Háblame sin mirarme

17. Bromas Pesadas



- ¿Qué? - fue lo primero que soltó como respuesta ante la preocupante declaración. 

Ella misma estaba igual de tensa que Daniel a su lado, quien no dejaba de mirar de reojo por el espejo. 

- Quizás me equivoque y sea una extraña coincidencia pero estoy seguro que ví ese auto gris en la vuelta de mi casa. Lo sé porque me llamó la atención los vidrios polarizados. Y justo ahora está detrás de ese trailer, mantiene una velocidad baja y no tiene intenciones de rebasar aunque tiene la posibilidad de hacerlo - explicó y todo sonaba tan lógico que Diana quiso voltear a comprobar, pero se topó con la mano de Daniel en el regazo - Está lejos, pero podrías alertarlo, es mejor que lo mires desde tu espejo. 

Obedeció y en efecto, un sedan gris se movía de forma sospechosa detrás del tráiler que iba atrás de ellos. 

Ahora bien, el que un desconocido los estuviera vigilando ya era aterrador, podría tener toda clase de malas intenciones. Pero el hecho que le puso los pelos de punta y la hizo susurrar "carajo, carajo, carajo" con un nudo en la garganta fue el reconocer aquel auto. 

Y darse cuenta que esa persecución no era algo de un solo día. 
Comenzó a sudar frío cuando las piezas comenzaron a unirse en su cabeza. 

- ¿Peque? Si tienes que decir algo, hazlo ahora porque necesito tomar una decisión. 

Era verdad. Tenía que calmarse y explicarle aunque su cabeza fuese a mil por hora intentando encontrar una razón. 

- Ese auto ha estado estacionado frente a mi casa durante meses y ahora que lo pienso, nunca lo he visto moverse. A veces aparecía estacionado cerca de mi colegio pero creí que simplemente sería un estudiante más que también era mi vecino. 

Daniel asintió, absorbiendo la información con más calma de la que había mostrado ella. 

- Diana ¿Hay alguna razón por la que te pudieran estar vigilando? 

Estuvo a punto de responder que no y que su familia no estaba metida en ningún lío como para ser amenazada. Por un instante olvidó el episodio de hace un año. 

Pero, su memoria trajo de vuelta aquella imagen de ese hombre manchando la alfombra de sangre junto con su padre sosteniendo un cuchillo, también trajo las palabras que lo escuchó decir hace un par de semanas durante su visita a la cárcel. 

- Recibí amenazas - declaró si siquiera mirarlos de frente y tamborileando las manos contra la mesa, algo muy impropio de él. - No sé quién, pero alguien cercano a Carlos está ofreciendo dinero a cambio de venganza. 

- No sé cómo se pueda relacionar... De hecho no tiene ningún sentido - los engranajes de su cabeza daban vueltas intentando encontrar una conexión. ¿Esas personas también tenían planeado vengarse de ella? ¿Por qué?. 

Le contó a Daniel la situación en la que estaba su padre. 

- Pero si la intención de esas personas es hacerles daño ¿Por qué no han hecho más que vigilarlos todo este tiempo? 

- No lo sé Daniel, de verdad que no - respondió llevándose las manos al rostro con frustración. 

Se supone que ese día iba a olvidarse de todo, saliendo con el chico por el que estaba loca y sería el inicio de una nueva vida que su próxima compañera perruna. 

- Calma peque. Mira, por ahora tenemos la ventaja de que quien sea que conduzca ese auto, no sabe que nosotros lo descubrimos. Así que debemos actuar normalmente. 

- ¿No deberíamos intentar perderlo? 

- Nos pondría en evidencia y si dices que lleva meses limitándose a vigilarte. No creo que hoy sea diferente. 

- Tienes razón, además estamos solos, a las afueras de la ciudad y no sabemos cuantas personas están ahí o si... 

- Están armados - terminó él y Diana sintió un escalofrío recorrer todo el cuerpo - si reaccionamos, ellos podrían reaccionar también. 

Suspiró y estuvo de acuerdo con él. Lo cierto era que la confianza característica de Daniel con la que parecía siempre tener el control sobre cualquier situación, le brindaba seguridad. 
Diana era manojo de nervios mientras él mantenía la vista al frente, con la misma serenidad que tenía desde que se subió al auto.    


- Es por aquí - señaló el letrero que indicaba el nombre de la casa de adopción y por dónde se entraba se entraba por un pequeño sendero que los llevaría hasta allí.  

