Hola.
Estuve mucho tiempo pensando en el modo adecuado de volver a esta historia. Tuve muchas ideas y Dios sabe la cantidad de capítulos que escribí que serían la continuación del último capítulo publicado hace mucho tiempo.
Al final, una idea no dejó de rondar mi cabeza, hasta que finalmente la puse en marcha.
Continuar la historia desde una perspectiva diferente. Quiero decir, detrás de los ojos de un personaje que tiene mucha profundidad y he estado esperando el momento adecuado para mostrarlo.
Tomás.
Si eres uno de los lectores que me leyeron hace mucho tiempo, creo que te debo una disculpa por haberte dejado en pausa. Y también, quiero agradecer por el momento en que me diste la oportunidad de formar un ratito parte de tu realidad.
Bueno, sin más preámbulos. ¡Aquí vamos!
***
Pov Tomás
—Por supuesto que no —exclamó Tomás—. El simple hecho de que lo menciones hace que quiera cortarte en pedazos, maldito imbécil.
A lo largo de su vida había oído muchas estupideces; vamos, había vivido con Gabriel. Pero ese tipo, sentado a su lado en la oficina del jefe, superaba cualquier cosa.
Siempre que hablaba le daban ganas de asesinarlo, pero esta vez en especial su “grandiosa idea” le provocaba deseos mucho más extremos de tortura.
—Permite que termine de explicar —intervino el viejo desde la cabecera del escritorio. Él ya lo había escuchado y había llamado a Tomás para saber su opinión.
Tomás suspiró, realmente cansado. Su día había sido largo y ahora tenía que ver cómo el jefe estaba considerando lo que decía Alan.
También lo odiaba. Le daba demasiada confianza a ese hipócrita que no sabía de qué lado estaba. Le había aconsejado mil veces que lo mandara a la mierda, pero él insistía en que tenía una promesa que cumplir.
—Ella no estará en peligro, Tomás. Te lo prometo. Moriría antes de permitir que la toquen - le respondió Alan. Y casi le dió risa. El tipo no era para nada confiable.
—¿Y quién eres tú para asegurarme eso? —le inquirió—. ¿Qué podrías hacer tú solo frente a las personas más peligrosas de esta ciudad?
Alan le lanzó una mirada fría y esbozó esa sonrisa arrogante que siempre hacía que quisiera propinarle un golpe en los bajos.
—¿Y qué vas a hacer tú? —replicó—. Justo ahora, si lo que dices es cierto y hoy se llevaron documentación que conectaba a tu padre con el jefe, hay alguien allá afuera que ya sabe lo importantes que son ustedes para él. Tarde o temprano la cacería va a empezar y tu familia podría ser un blanco.
Tenía un maldito buen punto para respaldar esa locura.
—Sabes bien que si Diana no hubiese sido inteligente, hoy no estaría con ustedes.
—¿Y ahora quieres que la vuelva a poner en peligro?
—Diana ya está en peligro —intervino el viejo.
— ¿Pero por qué ella? Quiero decir, no quiero a ninguno de mis hermanos metidos en esto. Pero de todos... ¿Por qué ella?
— Porque Walter, es su principal enemigo — explicó Alan señalando al viejo con la cabeza — Será el primero en querer venganza dado que su hermano murió. ¿No te parece que querrá a la chica por la que inició todo esto?
— Hay que darle lo que quiere
Tomás cerró los ojos, frustrado. Con esa acotación, el jefe había dejado clara su posición.
—Y aunque aceptara tu plan… —se dirigió al viejo—. Se suponía que íbamos a mantener a mis hermanos alejados de todo esto — señaló la inmensa casa que los rodeaba, que era solo una representación de todo lo que era él como persona — de ti —enfatizó—. ¿Cómo la voy a hacer parte del plan sin que se entere?
El viejo frunció el ceño porque seguramente no habían pensado en eso todavía, dirigió hacia Alan esa mirada adusta que incomodaba a tantos, pero a este ni siquiera parecía inmutarlo
Había una extraña confianza entre esos dos que Tomás todavía no entendía. Tenía entendido que había un pasado en común, ya que parecían hablarse como si se conocieran desde hacía mucho tiempo.
Pero el viejo nunca revelaba más información de la absolutamente necesaria.
—Porque no sabrá lo que está pasando. Para ella, esto será un secuestro.
Tomás se crispó al oír aquella palabra.
Ese día Diana había estado tan cerca… demasiado cerca. Así que no.
Ya había oído todo. Estaba harto. No quería seguir escuchando.
Se levantó de la silla, dispuesto a salir de esa oficina tan oscura y ostentosa.
—Tomás, siéntate —bramó el viejo.
Maldita sea. Solo su padre podía hablarle así y lograr que agachara la cabeza. En cambio, al viejo no le guardaba ni una pizca de respeto. Estaba ahí por conveniencia.
Por su familia.
Fue por ellos que no le lanzó su estúpida lámpara hecha de piel de quién sabe qué.
Respiró hondo y se contuvo, volviendo a su asiento a regañadientes.
Todavía tenía demasiado fresca en su mente la imagen de su hermana, sentada en medio de la destrucción de la casa.
Cuando llegó, ella había levantado la vista con esa mezcla de confusión y miedo grabada en el rostro. Hacía un año se había jurado que haría todo lo posible por no volver a verla en ese estado.
Pero esas personas querían que Tomás sometiera a su hermanita —que ya había vivido suficiente terror en su vida— a la experiencia más horrible que puede atravesar un ser humano.
—No voy a ser parte de esto. No voy a secuestrar a mi hermana —advirtió, con toda la ira contenida en la voz.
—O lo hacemos nosotros o lo harán ellos. Es tu elección, Tomás.
—Debe haber otra manera —insistió. Le dolía el pecho de solo imaginar lo asustada que estaría Diana.
—Hijo…
—No soy tu hijo —recalcó. Detestaba cuando el viejo se ponía en plan paternalista.
Él ya tenía un padre, y estaba en la cárcel por su culpa.
—Tomás, creo que el plan de Alan podría funcionar. Si todo sale perfecto, la familia estaría a salvo.
Al viejo le importaba una mierda la familia.
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Editado: 13.12.2025