preguntó con curiosidad la profesora de biología.
- Me está diciendo que los pobres intrones que no tienen esas capacidades ¿Los matan? Por el simple hecho de no poder codificar... Quizás pueda hacer algo más para sobrevivir. No me parece justo - era una chica sentado al fondo, en el otro extremo de Diana.
Si no recordaba mal, se llamaba Elisa, tenía su nombre en mente ya que acostumbraba a participar seguido y a llevarle la contraria a los profesores cada vez que encontraba la oportunidad. Era guapa, pelinegra con un flequillo que le quedaba perfecto con su estructura facial.
Claramente era alguien segura de si misma. Diana la miró más tiempo de lo normal preguntándose cómo se sentiría ser ella. Elisa era simpática, inteligente y se llevaba bien con todos.
A diferencia de Diana. Que no conocía a ninguno de sus compañeros. En las clases siempre acostumbraba a mirar su mesa sin prestar atención a nadie. Prefiría ignorar que existían, si lo hacía, quizás ellos también olvidaran que ella existía. Aunque en las últimas semanas su estrategia no funcionaba. Desde lo de Daniel, ya no se podía esconder en el bosque durante los descansos que Samuel ensayaba, así que una chica solitaria pasando entre grupos grandes de amigos, si llamaba la atención.
- Elisa, estás humanizando a los intrones. Además, ni siquiera "los matan" como tú dices - la profesora lo pensó - A ver, lo voy a poner de manera didáctica. Digamos que los intrones en realidad se sacrifican, ¡Si! - se emocionó siguiendo el ritmo de su historia - se doblan creando un bucle y se separan de la secuencia con la ayuda de diversas enzimas. La historia se llama Maduración y el capitulo en el que ocurrió el sacrificio se llamó Splicing
- ¡Buh! - abucheó Elisa.
La historia continuó, trataba de un viaje que hacía el ARNm a través de un mágico mundo en busca de una cambio de look para verse como una proteína. Estaba segura que a todos les iría bien en la lección luego de esa estimulante y divertida explicación.
Diana miró hacia la ventana.
Desde ahí podía visualizar a lo lejos el banco en dónde se sentaba con Daniel. Diana no se había permitido sentir algo, hasta ese momento aunque el extrañarlo fue un sentimiento difícil de esquivar. Le costaba admitir que le dolió el verlo marcharse y que sintió algo en el pecho cuando le dijo que se había equivocado. Lo cierto es que a pesar de su timidez, su introversión y sus nervios cuando estaba con él, se acostumbró a su presencia, a sus giros rápidos y divertidos, a su pelo, a la forma en la que se marcaba su espalda de su camiseta... "Pues no, no se nota que te gustaba en absoluto" dijo la voz divertida. ¿Gustar?
¿A Diana le gustaba Daniel? Eso sería difícil de responder. Le costaba descifrarse. Sabía que en efecto lo extrañaba, ya habían pasado semanas, en la que Diana lo había evitado en sus pensamientos pero podía notar su ausencia durante los descansos.
Decidió no pensar en él más por el momento, (pensarlo luego era inevitable). Era consciente de que ella le había dado la salida, prácticamente le había pedido que se fuera. ¿Se arrepentía? No.
Bueno.
Era complicado.
Alejarlo era una protección para ella y para él. Tenía que solucionar cosas en ella que no iban bien antes de poder seguir por el camino en el que estaban los dos. Si es que existía y estaría mintiendo si dijera que no se lo había imaginando. Su inseguridad y sus dudas le provocaban dolores de cabeza.
La clase terminó y era el descanso. Se acercó a Samuel por atrás y le tocó el hombro poniéndose a lado contrario. Obviamente Samuel cayó.
- Es el truco más viejo de la historia, te lo hago casi todos los días y siempre caes.
- Iba un poco distraído - comentó torciendo la boca - Estaba pensando en ese solo de guitarra que no logro, lo he practicado mil veces y no hay forma. Necesito mil horas más.
- Cuando quieras te enseño - bromeó
-¿Ah si? ¿Te convertiste en una guitarrista profesional y no me enteré?
- Te voy a contar un secreto - le susurró seriamente acercándose un poco - Tengo una doble vida.
Samuel fingió sorpresa siguiéndole el juego.
- ¿Cómo?
- En las noches me cambio el look, me escapo saliendo por la ventana y doy conciertos multitudinarios. Estás hablando con una estrella de rock.
Samuel rió un poco, y le ofreció el brazo en ángulo para que pusiera el suyo ahí. ¿Cómo explicarlo? Estaba pasando un buen momento con él y se sentía relajada. Sin embargo tenía miedo de no soportarlo y ofenderlo. Samuel esperaba impaciente.