Daniel estacionó el auto frente  a una construcción recatangular de una planta con un patio inmenso rodeado con mallas y varios trabajadores vestidos con un uniforme de camiseta azul se movían en medio de la jauría de perros que aullaban esperando la comida ue tenían en las manos.  

Se giró para abrir la puerta pero por el rabillo del ojo vió como Daniel se apresuraba a rodear el auto para abrirla por ella. 

- No tienes que molestarte. Puedo hacerlo. 

- Lo sé. Pero la caballerosidad 
no debe morir - respondió ofreciéndole la mano, que Diana tomó sin pensarlo dos veces. Aunque se arrepintió de inmediato porque sus manos aún temblaban, quiso soltarlo y meter las manos en los bolsillos pero Daniel la sostuvo con firmeza entrelazando sus dedos. El gesto le dió cosquilleos e hizo que la tensión se esfumara de sus hombros - Hoy estás preciosa. Por la sorpresa de tu llegada olvidé mencionarlo. 

- Gracias - respondió con el monstruo de la timidez rasgando su tono de voz, todavía seguía sin acostumbrarse a sus constantes halagos, aunque se sintieran como una caricia al corazón. 

- Y si hice Match a propósito - admitió 

- Vaya, qué sorpresa. Jamás lo habría imaginado si no lo decías. 

Se ganó un empujoncito juguetón. 

- ¿Crees que está cerca? 

- Probablemente. Estaré al pendiente, tú solo actúa normal. 

Torció los labios. Diana era pésima fingiendo u escondiendo sus emociones, se podría decir que sus debilidad era ser un libro abierto para cualquiera que la observase con detenimiento. 

- Lo intentaré - dijo no muy convencida. 

Su instinto le gritaba que volteara hacia atrás. 

- Cuando era niño tuve un perro labrador. Se llamaba Tony Montana - comentó de pronto y Diana entendió que su intención era cambiar de tema para que olvidara el peligro que tenía a sus espaldas. 

Funcionó. Porque la anécdota la dejó pensativa. 

- ¿Scarface? 

Daniel alzó las cejas mirándola como si no la reconociera. 

- ¿Qué? Crecí con chicos. 

- ¿Te gustó? 

- Es algo sangrienta pero la historia en sí es genial, por no hablar de la actuación magistral de Al Pacino, aunque de sus películas prefiero Perfume de mujer - añadió distraídamente ya que los ladridos y la emoción de los perros que los veían llegar capturó su atención. 

- Perfume de mujer es excelente pero yo me quedo con El abogado del diablo. 

- Estoy de acuerdo, Keanu Reeves es uno de mis actores favoritos. Pero volviendo al tema ¿Por qué le pusiste Tony Montana a tu perro? Estamos hablando de un narcotraficante. 

- Era mi película favorita en ese entonces - explicó. 

- ¿Cuántos años tenías? 

- Ocho. 

- ¿Nadie supervisaba lo que veías? 

- No. Nadie me supervisaba en general - respondió como si no tuviera importancia - ¿Estás segura que quieres una hembra? Mira este amiguito- señaló a un pastor alemán que se acercó a la valla ladrando - Puede ser un buen perro guardián. 

La sonrisa se le borró con lo primero que dijo pero decidió no ahondar en ello. Era claro que si él cambió de tema, era porque no le apetecía adentrarse en su pasado. Y Diana no quería presionarlo, ni empujarlo a qué le contara cosas. 

- Es muy lindo pero... De verdad me hace falta un poco de energía femenina en casa. 

- ¿Te parece si entras y preguntas tus opciones mientras intento localizarlo? 

Su mano se sintió fría cuando soltó la de él y se dirigió a la oficina central del refugio. 

En el recibidor pintado con patitas de perros, a la primera persona que vió fue a una chica no mucho mayor que ella con el mismo uniforme de los trabajadores que vió afuera, sus cabello rubio estaba peinado en una trenza y las pecas que salpicaban parte de su nariz respingona le parecieron adorables. 

- Buenas tardes. ¿En qué te puedo ayudar? 

- Hola, me gustaría adoptar. 

La chica le hizo rellenar algunos formularios con preguntas en las que se aseguraban que los perros fuesen a un buen hogar. Eso era lo que le iba explicando mientras ella escribía en el papel. 

Samantha, según el gafete, era muy simpática, de esas personas que te hacen sentir cómoda enseguida con su personalidad auténtica. 

