Háblame sin mirarme

7. Reencuentros

Los tres hermanos acordaron no hablar sobre el tema hasta después de haber visitado a su padre, aún así había tensión entre ellos. Se notaba claramente que tenían muchas ganas de gritarse el uno al otro. Bueno, Gabriel no, él estaba igual que siempre molestando a todo el mundo aunque de vez en cuando miraba fugazmente a su hermana, pensativo.
Evitaron hablarse entre ellos, su madre estaba de tan buen humor durante el viaje que ni siquiera lo notó. Manuel por otro lado sí pero era una persona discreta y decidió guardar silencio, claro que en cuanto tuviera la oportunidad iba a preguntar.
Ninguno de ellos quería arruinar el día.
A Diana el silencio no se le hizo muy incómodo y eso se debía a qué tenía la mente lejos de ahí, y con lejos se refería a Daniel porque cuanto su cara aparecía en sus pensamientos, mil interrogantes se formulaban. No entendía nada, curiosamente eso le pasaba seguido con él, siempre dejaba le dejaba dudas rondando por la mente cada vez que lo veía.
Por otro lado se preguntaba cómo se conocían su hermano y él. Y por qué Tomás lo detestaba de esa forma, no parecía que Daniel sintiera lo mismo por él porque no devolvió el golpe y no estaba a la defensiva. Es decir que el problema era de Tomás hacia Daniel. Interesante.
Durante la visita a su padre todos intentaron mostrarse lo más calmados posible. Y nadie lo notó. Cuando llegaron a casa, Tomás había pasado por su lado diciendo muy bajo -Mañana hablamos - esto por supuesto fue porque al día siguiente su madre iba a estar trabajando y el tenía un poco más de tiempo antes de irse al trabajo. Gabriel y Manuel descansaban los sábados.
Ya en su habitación a Diana le invadió unas ganas inmensas de hablar con Daniel, todo el día no había hecho más que pensarlo. Quizás era simple curiosidad por saber qué estaba pasando, o quizás no y sólo de alguna forma rara lo extrañaba y decía rara porque: ¿Quién extrañaba la sensación de sentirse al borde de un abismo? Eso era lo que sentía cuando estaba con él.
Pero se fue, Diana le dió una salida y él la tomó. Cuando le dió esa opción, una parte de ella pensó que no lo tomaría y es que... minutos antes había dicho que no iba a irse, pero lo hizo. De un momento a otro cambiaron por completo las cosas para él, justo cuando ella se puso mal. La única respuesta que tenía era que simplemente decidió evitar estar con un persona inestable.
Y no lo consideraba mal, la profe Martha había dicho que no es egoísta escoger a las personas que nos hagan bien en nuestra vida. Diana no le podía hacer bien a nadie porque no lo hacía por ella misma. Le dolía saber que no podía ser buena para nadie por el momento, pero entendía el por qué las personas no querrían tenerla en su vida.
Se quedó dormida con dos lágrimas solitarias rodando por sus mejillas.
***
Diana se sentó en el sillón central algo nerviosa por lo que se venía.
Manuel estaba recostado en la pared, de pie. Gabriel estaba en un mueble a lado de ella, y Tomás sentado al frente con una postura muy intimidante.
No estaba dispuesta a iniciar ella así que esperó a que su hermano mayor comenzara.
- Necesito que me digas todo respecto a ese tipo.
Se rascó la cabeza un poco, pensando en lo que iba a decir. Hablar con tus tres hermanos mayores sobre un chico no era nada fácil. Y mucho más si te miraban de esa forma.
- No entiendo cuál es la necesidad si ya no hablo con él.
- ¿Puedes ser frontal por una vez en tu vida? - su tonito le molestó bastante y lo que dijo también. No estaba siendo justo.
- ¿Y tú puedes no ser un idiota?
- ¿Idiota yo? No puedes responder una sencilla pregunta - respondió a la defensiva.
- ¿Van a discutir o van hablar como personas racionales? - intervino el siempre neutral Manuel intentando calmar un poco los ánimos.
Diana y Tomás hicieron el mismo acto por reflejo de poner su mano en el puente de la nariz, frustrados. En cuanto se dieron cuenta de la coincidencia se miraron enojados uno al otro. Los dos odiaban lo mucho que se parecían en algunas cosas.
