En todo hogar donde haya niños, habita el completo desorden y ese mágico alboroto que reflejan la magia de la felicidad y la complicidad de una familia, son hogares en los cuales el silencio está prohibido, donde las risas son gratis y el espacio es de todos y lo mejor de todo es que se respira armonía, aunque en algunos de los casos existe el típico padre o madre que no soporta el desorden ni los gritos mucho menos el alboroto y que marca firmes reglas para que nada se salga de sitio y todo permanezca en completo orden, ahí donde la caída de cualquier objeto sanciona un castigo o donde la propia voz infantil no puede elevarse más de lo apropiado.
Generalmente en los hogares donde se siguen este tipo de pautas de crianza y de educación, transmiten al final esa contención emocional por donde el niño termina por no moverse o por no expresarse y por habitar en el silencio de su propia habitación sumido en el juego solitario ahí donde no hace demasiado escándalo, no debemos de llegar a esos extremos al igual que no es recomendable obsesionarse con el orden extremo y con la contención de las expresiones y emociones infantiles.
La gran mayoría de los padres saben que es sano que su hijo juegue que se divierta que disfrute de su infancia que socialice con otros niños, mamá y papá saben que jugar es utilizar todo un equipo de muñecas, de juegos de lego de pinturas o cuento infantiles, pero en casa hay normas que los niños deben tener integradas desde muy temprano y deben respetar, esas que nos recuerdan que después de jugar se debe de poner todo justo donde estaba y que justo después de jugar debe de quedar todo en orden.