- Como te decía, algunos perros tardarán un poco en adaptarse al nuevo ambiente y otros entrarán en confianza más rápido. Depende de su perronalidad. 

Se le escapó una risa. Era la primera vez que oía esa palabra. Le encantaba  

- ¿Perronalidad? ¿Ese término existe? 

Samantha se encogió de hombros. 

- "Personalidad" no va con un perro "perso" de persona. 

Diana terminó la última pregunta y le entregó los formularios, que Samantha no tardó en revisar. 

- Todo parece estar en orden - murmuró revisando su reloj - Bien, acompáñame. Las hembras están comiendo a esta hora. 

- Si por supuesto, solo dame un momento para llamar a... 

Pero no fue necesario porque al girarse, Daniel ya estaba entrando. Le iba a decir que irían a conocer a su posible nueva mascota cuando el sonido del sujeta papeles de madera cayendo al suelo le hizo dar un respingo. 

- ¿Sam? 

Daniel miraba con cierta curiosidad y sorpresa a la chica agachada en el suelo. 

- Hola Daniel - saludó recobrando la compostura - Qué coincidencia verte de nuevo - intentaba lucir calmada pero Diana estaba muy familiarizada con lo de aparentar, así que no lo creyó. 

¿Cuál sería el motivo de tanta tensión por parte de ella? Porque cuando miró a Daniel, tenía la misma expresión de siempre. 

- Lo mismo digo - Daniel respondió con la voz neutra, no parecía contento ni disgustado por verla - Ella es Diana, ya la debes conocer, es mi... 

Y se detuvo. 

Vaya. La situación era interesante e incómoda. Los tres callados y Daniel mirándola pidiendo ayuda, mientras tanto Samantha parecía querer escapar de ahí. 

- Somos amigos - no se atrevía a decir la otra palabra hasta que fuese oficial - ¿Y ustedes de dónde se conocen? 

- De la secundaria- respondieron ambos al unísono. 

La forma apresurada y esa tensión que no desaparecía hizo que apareciera la sospecha de lo que en realidad eran, lo que provocó que una bola ardiente y desconocida hasta el momento se depositara al fondo del pecho. 

Era una sospecha y ya la estaba afectando. No podía permitirlo, así que hundió el tema muy adentro hasta tener la oportunidad de preguntarle a Daniel casualmente quién fue ella para él, a pesar de que una parte de sí no quería oírlo. 

Era absurdo e idílico. Pero le gustaba más la versión de Daniel que no tenía una pasado amoroso. 

- Deberíamos apresurarnos. Tengo otras cosas que hacer en la tarde - advirtió sin poder esconder que su humor en definitiva había cambiado. 

Sam caminó adelante de ellos sin decir una sola palabra. Solo lo hizo cuando los dejó en la larga habitación donde estaban dispuestas jaulas en las que las perritas se alimentaban. El pasillo era largo ya que las jaulas tenían el tamaño adecuado para cada una. Daniel iba pisandole los talones así que no sabía si estaba igual de incómodo que el resto. 

Aunque lo iba conociendo y ahora, podría apostar a que no. Cielos. Mataría por tener ese control de si misma. 

- Todos tienen su respectiva vacuna, lo podrán ver en el carnet que le entregaremos. También están esterilizadas. 

Diana iba caminando mirando a cada perrita que alzaba la vista, algunas se emocionaron y sacudieron la cola ante la visita. Otras siguieron en lo suyo sin prestarles mucha atención. No tenía idea de razas pero distinguió las pocas que conocía: labrador, bulldog, una golden muy alegre, pero la mayoría se notaban que eran de razas cruzadas. 

A medida que llegaba al final del pasillo se sintió frustrada, era muy difícil decidir entre tantos ojos brillantes que prometían darte cariño incondicional. 
No quería rendirse y volver a casa sin una amiga de cuatro patas. 

- Peque, mira esto. 

No supo si se lo imaginó, pero un rastro de un sentimiento que no supo descifrar, cruzó el rostro de Samantha muy rápidamente, antes de volver a la expresión amigable que hasta ahora había mostrado. 

- Llegaron hace poco, como ven son hermanos, hembra y macho. Fueron encontrados en un cartón cerca de un basurero. Desde que los trajimos, no se separan nunca y nosotros no fuimos capaces de hacerlo. 

Al arrodillarse junto a Daniel encontró dos cachorros de raza Beagle, durmiendo uno encima de otro. No debían tener más de tres meses. 

