Hacia el Horizonte

Abuelita…

Abuelita…

Hoy hablé con mi abuelita, sus ojos sabios me relataron su vida. Una vida difícil, amores no correspondidos, matrimonios no deseados y un millón de cicatrices que pesaron en mi corazón al escucharlas.

Siendo una joven amo a un hombre, le dio todo y hasta una niña creció en su vientre. Pero el hombre le dio la espalda, la abandono por seguir en su vida llena de pasiones y alegrías. Eso le rompió el corazón…

A los 21 años con una niña pequeña intento de todo para mantenerla, pero sin casa y sin trabajo, se vio desprotegida. Un hombre se fijó en ella, uno con dinero y con posición. Pero era un hombre adulto, mayor y celoso.

Ella le dio una hija y él la acunó en sus brazos incluso con una niña que no era de él. Les dio techo, comida y una vida estable.

Ella me lo relató como si hubiese sido su salvación, pero en sus ojos se notaba que aquel hombre no era perfecto. Volátil, Celoso, Manipulador y a veces agresivo.

Mientras él la celaba ella sufría silenciosamente por el hombre que había amado, él único a quién si supo amar y que nunca vio por ella más allá de haberla usado.

Le pregunté con un nudo en la garganta si había sido feliz y sus ojos se aguaron. El llanto cubrió su rostro envejecido y mi corazón se estrujó. Sus palabras fueron claras, “Mi felicidad era mis niñas”. El llanto nos cubrió a ambas y allí entendí.

Empecé a comprender y valorar a los hombres que tenía en mi vida, porque ellos si me habían dado felicidad. Desde mi padre hasta mis hermanos. No son perfectos, pero no me abandonaron como aquel padre hizo con su hija y allí lloré tanto por ella como por lo desagradecida que había sido…

“En sus mejillas limpié las lágrimas de generaciones y en nuestra sonrisa encontré un nuevo camino para nosotras” Verona




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