Hagamos parpadear las estrellas

Capítulo 18 - Golpe bajo

Bailemos ahora, mientras tú la miras a ella, mientras yo te miro a ti, mientras más te amo y a ti menos te importa. 

Así cuando se cambien los papeles, y tú más me ames, menos me importará  y bailar será un desperdicio.

New York, lunes 05 de octubre, 2015

POV Thomas

Llego a la floristería. Dejé a la bella Petra en la escuela… mataría por poderla besar así siempre, ella se está volviendo demasiado.  Besarla antes de dejarla en la escuela quizás no fue la mejor idea de la vida, pero sí la más placentera.

Odio la idea de verla llorar.  ¿Por qué me importa tanto esta chica que conocí hace menos de un mes? No es como que la conozco previo, pero ella me asusta por lo fácil que se me hace quererla cerca.

No quiero saber cómo se siente saber que tus padres... saber que tus padres te han abandonado, que te busquen como si fueras un objeto y que al llegar sientas que eres una carga... Dios. ¿No podía ella tener una vida mejor? 

Ella no merece nada de todo lo que le hicieron.

Y sé de primera mano que las cosas malas que te suceden no son porque las merezcas, que no es así como funciona ese sistema, sin embargo, todos esas sesiones de terapia que me habían hecho entender ellos, se vuelven inútiles cuando la veo llorar a ella.

Quisiera tenerla en una cajita de cristal, y evitarle cada dolor.

Mis padres murieron. Mi madre de cáncer. Mi padre un tiempo después al conducir ebrio, cosa que hacía para ahogar la pena de que su mujer murió. Pero siempre nos amaron a mis hermanos y a mí. Aún me quedan los abuelos en las afueras de la ciudad. Y mientras pudieron, siempre nos hicieron saber que nos amaron… Es difícil asimilar el dolor que significaría no haberlos tenido, o peor, sentir su rechazo.

Vi a mi hermano tomarse un café mientras se ríe mirando a la nada. ¿Debería preguntarle sobre por qué está limpio su celular? Mejor no.

—¡Thomas! —grita cuando me ve.

—No grites, estoy justo aquí —me siento a su lado y tomo un poco de su café —¿Por qué tan dulce, Demien?

—Si querías darme un beso deberías decírmelo en vez de tomar mi saliva de esa manera, solo digo que se verá un poco raro, porque somos hermanos y eso —hace una mueca—, pero olvídalo, amor es amor —se acerca con los labios a manera de beso y no pude evitar reírme.

Lo aparto de un manotazo —Calla, mugre.

—¡Pégame más duro!

—Si es por golpes, ve al grupo de boxeo de Hayes.

Él se carcajea ante mi comentario y sigue en lo suyo.

—Hermano... —me mira fijamente —Tienes labial en la camisa.

—¿Qué? —me reviso rápido... tengo labial clarito... ¿Petra?

—¿Me estás engañando? —se levanta y una clienta que compraba unas flores, mientras es atendida por Jane se ve un poco pendiente a la conversación —¿Conozco a esa mujerzuela?

—Deja el drama —le susurro al ver que la señora no dejaba de vernos.

—Yo aquí, con los niños, limpiando, cocinando, lavando la ropa y esperándote, ¿Y así me pagas? ¡Quiero el divorcio, Thomas!

Sobo mis sienes... paciencia, paciencia.

—¡¿Dónde quedaron esas promesas que me hiciste?!

—Te sientas ¿O te siento?

—¿Dónde quieres que me siente?

Exploto en carcajadas ante lo último, necesitábamos un psicólogo para este loco. O una escopeta para mí.

—No sé qué es más perturbador, que mi hermano diga eso refiriéndose a mí, o que te haya salido tan natural.

Se destornilla de la risa y le habla a la señora —Señora, cálmese, es mi hermano... Ah no, espere, eso se oyó peor, quiero decir que estamos jugando.

Ella paga rápido y se fue... Sí, no la veo comprando otra vez en mi floristería. 

—No sea así, señora, no sea homofóbica.

—Deja a la pobre mujer en paz, Demien.

—Entonces... el labial... —continuó divertido el pelinegro loco desaliñado que llevo por hermano— Por fin puedo desacartar que seas gay.

—No soy gay.

Mira alrededor.

—Que me gusten las flores no significa que me gusten los hombres.

—Que no te gusten las mujeres lo insinúa, querido.

—Me gustan las mujeres —le digo mientras me doy un sorbo del café—, al menos últimamente sí.

Salvado por la campana.

—Esto no ha terminado —contesta su limpio celular —. Hola, nena, ¿Todo bien? Calma, pueblo, calma. Okey, okey, ahora dime eso con menos mocos y lágrimas para poder entender. No entiendo si me canturreas con mocos, Sophie. Dios, decido faltar un día y me llaman llorando, sí que soy deseado —hay un silencio, y me quedo pendiente al ver que su rostro se desfigura —¿Estás segura? ¿Petra está bien? —al oír el nombre de mi pelirroja me activo. ¿Qué le ha pasado a Petra? —Ya voy para allá, Sí, estoy cerca de su casa. Calma, todo estará bien.

Él se levanta como un resorte y antes de que se fuera lo tomo del brazo, debo saber que le pasa a Petra.

—¿Qué pasó?

—Petra, mi amiga, no la conoces así que no sabes quién es, pero se escapó de su casa anoche —se escapó conmigo—, sus padres llegaron de sorpresa y han hecho un escándalo en la escuela.

—Mierda... 

Yo la metí en problemas.

—No solo eso, la han llevado a su casa casi a rastras y de una manera muy agresiva. Sophie, Salomé y Clover creen que hasta puede llegar a golpearla otra vez su padre.

¿Otra vez...?

No lo dejo terminar, tomo las llaves del auto. La casa de Petra queda a unas cuadras de la floristería, puedo llegar rápido. Joder, es mi culpa, yo la metí en esto, yo le he hecho esto. Joder... Joder. Salimos corriendo hacia la puerta. ¿Qué voy a hacer si la golpea?

Él no haría eso, ¿No? 

Es su hija. De tener preferencia con su hermana menor a llegar a golpearla, no creo. Por favor, por favor.

El miedo, la ansiedad, el temor, el dolor, la culpa. Todo me carcome. Conduzco y no veo a la señora que iba a cruzar y casi mato, ahora todo de mí estaba fijado en un punto. Un punto lleno de pecas, ojos especiales, ternura ahogante y cabello de fuego.




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