Diana ya no lo pensó demasiado y se acercó a él. Su toque no se sintió mal, más que nada porque en realidad no lo estaba haciendo, su piel no estaba en contacto con la de él por la chaqueta que llevaba puesta. Era como con sus hermanos, se sentía familiar y seguro. Eso le alegró, era su único amigo y no deseaba poner una brecha entre los dos.
Caminaban hasta la cafetería cuando otra persona tomó el otro brazo de Samuel.
Era la chica que tanto había molestado a la profesora de Biología. Elisa. Diana los miró preguntando con los ojos, le resultaba algo incómodo la presencia de alguien extraño.
- ¿Interrumpo a la pareja del año?
Samuel y Diana se miraron el uno al otro con una mueca por lo que pensaban de ellos.Diana le soltó el brazo de inmediato raspando la garganta un poco y poniéndose seria.
- No somos pareja, somos amigos - respondió Samuel adoptando una nueva actitud, más reservado.
La pelinegra solo se encogió de hombros.
- Hay una historia rondando respecto a ustedes dos - los tres siguieron caminando hacia el salón de música - hasta involucra infidelidades. Toda una novela.
- ¡No me lo dijiste! - le reclamó su amigo.
- No me lo preguntaste - respondió como si fuera algo obvio.
Por primera vez Diana intervino con voz algo baja como siempre que hablaba con alguien nuevo.
-¿Ustedes dos se conocen?
- Ni tanto - bufó Samuel
-Si, somos amigos
Respondieron los dos al mismo tiempo. Diana frunció el ceño confundida, pero eso no era lo que le interesaba en ese momento.
- ¿Y qué dicen? - preguntó curiosa.
Odiaba admitirlo pero a Diana sí le importaba lo que los demás pensaran de ella. Era una parte de su personalidad que intentaba aplacar pero le resultaba imposible.
- Es interesante en realidad - dijo con una sonrisa burlona a lo que los dos amigos reaccionaron con más intriga - Dicen que ustedes fueron primero amigos de toda la vida, luego se enamoraron perdidamente, pero como que ella ya no se siente igual que al principio, conoció a un chico de a lado y te está poniendo los cuernos - se dirigió a Samuel - Te miran con lástima - y a Diana - Lo que dicen sobre ti va contra mis principios feministas así que no lo diré.
Samuel se detuvo de golpe al oír eso último y la miró con desconcierto.
- ¿Chico de a lado? - preguntó - Diana ¿Cómo es que me entero de esto por otra persona? - le reclamó.
Diana se rascó la cabeza sin saber qué decir, en realidad no le picaba nada pero un acto de reflejo que siempre hacía sin pensar. Samuel a veces se comportaba como sus hermanos mayores; siempre protectores, era lindo a veces pero cuando ya era muy seguido, dejaba de serlo. No sabía ni porqué se sentía avergonzada. Como una niña atrapada haciendo una travesura.
- Yo... No... - inició tartamudeando.
En el instante en que se giró a ver en la dirección a los bancos se dió cuenta que no valía la pena. No era como si Daniel hubiese sido tan importante "Te encanta engañarte ¿Verdad?" Escuchó su irritante voz interior, siempre real - No fue nada, solo un chico que se acercó un par de veces. Pero eso se acabó.
Elisa estaba en medio de los dos escuchando la conversación interesada.
- Diana. Lo que me molesta es que no me hayas contado. Es como si no me tuvieras confianza. Como tu amigo debería saber esas cosas, con quién pasas tu tiempo- sonó como un regaño.
Eso último le molestó a Diana.
- ¿Saber con quién estoy? ¿Cómo es eso? ¿Acaso eres mi guardaespaldas?
- ¡No! Soy tu amigo. Mi deber es cuidarte siempre.
Diana se enfurecía más.
-¿Cuidarme?
- ¡Por supuesto! Diana... Aún estás...
- ¿Crees que soy débil por lo que me pasó? - cuando Diana se enojaba demasiado las lágrimas amenazaban con salir siempre, así que intentó calmarse, sin embargo su voz siguió sonando ronca -Y que siempre voy a necesitar ayuda...- entendió - como si yo no fuera a poder salir adelante sola. Samuel tengo 18 años, y en serio estoy tratando de superarlo pero no puedo hacerlo si me sigues tratando como una niña.
De pronto fue consciente de la presencia de la extraña, que los miraba como si de una telenovela se tratase.
- ¿Puedes dejarnos un momento a solas por favor? - le pidió
La chica asintió rápidamente y se fue volteando a ver varias veces en su dirección. Solo esperaba que está discusión no terminará en boca de todo el mundo.
- Mira Diana, no puedes culparme por querer protegerte, pasaste por cosas muy feas. Tengo que.. - su tono fue más suave.
