Hades.
—Estábamos literalmente en medio de la nada. Cuando caí de aquel barco pensé que estaba acabada.
—Pero entonces apareció el bueno de Poseidón como tu hada madrina y te sacó del apuro. Esa parte ya la sé.
—¿Te quieres callar y dejarme hablar?
Asentí. No parece que tuviera ganas de escuchar ninguna broma de ese tipo. O de ninguno. Tras una pausa de unos segundos continuó hablando.
—Aquel lugar era todo negro. No había ni una sola luz en todo el horizonte. No podía ver ni si quiera si alguien hubiera estado a mi lado. Es por eso por lo que estaba aterrorizada, sin contar que no tenía ni idea de cómo volver, ni de si podría.
Tomó aire.
—Traté de moverme pero no hubo manera. Por mucho que nadara no llegaba a ningún sitio. Llegó un momento en el que no pude continuar avanzando, tuve que detenerme en un mismo lugar. Tan solo unos minutos más tarde no pude continuar moviendo las piernas o los brazos, sin hablar de que el agua estaba cada vez más fría. Después de eso no recuerdo que ocurrió, lo único que recuerdo es que me encontraba en un suelo de piedra, en una especie de cueva por lo que supuse, echando toda el agua que tragué antes de llegar allí. Fue entonces cuando los vi.
—¿A Poseidón y Ares?
—Sí. Ares estaba a mi lado, sin embargo Poseidón se encontraba a unos cuantos metros de mí. Comenzaron a explicarme quien era, y quienes eran ellos.
—¿Y les creíste? ¿Así, sin más?
—Si hubieras visto sus pintas y la situación en la que me encontraba, comprenderías que les hubiera creído. Parecían sacados de un libro de historia, y la explicación de tu hermano acerca de mi origen tenía más sentido de lo que esperaba.
—¿Y por qué dijo Ares que no querías saber nada más de los Dioses?
—Porque, bueno... Me pidió que lo ayudara en una cosa que al final involucró a más de uno y... No salió como yo esperaba.
La miré de reojo mientras conducía, incrédulo.
—Jamás había escuchado una historia con tantísimos detalles. La próxima vez será mejor que resumas un poco, o no podré asimilar tanta información relevante de golpe.
Puso los ojos en blanco. Sabía que odiaba las ironías, pero es que formaban parte de mi envidiable personalidad.
—Oye, me pediste que te dijera la verdad y eso he hecho. Lo de Ares es un extra, una historia completamente distinta para la que no tenemos tiempo.
Esta chica tenía más encantos de los que yo esperaba. No solo tenía belleza y un don para hacer que mi corazón diera un vuelco nada más estar cerca de ella; también sabía llevarte por donde quería. Pero, aunque prefiriera permanecer en el Inframundo por una eternidad antes que admitir lo que no quería admitir, debía hacerlo.
Layla llevaba razón.
Odio dar la razón a otros que no sean yo. Incluso a ella.
Pero la realidad es que teníamos el reloj en contra para solucionar este problema, que más que ser un problema cualquiera era la madre de ellos. Siendo sinceros, si lo que fuera que capturó a aquellos idiotas viniera a por mí, no sé qué ocurriría. Esa cosa ya ha demostrado que puede con entes poderosos, y aquí va otra revelación que no quería que saliera a la luz.
Aunque odie profundamente decirlo en voz alta, la verdad es que Poseidón es poderoso. Puede que incluso más que yo.
Tan solo puede.
Y si aquello que está aprovechándose de los Dioses es capaz de secuestrar y usar a mi hermano, no estoy demasiado seguro de que le vaya a costar mucho más hacer lo mismo conmigo.
O con mi Layla.
He sido un tonto. Quizás vayan a por ella. No estoy segura de que sea demasiado poderosa en comparación con otros cientos de semidioses que hay por ahí campando a sus anchas, pero lo que ese ser está llevando a cabo no tiene lógica ninguna, asique no sería del todo un disparate.
Y si se atreven tan solo a rozarla, a intentar secuestrarla o hacerle daño, ahí sí que voy a tener que matar a alguien de la forma más lenta y dolorosa posible que jamás se haya llevado a cabo.
—¿Hades? —Me llamó, sacándome de mi ensoñación.
—¿Sí? —Pregunté mientras permanecía mirando la carretera.
—¿Vas a ayudarlos entonces? —Preguntó.
Mi respuesta era sí. Y aunque no lo fuera, tan solo hace falta que me mire de la manera en la que me ha mirado, con esos ojos un tanto llorosos y esa necesidad prácticamente visible de ayudar a los demás, aunque sea ella la que corra peligro si lo hace.
En este tipo de ocasiones me pregunto seriamente si lo nuestro funcionará, de aquí a un futuro no muy lejano.
Quiero decir, que ella en algún momento tendrá que aceptar quien soy. Ahora mismo siento que lleva puesta una venda en los ojos que ella misma se ha colocado, pero en algún momento tendrá que retirarla. Y me preocupa lo que vea en el momento en que lo haga.
Porque siendo sinceros, no había que conocerla demasiado como para darse cuenta de que esa preciosa chica tiene una especie de complejo de super heroína. Como si salvar a la gente que está en peligro le proporcionara el aire que respira. Y eso es bueno, se preocupa por los demás, pero hay algo que ella no acepta, o que no quiere aceptar.
Yo no soy como ella. Yo soy el villano, no el héroe. Y cuando se dé cuenta de ese más que insignificante detalle, creo que le va a faltar mundo para huir de mí.
Espero que esa venda que lleva en los ojos le dure más tiempo del que tengo previsto.
—Qué remedio —. Respondí a regañadientes.
Vale, iba a llevar a cabo algo que era lo correcto pero que no quería hacer. Pero fue tan reconfortante, tan solo por el hecho de ver aquella sonrisa que se dibujó en su rostro al instante.
Me llenó de paz. A mí, que todo lo que toco se convierte en guerra.
Me estaba cambiando por completo.
—Vale, ¿por dónde empezamos? —Preguntó eufórica.
—Por el Olimpo. Tenemos que ir hablar con los que queden —. Respondí en un tono bastante más serio que el de ella.