Hada Madrina 2

Capítulo 1

Empezamos con la historia, ¿están preparadas?

 

Lo bueno de vivir y trabajar en Dallas, es que River Oaks queda a un mundo de distancia. Lo que hagas, o mejor dicho con quién lo hagas, puede ser tan secreto como tú quieras.

La primera semana no teníamos muy claro de quién se quedaba a dormir en casa de quién, hasta que me dejó convencer por los argumentos de Dave. ¿Quién no cambiaría una rutina cronometrada al minuto, por robarle algunos de esos minutos al reloj? Eso por sí solo no sería suficiente, pero si le sumábamos la cafetera italiana que mi chico tenía en su cocina, y que te frotaran la espalda en su magnífica ducha, pues como que era imposible no rendirse. Y no solo lo digo por los chorros del hidromasaje, sino por lo bien que hacía su trabajo. ¿Un nudo en la espalda? Dave lo localizaba en un segundo y se ponía a hacer su magia sobre él hasta soltarlo.

Al final Dave dejó un traje y ropa de cambio para una noche en mi casa, y yo acabé llevando medio armario a la suya. Tienen razón los hombres, nosotras necesitamos más ropa, pero eso es porque se nos exige no repetir modelo la misma semana. Menos mal que mi prometido era comprensivo.

Prometido, ahí llegó el primer escollo; darle la noticia a la familia. Lo mirases por donde lo mirases, iba a ser una gran sorpresa.  ¡Diablos!, la primera sorprendida fui yo. No por el compromiso en sí, es lo que buscábamos, sino por lo precipitado del mismo. La única persona que no se quedó en shock fue Eleanor, la abuela de Dave, incluso creo que ella lo asimiló mejor que yo.

—Mi nieto no pierde el tiempo, va directo a por lo que quiere.

Ya, una cosa es perder el tiempo y otra muy distinta darle un nuevo significado a la palabra velocidad. Tiembla Usain Bolt. A las dos semanas de vivir juntos, Dave llegó a casa con… ¿existe una palabra mejor que encerrona? A mí no me lo pareció.

—Tai, cariño, este sábado vamos a comer con mis padres. —Para los que no sepan cómo va la cosa, eso significa “vamos a darles la noticia”.

Se supone que es el chico el que suele estar más nervioso, pero en esta ocasión no fue así. Cuando vi a los padres de Dave girara la cabeza hacia el pasillo por el que llegábamos su hijo y yo, empecé a temblar como un chihuahua en el polo norte después de haberle bañado.

—Tranquila, no van a comerte. – Ya, eso esperaba. Al menos su mano me sostuvo hasta que llegamos a la mesa. Lo bueno de hacer aquel trámite en un restaurante, es que la vergüenza evitaría que sus progenitores montaran una escena. Creo que ni en mis dietas de dieta severa había comido menos. Mi estómago se cerró como la frontera con México cuando Donald Trump se convirtió en presidente, no hubo manera de meter más de dos cucharadas. Habíamos terminado la ensalada, cuando Claire olvidó la corrección y se lanzó a preguntar.

—¿Te encuentras bien, Tai? Estás algo pálida y apenas has probado bocado. —Ahí todas mis alarmas empezaron a sonar. Miré a Dave en busca de ayuda, a lo que él vino a mi rescate. Apretó mi mano y se lanzó a los leones con una sonrisa.

—Le he pedido a Tai que se case conmigo. —Así, sin adornos, rodeos ni anestesia. Dave soltó la noticia de la misma manera que se quita un esparadrapo, de un tirón. Las cejas de George, el padre de Dave, se alzaron algo sorprendidas, pero la que me dejó a cuadros fue su madre. Claire parecía un poco aliviada.

—Uf, creí que ibas a decirme que estabas embarazada ¡Espera!, lo de la boda no será por eso ¿verdad? ¿Estás embarazada?

—¡No! —Me apresuré a contestar indignada.

—Disculpa querida, es que me pareció tan precipitado, que la cabeza se me fue a lo más evidente.

—¿Lo ves?, te dije que ibas muy rápido – Le reñí a Dave. Él solo se encogió de hombros.

—Ya está hecho. —George soltó una sonora carcajada.

—No eres de los que deja escapar una buena pieza.

—¡George! — Le recriminó su mujer. Sus ojos volvieron brevemente hacia mí. Estaba claro que no le gustaba que a su futura nuera la trataran como mercancía.

—¿Qué?, es verdad. Prefiero 10 veces a Tai antes que a Amanda. —Bueno, al menos eso era bueno, significaba que Eleanor y yo habíamos hecho un buen trabajo conquistando a mis suegros.

—Gracias supongo. – Le agradecí.

Cuando abandonamos el restaurante, estaba algo más tranquila. No solo porque la cosa hubiese salido bien, sino porque ya había pasado. Es como cuando te sacan una muela, duele, pero cuando está hecho, te sientes mucho mejor, aunque tengas la mejilla hinchada como un globo y estés atontada por la anestesia y los calmantes.

—¿Ves cómo no ha sido tan terrible? —Dave me sonreía de esa manera relajada, de quién sabe no era para tanto. Pero es que eran sus padres. Ya querría yo verle en el otro lado ¡Ah!, es que ese era el siguiente paso. Una sonrisa malévola intentó aflorar en mi boca, pero la contuve.



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En el texto hay: humor, amor, hada madrina

Editado: 16.02.2020

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