Y quizás fue porque sintió conmovida por la historia de lazos fraternales entre ellos y Diana se relacionaba con ellos por el amor que le tenía a sus hermanos, o porque eran sencillamente adorables con sus ojos cerrados. No importaba la razón, los cachorros le robaron el corazón. 

Solo había un problema. 

- No puedo llevarme ambos - se lamentó. 

Tener una mascota era una responsabilidad gigantesca que ya había asumido. Y si viviera sola, no lo pensaría dos veces en llevarlos a los dos. 

Pero en casa ni siquiera estaban enterados de que un nuevo miembro de la familia llegaría. Una sorpresa era arriesgado, dos sería un fracaso. 

- Sí que puedes - acotó Daniel ayudándola a levantar. 

- No en serio, los chicos me van a matar. Es mucho. Y no soy capaz de separarlos - suspiró decepcionada - Será mejor que busque a otra. 

- No. Nos iremos a casa con los dos - dijo muy seguro. 

- No puedo. 

- ¿Quien te dijo que lo harías sola? 

- Es muy amable de tu parte ofrecerte a ayudarme pero de todas formas, es imposible. 

- No sólo te voy a ayudar peque. 

- No te estoy entendiendo... 

Era consciente de que Samantha seguía atenta su conversación, sin esforzarse en ocultarlo. Sus ojos se movían como pelota de tenis entre los dos. 
Hasta que Daniel se dirigió a ella. 

- Sam ¿Puedes traerme los formularios que hay que rellenar para la adopción por favor? 

La rubia estaba igual de perpleja que Diana en ese momento, pero tardó menos en reaccionar. 

- Por supuesto - dijo con una sonrisa apretada y se dió la vuelta para marcharse. 

Cuando estuvieron solos, Diana lo miró como si le hubiese crecido una tercera cabeza. 

- Enloqueciste - soltó sin dudas en su voz, estaba convencida. 

- Acabo de tomar la mejor decisión de mi vida ¿De qué hablas? 

- ¿Tienes idea de lo que estás haciendo? Tener una mascota no es una decisión que se toma a la ligera. 

- No lo estoy tomando a la ligera - aseguró - lo pensé mucho. 

Se cruzó de brazos sin darle crédito. 

-...durante dos largos minutos. 

- Daniel... 

- Está bien. Aquí van mis razones. Número uno - sólo señaló la jaula en la que estaban los cachorritos. 

- ¿Qué? 

- ¿No son la cosa más adorable que hayas visto? 

- Si lo son - le dió la razón - Por eso me enamoré de ellos pero no puede ser la única razón. Necesitas estar seguro de esta responsabilidad. 

- Razón número dos. Peque, la abstinencia me está jodiendo de verdad, sé que es pedirle mucho a este pequeño, pero creo que me puede ayudar. Salir en las mañanas a pasear con él, distraerme, cuidarlo y sobre todo, estos animales son grandes amigos. Y resulta que desde que dejé las malditas drogas  mis "amigos" desaparecieron, así que tal vez yo lo necesito más a él que él a mí ¿Lo entiendes? 

El arrebato de sinceridad la dejó sin aliento por varios segundos. Algo se rompió detrás de sus ojos luego de aquel momento de vulnerabilidad y Diana no pudo hacer más que abrazarlo con fuerza. 

No tardó en sentir sus brazos rodeando su espalda baja. 

- Lo lamento, no lo ví - le dijo al oído - creo que es una gran idea. 

- Razón número tres - dijo inclinadose hacia atrás para mirarla - Tengo una excusa para verte. Firulais no soportará estar mucho tiempo alejado de su hermana. 

Hizo una mueca al escuchar el nombre. Daniel era terrible para eso 

Lo demás pasó muy rápido. Daniel llenó los formularios con Samantha evitando a toda costa mirarlo a los ojos al darle todas las recomendaciones que ya le había recitado a Diana. 

Y fue así que en menos de medio hora ya estaban de vuelta en el carro, con un cartoncito en su regazo en dónde sus dos nuevos hijos se movían ansiosos sacando sus pequeñas cabecitas al filo del cartón. 

- ¿Sigue ahí verdad? - no tuvo que alzar la mirada de los cachorros para saberlo. 

- Si. Pero parece que es más precavido. Está mucho más lejos que antes, se pierde de vista de vez en cuando. 

Tomó entre sus manos a quien llamaría de ese día en adelante Poli, y se la llevó al pecho acariciando su cabecita. La ternura del animal le insufló tranquilidad y el valor que necesitaba para la pregunta que tanto le costaba pronunciar. 