- Daniel sólo fue un amigo, pero ya no lo somos. Fin de la historia ¿Contentos? - contó ella, ya exasperada por la situación - Por qué mejor no nos cuentas cómo es que tú lo conoces y cuál es tu problema con él
Tomás se acomodó en el sillón.
- Es algo que no te interesa.
- Ni a nosotros tampoco ¿No? Porque tampoco nos lo has dicho - dijo Manuel alzando un ceja, Gabriel también lo miraba interrogativo.
Ahora todas las miradas se dirigían al mayor.
- Daniel no es alguien que quieres tener cerca - dijo tenso.
Sus palabras casi le dan risa a Diana. Si supiera que justamente Daniel pensó eso de ella.
- Creo que esta discusión no tiene sentido. No vamos a llegar a ningún lado porque, repito, yo no hablo con Daniel.
- ¿Y por qué? ¿Te hizo algo? Diana puedes decirnos cualquier... - inquirió pero ella lo interrumpió.
- No me hizo nada. Y no pienso comentarles los detalles. Es algo que no te interesa - utilizó las palabras de su hermano solo para molestarlo más.
- Diana - dijo con un tono más suave Gabriel - necesitamos que seas honesta. Nosotros sólo queremos...
- Lo mejor para mí ¿Verdad? - terminó por él - ¿También pensaron que era lo mejor para mí pedirle a Samuel que fuera mi amigo? - les reclamó levantando la voz. En definitiva no había olvidado la razón por la que seguía tan furiosa con ellos.
Se miraron entre ellos entendiendo que Samuel le había contado todo.
- ¿Tan mal creen que estoy? ¿Pensaron que no podía hacer un amigo por mi sola? ¿Así de antipática?
Gabriel se levantó y se puso más cerca de su hermana, tomó sus manos y habló despacio.
- Diana, estás tergiversando las cosas, nosotros sólo te dimos un empujoncito - le tocó la cabeza - estábamos preocupados por tí.
Diana se separó de él bruscamente, se levantó y se puso al frente de todos ellos. Tenía la respiración acelerada.
-¿Y CÓMO CREES QUE ME SIENTO YO? Es que ni siquiera se pararon a pensar en lo que esto me provocaría - comenzó a dar vueltas en medio de la sala - Ustedes siempre procurando mi bienestar sin darse cuenta del daño que me están haciendo ¡encerrandome en esa burbuja! . ¡Quiero poder afrontar mis problemas yo sola! Mis retos ¡Yo soy la que debo buscar mis amigos! No ustedes.
Manuel se acercó más a todos y se dispuso a hablar:
- Diana. ¿Tu crees que todo lo que pasaste te concierne sólo a ti? Ahora nosotros te preguntamos a ti ¿Sabes lo difícil que ha sido para nosotros todo esto? Lo que fue saber que te pudieron hacer daño y ninguno estuvo ahí. La culpa, porque en ese momento éramos irresponsables. El no tener a nuestro papá aquí para que nos guíe. Tu eres nuestra hermana menor. Se supone que teníamos que protegerte y no lo hicimos. Y ahora papá lo está pagando - hizo un pausa sentándose - Lo sentimos si el modo en que intentamos ayudarte no te gustó. Pero teníamos que hacer algo porque tú no querías ayudarte a ti misma. Tus problemas, son los nuestros Diana, lo que te suceda a ti, nos sucede a todos. De eso se trata la familia.
>> Y si le pedimos a Samuel que se acerque a ti fue porque vimos el estado en que estabas, sola y triste. Metida en tu propio mundo ¿Crees que la soledad es buena para alguien que ha pasado por tanto? Nos cerrabas la puerta hasta a nosotros. Un buen amigo no le hace mal a nadie, Samuel de algún modo ayudó, es una buena persona y confiamos en él - terminó
Dicho así Diana comprendía su punto. Pero no concordaba, entendía que lo hicieron con buenas intenciones, sin embargo, sus acciones la hacían darse cuenta de lo mal que se encontraba. Y que no era capaz de avanzar sin ayuda.
