Querido enamorado, luché con todas mis fuerzas para que esta carta tratará de un lindo amor, pero por tu culpa, hoy estas líneas están marcadas de rabia y rencor.
Te confesé mi amor con ternura, te sostuve en mis brazos con compresión y ¿Cómo me lo has pagado?
Le has contado a tus amigos sobre mis sentimientos, sin importarte en lo absoluto mi dolor. Te reíste junto a ellos, burlándote de algo tan sangrado como lo que sentía por ti. Cuando sabes perfectamente que yo nunca me atreví a burlarme de tus sentimientos, de tus miedos o incluso de tus sufrimientos.
Estuve ahí, maldito, te demostré que podías confiar en mí, te mostré un mundo lleno de maravillas y ¿Qué hiciste?
Destrozaste cada una de mis ilusiones sin detenerte a pensar ni siquiera por un minuto que tanto me dolería aquello. No te importó verme sufrir, confié en ti y cada maldita vez me demostraste lo horrible que eras.
Me mostré vulnerable y solo te burlaste de mi en cada oportunidad que tuviste. No te dolió ni por un segundo cuando me veía acorralada con sus preguntas incómodas.
Te quedabas callado disfrutando de mi dolor, incluso cuando me dijiste que no me lastimarías ¿Y qué hiciste? fuiste tan cínico que te burlabas abiertamente de mí. Estuve ahí viéndote, mientras te regocijabas de mi dolor, cada broma peor que la anterior, cada palabra más cruel y dolorosa.
¿Era divertido jugar conmigo? ¿Qué era más entretenido? burlarte de la ilusión que irradiaban mis ojos al verte o mi nerviosismo cada vez que me pedías un beso. Tal vez era la risa escandalosa la que te animaba.
¿Qué mierda retorcida pasaba por tu mente cuando jurabas que deseabas un beso de mi parte? Cuando tú mismo te reías con tus amigos al imaginarte haciéndolo.
¡Maldita seas! me hiciste creer que mi rabia ni siquiera estaba justificada. Cuando es obvio que sí.
No sabes las veces que deseé que jugaran con tu corazón, así como tú jugaste con el mío…las veces que imaginé las burlas sobre tu amor, sobre tu propia ilusión y que así por fin comprendas lo mucho que dolió…las veces que fantaseé con que sintieras las lágrimas, pesadas, cargadas y amargas que causan lo que tú me hiciste.
Y ojalá que cuando eso pasé, te acuerdes de mí, de lo mucho que te ame, de lo mucho que te soporté y que cuando eso ocurra yo ya no recuerde ni siquiera que exististe o que estuviste en mi vida.
Desperdiciaste la mejor cosa que te ocurrió por ser un idiota, un cobarde y un cínico.
Así que come mierda, pinta un bosque y piérdete en él. Es más, le doy gracias a Dios que nunca caí en tus provocaciones, que nunca besé tus labios repulsivos capaces de mentirme, de engañarme y de burlarse de mí.
Por eso esta es la última carta que te escribo, y las últimas palabras que te dirijo. Te deseo que sufras el dolor de la soledad cuando te enamoras con toda tu alma, el dolor de no ser correspondido, ni valorado por quién más quieres. Te deseo que cuando ames con tanta intensidad, se burlen de tus emociones y te despedacen con una sonrisa, así como tú me hiciste a mí.
¿Por qué sabes qué? Mereces que te hagan lo que me hiciste a mí.
Que despedacen, destruyan y jueguen con tu vida, así como tú me lo hiciste a mí. De ahora en adelante ni un solo pensamiento te dedicaré, no mereces ni que te recuerde con cariño…
Hasta nunca, enamorado…
“La niña ha visto una luz. Radiante y llena de vida. Pero no la encontró en alguien más. Ardió en su pecho por ser vista…” Verona.