No soltó a Poli, fingió prestarle más atención a ella y actuar como si la pregunta no tuviese importancia. 

- Entonces, Samantha... - inició - ¿Solo fueron compañeros de clases? 

Lo miró de reojo y lo encontró enarcando una ceja, solos por unos segundos. Luego tuvo un ligero movimiento de labios que no supo interpretar. 

Ya había descubierto que era difícil saber que se le pasaba por la cabeza. Era una persona bastante impredecible. Nunca podía adivinar lo que iba a salir de su boca. 

- No quiero iniciar esto mintiendo así que te lo diré, Sam fue mi primera novia. 

- Oh... - dijo, esperando que no se notara que la abrupta confesión cayó como baldazo de agua fría. 

¿Era normal sentir náuseas al imaginarlos juntos? Era irracional, se respondió a sí misma. No podía seguir fingiendo que su pasado no existía. Por mucho que la sola idea de él mirando a otra chica de la misma forma que la miraba a ella, era como gasolina para la bola de ardiente que se instaló en su pecho ante la primera sospecha que sintió estando en el refugio. 

Era la primera desventaja en la relación que comenzaba a florecer. Despertó esa maraña de sentimientos horribles antes desconocidos para ella. 

No. 

Ni siquiera tenía derecho a sentir aquello. 

- Gracias por ser sincero 

- ¿Estás bien? 

- Si por supuesto - aunque no lo estaba - Es solo que no habíamos tocado el tema de ex relaciones. Ni de nuestro pasado en general. ¿Cuál es la hostoria? 

-No es muy complicado. Éramos amigos al principio, me parecía una chica agradable y leal. Lo que pasó es que confundimos el cariño que sentíamos el uno por el otro y comenzamos una relación. Pronto nos dimos cuenta que no funcionabamos. Terminamos y prometimos seguir siendo amigos pero a Sam no se le hizo muy fácil y se fue alejando. No la veía desde la graduación. Fin de la historia. 

La respiración de Poli en su pecho se relantilizaba, indicando que se estaba quedando dormida de nuevo. 

- ¿En qué piensas? - le preguntó cuando su silencio se prolongó. 

Lo consideró. 

- Si te soy honesta lo de Samantha me tomó desprevenida. 

- Lo sé y lo siento. Es solo que no me parecía muy buena idea presentartela como mi ex - explicó mirándola de reojo - estando ella ahí hubiese sido desastrosamente incómodo. Y a decir verdad, tampoco sé cómo presentarte a ti. Estamos en un punto intermedio extraño en el que me parece incorrecto llamarte solo mi amiga considerando lo que siento por ti, pero tampoco puedo llamarte mi novia porque no es oficial. 

Sonrió porque ella tenía el mismo inconveniente. 

- Llámame como quieras, solo no me vuelvas a llamar tu "amiga especial". 

Aquello le arrancó una carcajada. 

- Por cierto ¿Tu no tienes algún ex con el me pueda encontrar por ahí? 

- Nunca he tenido un novio. 

- ¿En serio? - lució impresionado. 

- Bueno, hace un tiempo comencé a salir con chicos, pero ninguno me llegó a interesar de verdad. 

- ¿Le temes al compromiso y a las etiquetas? 

- En realidad me encantan, pero siempre fui muy cuidadosa al elegir a una persona, consciente de que yo no quiero a medias y que mis sentimientos los vivo al límite. Sabía que cuando me enamorase yo me entregaría por completo. En resumen, no encontré a nadie con intenciones de... Lanzarse al vacío conmigo

Le gustó hablar abiertamente con Daniel, se sentía en confianza con él. Deseó que ese sentimiento se afianzara y que algún día llegasen a ser el confidente del otro. 

- Idiotas - renegó tomando su mano libre y no iba a negar que su corazón le revoloteó cuando sintió sus labios rozando sus nudillos - Yo estoy listo para saltar. 


*** 




- Tengo una idea genial - dijo Daniel mientras estacionaba el auto frente a su casa y ella decidía cual sería la manera más adecuada de darles la noticia a su familia. 

- Tienes una mirada de loco ahora mismo. Siento que en realidad es terrible. 

- Solo escucha... 

Y Daniel procedió a decir la idea más descabellada y peligrosa que jamás había oído. 

- Te van a matar antes de que puedas explicarles que es una broma. 