- El día en que ese tipo entró a esta casa, me quitó muchas cosas: mi libertad, mi estabilidad y lo más importante, mi papá. Me arrebató a la anterior Diana, y dejó sus ruinas. Ha pasado un año y no estoy dispuesta a que me siga quitando cosas. En serio quiero seguir adelante pero me están deteniendo poniéndome todo fácil. Es algo que debo hacer. Aún necesito su apoyo pero quiero que me prometan que no volverán a intervenir en mi vida o en mi avances.
No dijeron nada y solo asintieron con la cabeza uno a uno.
***
- I want to break free
I want to break free
I want to break free from your lies...
Diana estaba boca abajo en su cama escuchando esa canción. Llevaba varios días haciéndolo. Y para su satisfacción cada vez se hacía menos doloroso, es más, hasta había llegado al punto de mover las piernas al ritmo de la canción.
Todavía no estaba completamente cómoda y se veía incapaz de bailarla. Pero junto con la canción, dejó de ver a aquel día como el peor de su vida. Anhelaba que la dejaran de victimizar y hacerlo ella misma.
Últimamente lo pensaba, y mucho. Le daba vueltas a cada paso. Pensaba en su atacante y escribía en una libreta todo lo que sentía. Cuando lo hacía, era como descargar toda su basura. Al terminar, experimentaba una sensación parecida a cuando terminaba de limpiar la casa, se sentaba y observaba su trabajo bien hecho. Satisfactorio.
"Quiero ser libre" eso decía la canción. Curioso que precisamente esa canción sonaba el día en que encerró en ella misma. El día en que se perdió.
Suspiró.
Extrañaba a su papá.
En momentos como ese, cuando estaba sola y sentía ese vacío en el pecho realmente lo necesitaba, escucharlo, abrazarlo o simplemente disfrutar del silencio juntos. Daría todo por escuchar su voz en ese mismo instante.
Le dolía imaginarse lo solo que se estaría sintiendo él también, en una celda fría, sin su familia. Tratado como un criminal cuando él no era capaz de hacerle daño a nadie. Excepto cuando tocaban a sus hijos.
Aunque le habían repetido mil veces que por ningún motivo era así, la culpabilidad seguía tocando a su puerta. No podía evitarlo. Se imaginaba lo diferente que sería su vida si hubiese tomado decisión diferentes, como tomar el autobús como todos en vez de regresar caminando, o ese día no haber dejado la puerta así, si no seguir intentando sacar la llave o haber llamado a alguien de confianza para que la ayudara. Si se permitía llegar más lejos en sus pensamientos autodestructivos se reprochaba la forma en la que vestía y que llamaba la atención.
Luego reflexionaba mejor.
¿Realmente qué había hecho Diana para provocar todo eso?
Hasta aquel día, vivía de un modo normal. Caminar sola o la ropa, no ponía en peligro a los chicos. Entendió por fin que el único problema era haber nacido mujer en esta sociedad de mierda llena de enfermos.
"Bajo ningún contexto es mi culpa" esa vocecilla. ¡Hasta que por fin decía algo lógico!
En fin. Decidió que el siguiente paso para volver a ser la de antes y reencontrarse con lo que dejó atrás.
Se refería a personas.
Buscó en su celular.
Estaba nerviosa. No hablaban hace meses, a pesar de su anterior cercanía. Ahora la sentía como una extraña. Dudó un poco antes de aplastar el botón verde para llamar.
- ¿Hola? - respondió esa voz tan conocida y familiar. No pudo evitar sonreír para sus adentros reviviendo viejos recuerdos.
De pronto ya no sabía qué decir. Quizás no fue buena decisión. Al fin y al cabo, fue Diana la que acabó con la amistad.
- ¿Didi estás ahí ? - "Didi" fue extraño oír el apodo por el que siempre la llamaba.
- Estoy - por fin respondió.
- ¡Didi! Qué gusto oírte de nuevo. ¿Cómo estás? - no había reproche en su voz, más bien, se escuchaba contenta.
- Bien ¿Y tú?
- Sorprendida de escucharte. No supe nada de ti en mucho tiempo.
- Lo sé. Siento haber desaparecido así. He estado... perdida - fue sincera.