- ¿Tienes qué? Samu, suenas como mis hermanos... - en el momento en que lo dijo algo hizo click en su cerebro, y se dió cuenta de algo muy doloroso - ¿Ellos te lo dijeron verdad? Ellos te lo pidieron - concluyó refiriéndose a sus hermanos.
De pronto todo pareció más claro. En su colegio anterior no habían sido muy amigos, solo se saludaban de vez en cuando. Ellos se acercaron más durantes los partidos de basket a los que Diana asistía para ver sus hermanos. Antes de ser su amigo, Samuel era amigo de ellos. Podía imaginarse a alguno de los chicos pidiéndole que esté atrás de ella.
Las lágrimas surcaron sus ojos. Odiaba sentirse así. Odiaba que le afectara tanto.
- Diana, todos queremos lo mejor para tí - lo confirmó.
Abrió la boca para decir algo pero no le salió. ¿Así se sentía la decepción? Era horrible. Se sentó en una grada cercana intentando normalizar su respiración. Entre más lo pensaba, todo comenzaba a tener sentido.
- ¿Te pidieron que fueras mi amigo? - dijo casi susurrando.
Samuel suspiró asintiendo y sentándose a su lado.
- Haces unos meses, Gabriel me comentó que estabas muy sola, que te habías alejado de todos y que te la pasabas todo el día encerrada en tu habitación. Él solo dió la idea pero yo me acerqué a ti porque realmente quería ayudarte.
>> Comencé a disfrutar tu compañía, descubrí a una chica espectacular escondida detrás de todo lo que has sufrido. No te voy a mentir, tus hermanos me pidieron, antes de entrar a clases que esté muy al pendiente de con quién estás, ellos solo quieren protegerte y yo también.
- ¿No escuchas como suena eso? ¡No quiero! ¡No los necesito! - se levantó furiosa - ¡Sólo trátame como a una persona normal! ¡No me estás ayudando así! - se cubrió el rostro con las manos frustrada - con respecto a lo otro... Aún no sé cómo sentirme. No quiero verte ahora - terminó dándose la vuelta para irse.
Caminó hacia algún lugar con mil pensamientos en su mente. ¿Tan patética era que sus hermanos tenían que buscarle sus amigos? ¡Dios! ¿Tan vulnerable era? Se sentía enojada, decepcionada, triste. Las emociones se agalopaban una tras otra y cada vez era peor. El comportamiento de sus hermanos la hacían sentir como una estúpido títere al que todos manejaban, ¿Cómo esperaban que creciera si ellos se encargaban de todo? Los amaba, pero eran unos idiotas.
El resto del día no habló con Samuel, cada vez que lo veía algo hervía dentro de ella. Sabía de sus buenas intenciones, pero odiaba que se lo ocultara, odiaba cómo fue el inicio de su amistad y odiaba que fuera el vigilante puesto por sus hermanos. Quizás en otro momento se le pasaría pero por el momento sólo podía estar enojada.
Era viernes, por lo que los muchachos vendrían a recogerla para ir donde su padre. Al principio intentó relajarse pero en cuanto divisó a su hermano, volvió su humor anterior.
- ¡Idiota! - empujó a Gabriel que estaba parado cerca de la salida.
Éste la miró confundido y la seguió.
- ¿Y eso? ¿Estás en tus días?
Si había una frase que no se puede decir a una chica enfadada era precisamente esa. Solo empeoró las cosas.
Diana seguió caminando hacia donde estaba aparcado el auto porque vió que algunos habían volteado a verlos al escuchar eso.
Gabriel le tomó el brazo deteniendola.
- ¡Suéltame! - casi le gritó.
- No vas a ir a donde papá estando así. Si tienes un problema conmigo lo arreglamos aquí. Mi mamá está de muy buen humor hoy día y no se lo vamos a arruinar con una pelea estúpida. Habla
Intentó soltarse nuevamente y no pudo.
- ¡No voy a hablar de esto aquí! Más te vale que me sueltes - le advirtió.
Vió desde lejos que Tomás se acercaba. Quizás él le ayudaría a librarse de ese desquiciado.
- Soy tu hermano y soy exacto como tú, terco. Creéme, no vamos a ir al auto así. Si te suelto, te voy a tener que corretear por todo este estacionamiento.
- ¡Suéltame! ¡Loco!
Diana se puso fría cuando vio que una mano apartaba bruscamente a su hermano. Realmente se sintió como si le lazaran un cubo de hielo.
"Esto se va poner muuy incómodo para ti Dianita" cantó esa voz.
Daniel sostenía fuertemente la camisa de Gabriel, lo había tomado por sorpresa así que no le costó mucho arrinconarlo contra un auto cercano. Su expresión era fuego, casi demente, una faceta suya que nunca creyó tener la oportunidad de ver.