- Vamos peque, ¿Cuántas bromas te han hecho a tí? - ni siquiera podía contarlas. Diana era la menor, por supuesto que fue víctima de infinidad de bromas a lo largo de existencia. Era su papel en la familia - Asumiré las consecuencias. 

- Por supuesto, tu solo debes pararte a un lado y ver cómo la bomba explota. Yo debo cargar el peso de la broma. 

- El que Tomás me quiera estrangular es suficiente peso para mí. 

- ¿Y qué ganarias haciendo esa broma? 

Daniel rodó los ojos. Dios. A veces le recordaba a Gabriel. 

- No lo sé peque, no le des tantas vueltas. Solo deja a los cachorritos aquí un minuto, con las ventanas abiertas por supuesto. Entremos y hagamos magia. 

No esperó respuesta y salió del auto, que luego lo rodeó para abrir su puerta. 

- Está bien, pero que conste que te dije que era una terrible idea - advirtió señalando con el dedo índice - Dime qué debo decirles. 

- Primero dame la mano. Tenemos que estar juntos en esto. 

Escuchó con atención las palabras que Daniel quería que dijese y volvió a negar con la cabeza a sabiendas de lo mal que podria resultar ma broma. 

- ¿Listo para morir prematuramente? - se aseguró estando ya en el umbral con las manos unidas. 

- Jamás estuve tan listo- respondió con una sonrisa de oreja a oreja. 

Dana sacó la llave de su bolso sin quitarse de la cabeza que probablemente sus hermanos dañarían ese lindo rostro que tenía a lado. 

- Estoy nerviosa - murmuró mientras entraba. 

- No lo ocultes. Se verá mas realista. ¿Crees que puedas llorar un poco? 

- Por supuesto que no - chistó - Parece que están todos en la sala. 

Era increíble como Daniel podía estar emocionada por hacer aquello. A sabiendas que no saldría bien. 

- Hola todos. 

Todas las miradas se dirigieron, no a ellos, si no a sus manos juntas. 

- Suelta a mi hermana antes que te corte el brazo - amenazó Tomás sin quitar la vista del televisor. 

- Tenemos algo que contarles ¿Pueden apagar la tv? 

Tomás debía estar muy arrepentido ya que fue el que tomó el mando del televisor y lo apagó de inmediato, provocando las quejas que los otros dos. 

- Sígueme - susurró Daniel, llevándola hasta la mitad de la sala, justo al frente de la tv. 
En dónde tendrían toda su atención. De repente se sintió congelada frente a sus hermanos. Daniel tuvo que darle un toquecito en el muslo para que reaccionara. 

- Es una notícia importante - anunció - Miren yo sé que es probable que ustedes no estén de acuerdo con esto y que tratarán de hacerme cambiar de opinión. Pero quiero decirles que no hay vuelta atrás. Es una decisión tomada y estoy muy contenta. 

Podría detenerse... Si era buena idea detenerse ahora que todavía no había dicho nada y en el aire todavía se respiraba tranquilidad. 

Pero Daniel carraspeó y la invitó a seguir. 

- Ya ve al grano Diana - intervino Tomás. 

- Si claro. Eso debería hacer - era verdad que los nervios mejoraban muchísimo su actuación - Chicos, Daniel y yo vamos a ser papás. 

El silencio que inundó la sala unos segundos, lo interrumpió el sonido de la cámara tomando una foto. 

- Lo siento, tenía que guardar este momento - se excusó Daniel guardando el celular cuando Diana le dedicó una mirada atónita. 

¿Era blanco el color al que se había transformado Manuel? Oh Dios, estaba a punto de desmayarse. 

Tomás. Ay Tomás. 

Esa mirada que tenía solo significaba una cosa. Era el rojo vivo en él y tenía muchísimas ganas de matar a Daniel. Ni siquiera lucía sorprendido, su primera reacción era el enojo brutal. 

Preocupante. 


- No Tomás, no. No puedes tocarme ¿Quieres dejar huérfano a mi hijo? - se atrevió a decir Daniel, continuando con la broma cuando Tomás se acercó caminando como el mismísimo Jason Statham en cualquiera de sus peliculas en las que se dedica a matar gente. 

Daniel ni pestañeó ante lo aterrador que se veía su hermano así que Diana fue la que tuvo que muy disimuladamente, posicionarse al frente de él en forma de eacudo humano. 