- Lo entiendo, pero me alegro que me hayas hablado. Como dicen por ahí... uno siempre vuelve donde es feliz. - bromeó.
Su humor. Lo extrañaba.
- Pues aquí me tienes, volví a ti. ¿Crees que nos podamos ver?
- Obvio. ¿Voy o vienes?
Diana sonrió, no podía creer lo bien que se sentía volver a hablar con ella. Como si nada hubiese pasado. Se arrepintió de no haberlo hecho antes.
- ¿Nos podemos ver en otro lugar? - segundo gran paso del día.
Se sintió orgullosa de ella misma. Salir por su cuenta era algo que no tenía planeado, pero se alegraba de haberlo dicho.
- ¿Podemos ir al Centro Comercial? - "Mucha gente" susurró su monstruo. "Podría ser una oportunidad para afrontar tus miedos y dejar de temer tanto" alentó su otra voz.
- Está bien ¿ A las tres?
- Ahí me tendrás - aseguró
- Bien. Entonces nos vemos - iba a colgar pero la voz de Adriana la interrumpió
-¿Didi?
-¿Si?
- Sólo quiero decirte que estoy feliz porque me hablaste, no sabes cuánto te extrañé.
Hasta ese momento Diana no se había dado cuenta de lo mucho que ella también lo había hecho.
- También yo - respondió.
***
- Saldré en la tarde - se asomó en la puerta de la habitación de Tomás que se encontraba concentrado viendo su computadora escribiendo algo rápidamente. Estaba trabajando en casa al parecer. Alzó la mirada sorprendido.
- ¿Qué?
- Lo que oíste.
- ¡GABRIEL! ¡MANUEL! ¡VENGAN! ¡ACABA DE SUCEDER UN MILAGRO! - gritó llamando la atención de sus otros hermanos.
Los otros dos llegaron apurados.
- ¿Qué pasó? - preguntó Manuel entrando a la habitación.
- Voy a salir. No es la gran cosa.
Gabriel se acercó dispuesto a abrazarla. Pero se detuvo abruptamente.
- Espera ¿Con quién? No me digas que con...
-¿Qué? No. Estás loco - bufó- será con Adriana - aclaró sonrojándose un poco.
- Creí que no se hablaban ya... - dijo Manuel.
- No lo hacíamos. Pero la llamé - se miraron entre ellos - ¿Qué? Les dije. Voy a comenzar a vivir.
- Vives desde que naciste boba - le refutó Gabriel.
- No sabes lo que hablas idiota, se vive desde la fecundación - le respondió Manuel.
- ¿Se pueden callar los dos? - les gritó Tomás.
Y así comenzaron una discusión sobre un tema que no tenía nada que ver. Los tres se gritaban el uno al otro en una especie de guerra de poder, con insultos. Gabriel estaba a punto de golpear a Tomás cuando Diana gritó.
- ¡CIERREN LA BOCA SIMIOS!
Los tres se quedaron callados de inmediato como niños regañados. ¡Por fin! Pensó Diana. Al parecer los gritos eran lo único que funcionaba con ellos.
-¿Tenías que ser tan brusca? - dijo en voz baja Gabriel.
- Solo quiero saber si me van a dejar en el Centro Comercial.
- Y te traeremos - confirmó Tomás.
- Bien. Ahora se pueden matar entre ustedes.
Y en efecto, a penas salió de la habitación escuchó sus gritos atrás de ella.
***
Estaba sentada en una mesa rodeada de gente esperando a que Adriana llegara.
Diana llegó diez minutos antes como siempre, la puntualidad siempre había sido su punto fuerte y el de su amiga llegar tarde. Así que se dispuso a esperar.
Se encontraba completamente incómoda. Sentía que todo el mundo la miraba y no sabía qué hacer mientras estaba ahí sola, ni a dónde mirar. Comenzó a jugar con sus dedos pero estaban tan temblorosos que le resultó imposible.
Se acomodó la larga chaqueta que llevaba puesta, era una de sus hermanos. Le gustaba mucho utilizarla, se sentía segura así. Los minutos se hicieron eternos hasta que por fin vio a Adriana caminando hacia ella.
