Caída Libre
Crecí en un entorno de amor desde pequeña, tal vez el haber convivido en un hogar perfecto me hizo ser consciente de él y de sentirlo en todo su esplendor. Pero la magia siempre acaba cuando crecemos, cuando maduramos y cuando nuestra mente se llena de información que antes no notábamos, de sentimientos que ya no nos pertenecen.
El éxtasis, la felicidad, los juegos, el amor y la diversión llegan, pero luego te lanzan a un vacío. He caído en él por más de 10 años, no hay descanso, solo caída y la opresión de tu pecho que se vuelve más grande cada día.
“¿Pero por qué?” Es lo que preguntan…
"Lo tienes todo" reclaman y cuando miras tus manos no ves nada allí.
Ya no existe el barro que te hacía sonreír por tus travesuras o el tacto pegajosos de tus dedos llenos de algún caramelo o dulce favorito. Todo lo demás sigue allí, casi como el mismo día.
Pero algo en ti te hace ser consciente de que ya no eres igual, que tus ojos ya no brillan igual y que escondes tu risa como si aquello fuera un delito.
“¿Por qué?”
Escuchas y tu mente te grita la respuesta:
He dejado de creer porque todo se volvió polvo frente a mí.
“¿Por qué?”
Insisten y tu corazón lo sabe:
He dejado que mis ilusiones se desmoronen porque el pasar de los años no han hecho más que desilusionarme.
“¿Por qué?”
Te exigen respuestas y mi voz temblorosa se las dice:
La ansiedad ha oscurecido mi corazón, me quita el aire y me hace creer que moriré.
La caída es desagradable, vertiginosa y agonizante. Porque mientras más crecía, más dejaba de soñar. Mientras más maduraba, más dejaba de sentir alivio. Y mientras más soñaba, más alta era la caída.
Las paredes de mi hogar antes llenas de dibujos y de risas, se convirtieron en silencios lúgubres y peleas ensordecedoras. Miraba a mi alrededor buscando luz, buscando ser salvada y ese día nunca llegó. Sin poder salir, estancada en un caída libre, oscura y dolorosa.
Cuando mis héroes se convirtieron en mi razón de llorar o de la presión en mi pecho, no pude ser capaz de escapar.
Cuando mis ojos no podían dejar salir ni una sola lágrima, la presión en mi pecho se volvió más pesada.
Los besos se volvieron menos comunes entre mis padres, las peleas cada vez eran más reales y crudas. Las dulces palabras desaparecían y los reclamos se alzaban pidiendo piedad de almas destrozadas, condenadas a permanecer en un hogar que se rompía cada vez más y más.
Grietas gigantes, imposibles de ocultar y sin retorno a ser salvadas. Solo un montón de escombros tratando de esconderse del ojo curioso del exterior, mintiendo y ocultando lo que tanto nos consumía.
Nos desgastábamos cada vez más, un error y tambaleaba todo lo que conocíamos. Algunos lo suficientemente fríos como para no mostrar sus sentimientos y algunos otros lo suficiente fuertes como para soportar hasta desfallecer.
Y luego estaba yo, allí presente, escuchando, rompiendo mi corazón poco a poco y dejando que el frío lo consumiera. Que la ansiedad cegará mis lágrimas no derramadas y el dolor colmará mi cuerpo. Guardando el dolor en mi pecho, comprimiéndolo y obligándolo a vivir en constante agonía.
Pero el final está cerca, escuché, lo esperé y lo seguiré haciendo. Las cosas están trancadas en la caída libre, pero se detendrá, eso fue lo que me dijeron y entonces creí en el amor de los libros. Me aferré a ello porque era lo que me hacía sentir de nuevo como en casa.
Viviendo en el amor de los libros y las mil caricias que si existían en las películas de amor. Pero hasta en esas historias hay un final, un desenlace milagroso y el felices para siempre, deseo llegar allí para dejar de fingir. Pero mantengo mi sonrisa porque sé que pronto todo acabará, llegará a su fin y ansío ese momento.
El final está cerca y eso es lo que espero.
Cuando por fin dejemos de mentir y de sostener escombros de nuestro hogar perfecto.
Cuando por fin el telón baje y seamos libres del cuento de hada que nos mantiene aquí. En una constante caída libre...
"El agua aturdirá tus sentidos, el naufragio consumirá tu corazón y en la oscuridad buscarás una luz” Verona