Quizás estaba siendo un poco cruel pero de hecho, comenzaba a valer la pena al ver las reacciones de sus hermanos. Le estaba costando mucho contener la risa y mantener la compostura. 

Tomás parecía una pirotecnia a punto de explotar. Manuel tenía el color del papel, y su cuerpo reaccionó quedándose de rodillas en el suelo. 

Gabriel... Gabriel ¿Estaba llorando? Solo podía ver cómo su tórax se sacudía violentamente con el rostro escondido entre sus manos. 


- ¡TE VOY A MATAR MALDITO HIJO PUTA! ¡TE LO JURO! 

El grito atronador de su hermano hizo que pegará un respingo. 

- No vas a hacer nada de eso Tomás ¿Es que no estás feliz de que llegará un nuevo miembro a la familia? - de pronto actuar se le daba de maravilla y estaba segura que Tomás estaba convencido de lo que decía. 

- Eres malvada - susurró Daniel a su espalda de tal modo que solo ella pudo oírlo. 

- ¡ERES UNA NIÑA! ¡Y ESTE DESGRACIADO DE PUSO LAS MANO ENCIMA! ¡No solo eso! ¡Te desgració la vida! 

Estaba a punto de decir que un bebé no desgraciaria su vida. No importaba que fuese ficticio, quería defender a su bebé imaginario. 

- Un momento - interrumpió Manuel de pronto, poniéndose de pie viéndose muy débil - Si vas a tener un hijo... Eso significa que tú... - señaló a Diana con su dedo - y tú - señaló a Daniel que tuvo el descaro de sonreír, se descompuso por completo- Tuvieron... - no tuvo que terminar porque todos sabían la conclusión a la que llegó a juzgar por los ojos abiertos de para en par. 

Manuel no lo soportó y salió corriendo hasta el baño de visitas. Desde donde estaban pudieron escuchar sus arcadas y todos compartieron la mueca de asco. 

- Vaya, el futuro médico descubrió como se hacen los bebés - comentó sarcástico Daniel. 

Gabriel se sacudió con más violencia luego de aquel comentario, aunque todavía no podía verle el rostro sabía que de alguna manera le afectó. Por lo menos Tomas se había desvanecido en algún momento y no lo escuchó. 

Bueno, ¡Tendría que agradecer a Daniel por ponerles esa imagen en la cabeza a sus hermanos! Pensó, porque aunque era falso, se sintió muy avergonzada. 

- ¿Todo bien?- le preguntó acercándose a la puerta del baño. 

- No me hables - apenas alcanzó a aullar y luego otra arcada. 

Al haberle vaciado el estómago a su hermano, sospechó que la broma estaba llegando demasiado lejos. Lo cierto era que no se esperaba que fuesen tan dramáticos. 

Y estuvo segura de que también se les había sacado un tornillo. 

O todos. 

- ¿Qué estás haciendo? - quiso saber cuando su hermano la tomó de la muñeca con una mano y comenzó a empujar a Daniel hasta la salida con la otra. 

- Vamos a una notaría a que se casen - contestó seriamente. 

Diana soltó una risa súbita y nerviosa. No creía estar oyendo bien. No podía estar hablando en serio ¿Verdad? 
Buscó ayuda de Daniel con la mirada Pero este parecía estar pasándolo en grande. 

- Conozco una que está muy cerca ¿En tu auto o en el mío? 

"Dios mío, es el descaro en persona" pensó. 

Y no creyó posible que el rostro de su hermano se podría perturbar aún más, pero Daniel tenía capacidades de lograr lo que nadie podía. 

- ¡Daniel! - chilló - ¿Estás loco? ¡Ya diles! 

- ¿Tan rápido? - respondió como niño al que le habían dicho que su horario de juegos terminó - Quería ver qué tan lejos llegaba. 

- Bueno, ya hicimos que Manuel vomitara, Gabriel se traumatizara y Tomás perdiera la cabeza. Creo que ya es suficiente - intentaba ser la voz de la razón pero lo cierto era que se había divertido mucho. 

- Está bien - se resignó rodando los ojos - Tommy  ¿Podrías ser tan amable de soltarme el brazo? La sangre no me está llegando a la mano y temo que me dejes sin medios para mantener a mi nuevo hijo. 

- Lo voy a matar, te juro que lo voy a matar - gruñó entre dientes. 

- Solo suéltalo Tomás - exigió. 

Soltó su brazo levantando sus dedos uno a uno con una mirada asesina puesta en Daniel, y por la personalidad de su hermano tan fría y hostil apostaría que era una forma de amenaza que a cualquiera le enfriaría la sangre. 