Su amiga era guapa, una morena despampanante que siempre llamaba la atención cuando pasaba entre la gente. Recordó la época en la que Diana se parecía más a ella, siempre fue introvertida, pero no tímida. No le gustaba llamar la atención pero le gustaba verse en el espejo y sentirse bonita. Ahora ese tipo de cosas no le importaban en lo más mínimo.
- ¿Me tardé?
- No tanto. - "estuviste a punto de tener un ataque de ansiedad aquí, pero no. No se demoró"
- Te ves... diferente - apreciaba la honestidad y la modestia de Adriana.
- ¿Te refieres a mi aspecto de vagabundo? Ya sabes... siempre me han gustado seguir las modas.
- ¡No te ves como un vagabundo! Tienes un aspecto natural y relajado.
Quizás era cierto, la verdad la chaqueta no estaba nada mal, era oscura. Le daba un aspecto como de chica mala.
Adriana sonrió. ¡En serio que la había extrañado!
- Tu te ves hermosa como siempre - y era verdad, Adriana llevaba un hermoso vestido floreado que colapsaba con el atuendo de Diana.
- Gracias. ¿Quieres tomar algo? ¿Un helado quizá? ¿Aún tienes gastritis?
Le sorprendió que recordara eso.
- Si.. creo que un té helado estaría mejor.
- A sus órdenes señorita. Vuelvo enseguida.
Esperó pacientemente tamborileando sus dedos con la mesa. Estaban en una cafetería/heladería/restaurant y otras cosas. Lamentablemente para ella, estaba lleno. Se sintió un poco abrumada y estresada por las voces y el gentío.
Y seguían llegando.
Era normal, vivían en un pueblo chico, la mayor atracción era ese Centro Comercial, al ser de las pocas cosas que se podían hacer para pasar el rato.
La campana de la cafetería sonó anunciando más clientes. Por mera curiosidad de persona aburrida se giró en dirección de la puerta. De inmediato se arrepintió.
No.
No debió hacerlo.
¡Estúpido pueblo pequeño!
Daniel entró con un chico rubio a su lado. No se había dado cuenta que lo seguía mirando hasta que sus miradas se encontraron. Diana abrió mucho los ojos avergonzada y se dio la vuelta rápidamente encogiéndose en su asiento.
Adriana llegó en ese momento sacándola de su burbuja y poniendo un té al frente de ella.
- ¿Estás bien? - le preguntó - Te ves pálida.
- ¿Si? seguro se me bajó la presión. Ya sabes...las personas. Y así.. - trató de arreglar.
La verdad tenía muchas ganas de contarle toda la historia con Daniel pero no en ese momento, su paranoia era tal, que sentía que el susodicho de alguna forma la iba a escuchar.
-¿Quieres irte? Te juro que no tengo problema.Podemos hacerlo.
¿Huir de nuevo? Tenía ganas de hacerlo. Pero había dado tantos pasos positivos ese día que lo sentiría como uno hacia atrás.
- No. Estoy bien. Cuéntame qué ha sido de tu vida. Actualízame.
Adriana dudó un poco pero comenzó a hablar mientras Diana hacía todo el esfuerzo posible para no mirar a su alrededor, buscándolo. Le contó lo que pasó luego de que Diana salió de la colegio. (Diana aguantó 4 meses en el colegio asistiendo sin prestar atención a nada y con pésimas notas, luego se retiró y siguió sus estudios en casa los cuatro meses faltantes, los profesores fueron muy comprensivos y la ayudaron a terminar el año) Adriana hizo amigas nuevas y hasta tuvo una decepción amorosa durante su ausencia, al parecer le puso los cuernos con una de sus amigas. Adriana tenía una exquisita habilidad para volver cualquier anécdota en un show de stand up con el que Diana soltó carcajadas un par de veces relajándose un poco y olvidando la presencia de dicho personaje.
No duró mucho su tranquilidad porque de un momento a otro lo tenía parado al frente de ella. Su corazón comenzó a latir demasiado fuerte y duró unos segundos antes de reunir el valor para poder alzar la mirada.
Ahí estaba, con su sonrisa permanente y sus ojos brillantes. Mirándola de ese modo que la ponía de nervios, como si no hubiese nada más interesante que ella.
- Hola Diana.




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