Miró a su alrededor desesperada, comenzaban a llamar la atención de quienes pasaban cerca. Incluso dos o tres se detuvieron cerca.
Nunca entendería la inmediata necesidad de los humanos de ver una pelea en vivo. La violencia les resultaba fascinante.
Diana sólo podía rogar al cielo que la escena acabe y desaparecer.
Pero nada mágico pasó. Su hermano y Daniel seguían a punto de querer matarse, así que para su pesar, tuvo que intervenir.
- Daniel - llamó su atención, no tenía duda que su voz sonaba asustada.
Fue extraño, el cambio tan repentino de expresión que tuvo, era como si todo él hubiese reaccionado a su voz, su postura se relajo y aflojó el agarre hacia su hermano. Diana se odió por sentir un calor recorrer todo su cuerpo.
- Hola Diana - saludó cinicamente - Eh.. estoy en medio de algo.
- ¿Puedes soltarlo por favor? - preguntó lo más calmada posible.
- ¿Diana? -A Gabriel parecía que le dejó de importar que lo estaban aprisionando y la miraba interrogante.
- Él es...
Soltó un grito ahogado y se tapó la boca con sorpresa cuando un puño, salido de la nada, golpeó la mandíbula de Daniel.
Se escuchó un "Uhhhh" de parte del público que ahora tenían.
Tomás se sostenía los nudillos mientras que Daniel se tocaba la parte afectada cerrando los ojos.
Diana no lo pensó siquiera y corrió a su lado, su mano actuó por cuenta propia y sostuvo su rostro unos segundos, lo inspeccionó con la mirada, sonrió aliviada porque no había sangre.
- ¿Estás bien? - preguntó preocupada
Daniel dejó de prestar atención a sus hermanos y por primera vez la vió a ella. Durante un segundo el tiempo se relantizó, y todo lo demás dejó de existir. Solo eran los dos, reconociendose por primera vez luego de mucho tiempo sin verse.
- Dios... ¿Por qué me enviaste animales en vez de hermanos? - murmuró para sí rompiendo el contacto.
Un brillo de comprensión y posteriormente de diversión brilló en sus ojos color miel, la forma en que la comisura de sus labios se extendió brevemente fue suficiente para robarle la respiración.
- ¡¿Qué carajos Diana?! - el grito de Tomás a su espalda la trajo de vuelta a la realidad, retrocedió con la mano temblando.
Diana no funcionaba a gritos. Sólo pudo encogerse un poco e intentar irse. Ya había tenido demasiada humillación por un día.
-Tomás - lo reconoció Daniel.
De inmediato se detuvo, todavía no pasaba la sorpresa del golpe propinado por su hermano y ahora esto. Los miró a ambos confundida.
- El mismo - le respondió su hermano.
- ¿No sería mejor presentarnos entre todos? - intervino Gabriel sonriente.
Tomás estaba fuera de sí. Muy pocas veces lo había visto de ese modo y ahora que lo veía realmente le asustaba. Era evidente que su furia no se debía solo a Diana, había historia entre esos dos.
Vió como su hermano mayor se acercaba amenazante hacia Daniel, quien ni se inmutó. Enderezó la espalda.
- No te atrevas a siquiera mirar a mi hermana de nuevo. Pedazo de..
- ¿Tomás?
Los dos chicos voltearon a verla. Su hermano con las cejas arrugadas una contra otra, la nariz dilatada y los puños todavía apretados, su contrincante permanecía quieto, lo único que evidenciaba su estado de ánimo era la tensión en la mandíbula y la hostilidad de su mirada. Ambas posturas la intimidaron, era como ver un choque de dos fuerzas, sabía que si Tomás volvía a intentar ponerle un dedo encima a Daniel, este reaccionaría y no acabaría nada bien. La situación se había tornado muy turbia y no podía ni pensar. Hizo lo que siempre hacía en situaciones estresantes. Se iba.
La mirada de Tomás se ablandó un poco y la siguió junto con Gabriel. Antes de irse, su hermano mayor volvió a girarse mirando hacia donde estaba parado Daniel.
- ¡Acércate de nuevo a ella y eres hombre muerto! -amenazó.
Diana sabía que no era cierto. Pero el hecho de escucharlo decir esas palabras que tenían tanto contexto en su vida, le dió escalofríos.
Sus hermanos la llevaban como si fueran guardaespaldas, Gabriel rodeando sus hombros con un brazo y Tomás con una mano firme en su espalda. Las personas los miraban al pasar.
Bueno... Adiós a la idea de pasar desapercibida.
Volteó a ver una última vez a Daniel, que seguía en el mismo lugar, a su alrededor las personas se dispersaban pero el no se movía.
La miraba a ella.
- De todos los chicos en los que te podías fijar... Tenía que ser él - Tomás parecía hablar más para si mismo que para Diana.




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