A Daniel claro, le importó un bledo. 

- ¿Estuviste haciendo bíceps? - se quejó masajeandose el antebrazo y salió de la casa. 

- Diana más te vale que esto sea una broma. Porque tú no pudiste hacer algo así... - su voz se apagó y sonó como si se estuviera auto convenciendo. 

Se cruzó de brazos. No se olvidaba que seguía enfadada con él. 

- ¿Por qué no? Al fin y al cabo, yo estoy desesperada por su atención, soy tan patética y estoy tan sola... - repitió sus palabras. 

Un atisbo de tristeza cruzó por su rostro y su mirada se suavizó. 

- Di, sabes bien que yo no... - intentó excusarse pero en ese instante apareció Daniel cargando el pequeño cartoncito con los dos cachorritos asomando la cabeza. 

- Les presento a nuestros hijos. 

El estado de ánimo de Tomás pasó por varias etapas en solo unos segundos, partió por el alivio al enterarse que todo fue una broma, luego pestañeó varias veces perplejo por lo que tenía al frente, hasta por fin una sonrisa vacilante se deslizó por sus labios. 

Era un buen momento, a pesar de que no era su persona favorita en ese instante,
apreció ver cómo se rompía el cascarón de su duro corazón y tomaba entre sus brazos a el pequeño animalito que gozaba con la atención que le daban. 
Los Luna tenían una debilidad por los animales, no importa qué tipo sea. Recordaba a un Tomás de doce años gritando a su padre que se detuviera porque había visto un pajarito herido en la calzada y cuidandolo durante semanas hasta que por fin estuvo listo para volar. 

Era como presenciar al niño interior de Tomás saliendo a flote. 

Todo iba perfecto hasta que una carcajada limpia y estridente los hizo sobresaltar a todos. Cuando voltearon, encontraron a Gabriel arrodillado en el suelo soltando una risa tan explosiva como lo era él mismo. 

Hizo varios intentos de hablar para la risa le sobrevenia de nuevo y volvía ahogarse de tal modo que les contagiaba a todos. 

- ¿Tú lo sabías pedazo de idiota? - espetó Tomás con el cachorro aún entre sus brazos. Todavía nadie le había advertido que ese era el perro de Daniel. 

- Diana me dijo hace algunos días que iba adoptar una mascota - contó cuando el ataque de risa por fin se detuvo - Nunca me dijo qué día, pero apenas inició a hablar me di cuenta de que todo era broma. No quise arruinarselas. 

- Por eso te cubrías el rostro - lo entendió - creí que estabas llorando. 

- Si solté un par de lágrimas - confesó poniéndose de pie - Por cierto, déjame ver esa foto. 

- Deberíamos enmarcarla - opinó Daniel mostrandole la imagen. 

Manuel salió del baño, con un aspecto terrible como si le hubiesen extraído toda la energía del cuerpo. Su piel seguía pálida como un papel. 

- Oh perros. Vaya, ahora todo tiene sentido- dijo con desánimo. Manuel también era amante de los animales pero las circunstancias claramente no le permitían mostrarse emocionado. 

- Ahora me siento culpable. 

Su hermano hizo un gesto con la mano. 

- No es culpa tuya, llevaba sintiéndome mal desde ayer. Seguro fue el restaurante de mierda al que Gabriel me llevó ayer. 

- ¡Ey! Es mi restaurante favorito de la ciudad. 

- ¡VI UNA RATA SALIENDO DE LA COCINA ESTÚPIDO! - bramó con la poca fuerza que le quedaba. 

- ¡ERA LA MASCOTA DEL CHEF! ¿NUNCA HAS VISTO RATATOUILLE JODIDO INCULTO? 

Diana se tapó el rostro avergonzada. Sus hermanos no se detenían ni porque tuviesen un invitado en casa. A pesar Daniel estuviese presenciando todo como si fuese la más divertida película de comedia. 

Los chicos se ensartaron en su discusión y Diana se acercó a Daniel, que todavía tenía a Poli en sus brazos. 

- Peque - susurró adoptando un tono más serio - debes contarles lo que sucedió hoy. 

Con tanto ajetreo lo había olvidado por completo. Su felicidad momentánea se vió opacada al recordar que tenían la espada de Damocles en la cabeza. 

- ¿Podrían callarse todos por favor? Hay algo que debo comentarles y esto ya no es broma.
















 




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