Hada Madrina 2

Prólogo

Sí, sí, sí. Es mi día especial y estoy a punto de atravesar ese largo pasillo del brazo de mi padre. Al otro extremo está esperando un Dave cuyos pies no paran de moverse nerviosos, haciendo que parezca que está bailando. Pues iba a ser verdad que estaba bastante impaciente por que llegara la novia. A su lado está Remy, susurrándole alguna cosa por encima del hombro, supongo que intentando tranquilizarle, o hacer que el tiempo pase más rápido para ambos. El que será mi cuñado parece algo más entretenido, ya que el otro padrino y él parecían mantener una animada conversación. Menos mal que mi hermano se salió con la suya y consiguió hacerse cargo del banquete, porque tenerlo de padrino habría sido insufrible. Así que sólo estaban Remy, Eduard, el marido de Ophelia, y el hermano mayor de Dave, Nathan.

El Canon en D mayor de Pachelbel empieza a sonar en el jardín trasero, haciendo que las cabezas de todos se giren hacia las puertas francesas por las que sabían que la novia haría su aparición, es decir, yo aferrada a mi padre. La música es preciosa, pero no era mérito mío el haberla escogido, sino de mi suegra. Que la pidiese ayuda para organizar la boda no solo la hizo feliz, sino que me hizo ganar un montón de puntos con ella. Decir que me había convertido en el ojito izquierdo de mi Claire era acercarse bastante. Sí, tenía tres hijos que amaba con locura, pero si tenía que escoger entre mi cuñado y yo, seguro que le quitaba la silla a él para ponérmela a mí, ya me entienden. Creo que incluso había momentos en que Ophelia tenía algo de envidia de la relación que teníamos su madre y yo, aunque solo tenía que invitarla a venir a la ópera con nosotras y se la pasaba la pataleta. Ella odiaba el Bell Canto, y que su madre encontrara a alguien a quién torturar, en vez de a ella, la hacía tremendamente feliz.

Avanzo por el pasillo sembrado de pétalos de rosas blancas, sintiéndome flotar entre la gente que me rodea. Quizás es por ver la sonrisa de Dave, su pecho hinchado de orgullo, el brillo en su mirada. Él deseaba que llegara este día tanto o más que yo, y eso es difícil. Puede que fuese la presión del padre de Amanda para que cambiase de opinión, los roces con su padre para que su hermano Nathan fuese uno de los padrinos… Hay mucha historia ahí que tendré que explicar, pero no ahora.

Mi padre y yo nos detenemos frente al altar, del que Dave ha saltado para tomar mi mano y ayudarme a subir los dos peldaños que nos mantendrá por encima del resto de invitados, para que todos puedan ver a los novios.

—Espera muchacho, quiero besar a mi hija antes de que te la lleves. – Dave se disculpa con una sonrisa, y papá besa mi mejilla con cuidado. —Si no te trata bien, sabes que puedes volver a casa. Él será tu marido a partir de ahora, pero yo siempre seré tu padre. —Siento las lágrimas luchando en mis ojos por escapar.

—Si ella vuelve a su casa, ya puede ir preparando cama para dos, porque donde ella vaya, iré yo.  Dave consiguió arrancarle una carcajada a papá.

—Se supone que le estoy dando un salvavidas por si tú la picias, muchacho.

—Eso no va a pasar. – Le responde Dave todo convencido.

Mi prometido me ayuda a subir a la tarima, y se posiciona frente a mí para que el sacerdote oficie la ceremonia. Sus manos no quieren soltar las mías, pero el ramo es un estorbo, así que lo coge y mira hacia los padrinos buscando un voluntario para que lo sostenga.

—Yo lo cojo. – Se ofrece Juliet. Esta chica sí que está a tenta a todo. Dave le tiende el ramo y ella vuelve a ocupar su sitio entre las damas de honor.

¿La ceremonia? Supongo que es un calco a todas las demás. Los Sí quiero, los votos matrimoniales que me he aprendido como un loro, que me llevan a las lágrimas cuando escucho los de Dave… Y el beso que llega cuando el sacerdote dice eso de puedes besar a la novia. Si, eso es lo que dice normalmente el cura, pero esta vez solo me da tiempo a escuchar el Pue.. porque tengo los labios de Dave sobre los míos, reclamando con urgencia el primer beso de su esposa. Ya puede caer el diluvio universal sobre nuestras cabezas en ese momento, que nada ni nadie podría interrumpir ese beso.

Cuando Dave se separa de mi boca, solo unos centímetros, es cuando noto que efectivamente el diluvio se ha desatado sobre nosotros. La lluvia nos está empapando, y por lo que parece, hace un buen rato. Dave me sonríe, da un salto para bajar la tarima, y toma mi mano para tirar de mí y hacerme caer en sus brazos. Con agilidad nos lleva por el pasillo hasta el interior de la casa, donde algunos invitados se han refugiado de la tormenta. El resto seguramente se fue a la carpa que estaba al otro lado del jardín.

—Estáis locos. – Escucho la voz de Remy a nuestro lado, pero al mirarle, veo que lo dice con una enorme sonrisa en su cara.

—Puede. – Los ojos de Dave están sobre los míos mientras me sonríe.

—Es el amor, muchacho. Te hace cometer todo tipo de locuras. – Le dice mi suegro a Remy mientras apoya una de sus manos sobre su hombro.

—Vamos a quitarte esa humedad de encima, Tai. Todavía tienes que cortar una tarta. – Juliet toma el control, y tira de mi mano para arrastrarme hacia un baño, tal vez hacia la planta superior donde todavía están todos los utensilios del peluquero, secador incluido. Pero la mano de Dave no me suelta, salvo que esta vez corre detrás de mis pasos. — ¡Eh!, ¿dónde vas? – Le pregunta Juliet.



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En el texto hay: humor, amor, hada madrina

Editado: 16.02.2020

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