Hades

Capítulo 4. El desconocido

Layla. 

— Ha pasado casi una semana de aquello. Acéptalo, no le gusto. O se arrepintió de haber tonteado conmigo. O iba tan borracho que no me recuerda. O dije algo que la cagué. O todo a la vez. 

— ¿No tienes su número? 

— No... El apuntó el mío. Bueno, en realidad “lo memorizó”. 

Maia chasqueó los dedos. 

— Pues ya está. Se le habría olvidado antes de apuntarlo. 

— Me dejas mucho más tranquila, Maia. 

Eleanor estaba allí con nosotras. En teoría, habíamos quedado para estudiar para un examen. Aunque estábamos haciendo de todo menos usar los libros. 

— Pero... ¿Era para tanto ese chico? No me habíais contado nada de que Layla estaba con alguien. 

Sonrió de forma un tanto perversa, al mismo tiempo que me golpeaba con el codo en mi brazo. 

— Porque no lo estoy —. Jugué con la goma del pelo pasándola entre mis dedos. 

— Eleanor, ni caso. El chico estaba babeando por ella —. Maia siempre en sus mundos. 

— ¿Cómo lo sabes si solo nos viste juntos tres minutos? 

— Por qué se le notaba. Y en cuanto al chico... 

— Detalles, detalles —. A Eleonor se la comía la intriga, y Maia no se cortó un pelo. 

— Alto, uno setenta y cinco, quizás un poquito más. Atractivo no, lo siguiente. Pelo ondulado y despeinado, marrón oscuro. Pero muy oscuro, casi negro. Pecas apenas notorias, pero para eso estaba yo allí. Unos ojos grises que te miran y te derrites, y un gusto vistiendo que flipas. Ah, y atlético. Muy atlético. Y tenía un tatuaje en el cuello. 

Increíble. Yo que llevaba más de dos horas con él no me había dado ni cuenta de la mitad de lo que Maia había dicho. Esta chica parece del CSI. 

— Ay... Tía, si tu no lo quieres dámelo para mí —.  A Eleanor se le caía la baba escuchando la descripción del desconocido. 

La miré de reojo. 

— El, ya. No tengo nada con él. Fue una persona que conocí un sábado por la noche. Se conocen cientos de personas un sábado por la noche. No hay que darle mayor importancia. 

— Las personas relativamente sociables conocen cientos de personas un sábado por la noche. Tú no. Así que sí, hay que darle mucha importancia. 

Que amable por su parte. 

— Además, es que era tan guapo... En serio. Creo que era la persona más atractiva que he visto en mucho tiempo. 

— ¿Y Ryan? 

Ryan era aquel chico con “el que fue al baño”.  

— Es mono, pero no compares cuando no se puede.  

Siguieron dándole vueltas al tema, y yo empecé a agobiarme escuchándolas hablar de lo mismo. 

— ¿Podemos dejar el temita y seguir estudiando? El examen es mañana. Ya después de eso podéis hablar todo lo que queráis de él. 

Aunque esperaba que no lo hicieran. 

 

… 

Era viernes. Acababa de hacer el examen para el que me preparé tanto ayer. Creo que no me salió muy bien. 

El teléfono comenzó a sonar. Estaba en mi habitación y el estruendo llegaba hasta el piso de abajo donde yo me encontraba. 

Paró de sonar, pero solo durante unos segundos antes de que comenzara de nuevo. 

Fui hacia donde estaba, y vi que no tenía aquel número guardado. Descolgué y contesté. 

— ¿Sí? 

— ¿Desconocida Layla? 

No me lo podía creer. 

— ¿Quién es? —Pregunté con desinterés. 

— ¿Ya te has olvidado de mí? 

Aquella voz ronca, pero a la vez suave no se podía olvidar tan fácilmente. Pero no podía creerme que me llamara después de seis días teniendo mi teléfono. No sé cuál quería que fuera mi reacción. No sé si quería volver a verlo, o sí... Si ni si quiera quería volver a hablar con él. 

— Pues no lo sé, porque no me dices quién eres. 

Si piensa que lo de la semana pasada fue ponérselo difícil, entonces no tenía ni idea. 

Como dije, no me siento capaz de darle mi confianza a cualquiera. 

Un suspiro se escuchó al otro lado de la línea. Se veía que era una persona tremendamente impaciente y que lo ponía de los nervios cuando hacía este tipo de cosas. 

Me encantaba picarlo. 

— Aidan... Jensen —respondió. 

— ¿No era Johnson?  

— ¿O sea que si te acuerdas de mí? 

El tal Aidan que mintió acerca de su nombre 1, Layla 0. 

— ¿Qué quieres? —Pregunté de forma cortante. 

— Verte. 

¿Qué se supone que debía contestar a eso? No quería decirle que sí, el día y la hora. Parecería desesperada. 

— ¿Sigues ahí? 

No respondí. Contuve la respiración unos segundos con tal de responder sin ponerme nerviosa. 

— Ahora mismo estarás pegando saltitos de alegría por tener una cita conmigo. Te entiendo. Tómate tu tiempo. 

— Eres un creído. Además, ¿quién ha dicho que vaya a tener una cita contigo? 

— Yo mismo. ¿O no quieres tenerla? 

Estoy segura de que había practicado frente al espejo como acorralarme. El otro día no estaba tan ágil. Volví a pensar una respuesta medianamente inteligente pero los nervios no me dejaban decir nada. 

— ¿Hola? Te estoy haciendo el favor de salir contigo, deberías de haber dicho que sí hace rato ya. 

Podía oír como soltaba una risa desde otro lado del teléfono. 

— Vaya... Eres la persona más arrogante que he conocido nunca —solté. 

— Posiblemente lo sea, sí. ¿Me tomo eso como que quieres tener una cita conmigo? 

— Puedes tomártelo así. 

— ¿Te recojo esta noche? 

— No. Mañana. Esta noche no puedo. 

Claro que podía. Pero no quería que pensara que estaría disponible para él cuando él quisiera. 

— Vaya, desconocida Layla. No me lo estás poniendo fácil. De acuerdo. Mañana paso por ti. Mándame tu dirección y te recojo a las ocho. 

— Podrías ser un asesino en serie. No sé si es buena idea que te mande mi dirección. 

— Si lo fuera te habría encontrado hace días. Mándame la dirección. 

— Vale... —traté de contener una sonrisa que se escapaba de mis labios. 




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