Hagamos parpadear las estrellas

Capítulo 10 - Rosa malva, otra vez

“Ámame antes de que tome la decisión de no dejarte hacerlo jamás”

New York, viernes 02 de octubre de 2015.

Petra Russo

¿Y si estoy siendo injusta con Louan? Sé que de su parte deben haber más historias, lo sé, pero ¿Cómo espera que las acepte sin siquiera saberlo?

Resulta que mami Ingrid, Louan y Nora eran amigas… ¿Quizás por eso Ingrid me adoptó…? Hay demasiada información que no sé cómo procesar y que la verdad no quería.

A este punto no quiero respuestas, quiero paz.

Aún nadie me dice nada del abuelo o la abuela. Siempre que tomo esa conversación con alguien de la casa cambian el tema o me dicen un mero “Está bien” y no soy tonta. Sé que mienten.

—Russo —me llama Hayes, cosa que me saca de mi ensimismación—, ¿Dónde está el Resaltador andante que me dieron de hermana? Salió demasiado temprano esta mañana y no sé dónde está.

—Tienen nombres, niño —¿Quién ha dicho eso? —. ¿No ves?

Es una chica pelinegra. Va en un auto con una rubia, las he visto a ambas en mi grupo de clase, pero nunca hablábamos. Creo que se llamaban Hailey y Gael. Hailey era la chica que estaba coqueteando con Marlon la vez... 

—Cállate, Solecito. No hablaba contigo.

—Pero yo sí contigo, Hayes. Vete, tus bolas te lo agradecerán, no creo que soporten que mi rodilla las salude como la última vez

"Cómo la última vez..."

Lejos de enojarse simplemente sonrie y le guiña un ojo —Estás muy bella hoy, Gael.

Ella lo mira divertida sin una pizca de miedo.

—¿O sea que ayer no? —Estos dos están coqueteando y yo aquí parada. 

—Pero siempre con tu encanto.

Sostengo mis libros aún más fuerte y sigo con mi camino. Al llegar temprano tendría tiempo para poder tocar en el piano.

 Un mensaje llega a mi celular:

"Pepe Grillo, tuve un inconveniente, una de mis compañeras se ha enfermado y tendré que cubrirla, no podré ir en la fecha que planeaba, trataré de estar para tu presentación. Te amo, con el alma. Cuando las cosas se calmen te llamo. Te amo"

Como siempre, Ingrid me deja de lado.

 Al subir la mirada veo a Demien salir de un local. Lleva una rosa, solo una, en la mano derecha; sale de una floristeria. Es la misma que visite. Me acerco, pero él se subie en su motocicleta y se fue antes de que yo lo saludara.  

Dentro del lugar una rosa llama mi atención. Es la misma… mi rosa malva. 

Unas pequeñas y blancas se ven como ángeles y unas grandes rosadas parecen enviados al mundo del amor. Me gusta pensar que cada flor es una declaración de amor correspondida.

 Sería lindo enamorarme, sentir que esa persona me elegía cada día, que no me dejaría y que me tomaría de la mano siempre.

No soy el tipo de muchos. Mis ojos son horribles y mi cabello es condenadamente raro. No son muy delgada, no tengo muchas curvas casi. Las grandes pecas en mí tampoco me ayudan. Soy todo el conjunto de lo imperfecto.

Tomo una pequeña rosa, parece que se atrofió al crecer, no se ve como las otras. Pobre, debe sentirse mal, sentir que no encaja y que no era suficientemente bella. Pero creo que es especial. Es la única que es así de pequeña.

Dios, si estás ahí, ¿Podrías mandar a alguien que me amé de verdad? De preferencia que yo lo amé también.” 

—Buenos días, Petra, ¿En qué puedo ayudarte? —me sobresalta oír la voz del chico de las flores de la otra vez.

Un pequeño jarrón lleno de agua y unas cosas negras pequeñas se tambalea y al final cae por el borde. Cierro los ojos esperando el impacto. No lo escucho, cierro más los ojos pensando que pronto iba a llegar.

—Puedes abrir los ojos, pianito. Está todo bien, lo atrapé.

¿Pianito? ¿Me acaba de llamar Pianito? ... ¿Por qué me gusta?

Deja de sonreír Petra Atalaya.”

—L-lo siento —¿Acaba de tartamudear? —. Lo siento mucho.

Vi hacia abajo, no se derrama casi nada. Él tiene el jarrón agarrado con una de sus manos, con la otra se apoya en la mesa tras mí... Está muy cerca.

Está. Muy. Cerca. 

—Hola...

—Hola —dice con una sonrisa... ¿Está disfrutando el que seguro estaba roja? Joder... hasta aquí mi orgullo.

—Yo tengo... escuela... irme... yo —balbuceo entre dientes, siento que mi cara va a explotar en cualquier momento. Me di un zape mental y cierro los ojos con fuerza.

—Pianito, que cierres los ojos no hace que las cosas desaparezcan —se rie fuerte y siento como resuenan sus carcajadas en el pecho.

—N-no, no era eso. Yo no...

—¿Te gusta esa flor? —se aleja un poco y mi pequeño corazón acelerado se lo agradecie —¿Pianito?

—¿Qué? —está hablando de una flor cuando yo estaba por convulsionar.

—Esa rosa, ¿Te gusta? —se acomoda un pequeño delantal que tiene en la cintura.

—Encuentro especial muchas cosas en ella...

—¿En serio? —toma una silla y se sienta en ella al revés—¿Por qué es especial?

Me mira atento con una leve sonrisa. Poco a poco vi cómo me mira fijamente a los ojos, me intimida —Es muy diferente a las demás.

—Ser diferente no es sinónimo de especial. Ser diferente es normal —me refuta—. Todos somos diferentes.

—Ser diferente no es normal, son contrarios.

—No es así. Todos los humanos son diferentes unos de otros, así que al final, por paradójico que suene, ser diferente es lo más normal que puedes ser.

—Tienes un punto —susurra.

—No quiero replantear la manera en que ves la vida, ni nada —se rie levemente—. Pero eso no es lo que a esa rosa pequeña la hace especial. ¿Quieres saber qué sí la hace especial? —asiente despacio, sin poder dejar de ver la rosa en mis manos—Que florece aun siendo diferente. Eso sí la hace especial. Seguir siendo ella misma aun siendo diferente.

—"No todas las flores florecen, no todos los humanos aprenden a florecer" —repito algo que me dijo mami Ingrid cuando tenía doce años antes de mi primer día de clases en la escuela pasada.




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