Hagamos parpadear las estrellas

Capítulo 20 - No todos los momentos son el momento

"La flor y la sinfonía se enamoran porque sus almas tienen las mismas laceraciones; que dos entes así de puros se colisionen otra vez sería improbable; una alineación así sería la prueba misma de la existencia de un Dios.

Tontas estrellas, ¿Cómo pudieron unirlos, pero no advertirlos?

New York, lunes 05 de octubre, 2015

POV THOMAS

Su pelo cae hasta la espalda. El agua reviste todo, y su respiración es algo ajetreada; la mía igual. El delicado sostén que cubre sus pequeños pechos encaja completamente con sus bragas. Son completamente negros. Su piel se resalta ante este color. 

Su cabello rojo cual fuego, opaca todo mi ver; solo me pierdo masajeando su cuero cabelludo.

Recuerdo una vez, tras la muerte de nuestros padres que, Jane sabiendo que estaba algo deprimido, me tomó de la mano, me llevó al baño y lavó mi pelo.  Fue sorprendente para mí porque lavar su propia cabeza se le dificultaba por la silla de ruedas.  Aun así, lo hizo por mí. Ella decía, como mamá nos dijo antes, que era un acto muy simple, pero era casi como acariciar el alma; lo entendí, pocos placeres había en el mundo, como que alguien que te amara, te lavara el pelo o te abrazara.

Es la razón por la que quiero hacerlo con ella; quizás amor es una palabra que aún no podemos designar, quizás no sea el color con el que nos pintamos, pero está bastante cerca.

—Me gusta —susurra ella.

Beso delicadamente su hombro otra vez. ¿Sabrá ella todo lo que causa en mí?

—Me prometí que cuando encontrara a la persona que me hiciera sentir lo que siento ahora le lavaría el pelo.

—¿El qué?

—Sentirme a salvo.

—Me alegra ser yo…

Masajeo su cuero cabelludo y termino de sacar el acondicionador. Escucho leves risas de su parte. Yo no puedo dejar de ver moretones rojos en sus piernas, alargados, sé que de un cinturón. En sus brazos y su cuello también; se pondrán morados pronto. La rabia vuelve a mi cuerpo,

—¿Cómo puede alguien hacerle esto a su hija?

—Quizás para él no lo soy, ¿Sabes? 

—Es que… cuando me imagino siendo padre, me repugna solo pensar en hacer… Es ilógico, antinatural. ¿Qué clase de monstruo?

Ella se tensa y me mira a los ojos. Es obvio que nota lo que sentí porque acaricia mi pierna. Acaricia y dice entre dientes: "Está todo bien, estoy bien". Sus palabras significan un mundo, pero no quitan que me doliera saber que pasó eso. Sus palabras son bellas, pero no opacan el deseo de golpearlo. 

—No pienses en eso.

—Es en lo único que pienso desde que entré a tu casa.

—Pero…

—Eres idéntica a él en el físico, cuando lo vi supe inmediatamente que era tu padre. Pero son tan distintos.

—Somos distintos.

—¿Todos los Russo son así?

—Hay unos buenos… Mis abuelos —ella baja la mirada con pesar—, Petya, mi hermana.

—¿Tu hermana es buena?

—No es mala… lo sé. Solo está perdida.

—¿Cómo puedes ser tan buena, Petra?

La chica que acaparo entre mis brazos, a la que le susurro lo bella que es, la que me hipnotiza con sus leves risas tan tiernas, mi pianito, me toma de la mano, me hace cosquillas en ella y la besa con ternura.

Irónicamente, lo normal es que el chico bese la palma de la chica, pero me siento como un bebé siendo arrullado cuando ella lo hace.

—Eres maravilloso —susurra, la luz tenue se refleja en su rostro, las pecas que ella tanto oculta se ven a millas y su pelo me vuelve loco al estar unos tonos más oscuros por estar empapado —, eres maravilloso. 

Si alguna vez llegamos a tener un hijo, ¿Tendrían su cabello?

Joder, mi psicólogo estaría recordandome no ir tan lejos al iniciar algo… pero, si tenemos hijos quiero que tengan su pelo.

—Somos maravillosos —respondo.

—¿Te he dicho que brillo contigo? —me dice con los ojos cerrados.

—Siento que le he tomado el hilo a eso “brillar” —le digo divertido —. Yo también brillo contigo, Petra, parpadeo contigo todo el tiempo.

—Me hace feliz saberlo.

—Me hace feliz tenerte.

—¿A mí? —pregunta sorprendida.

—Si vieras con mis ojos un segundo, sabrías por qué vale la pena una estocada al corazón por tenerte entre mis brazos.

—Soy común.

—¿Desde cuando una rosa que te domestica es común? —cuestiono— No eres común, Petra, eres especial por permitirte ser tú misma. ¿Entiendes? Y para mí, entonces, eres especial por lo que significas. 

—¿Qué significo?

—El tiempo que nos hemos dedicado, y el que nos dedicaremos.  Las estrellas, las rosas, las canciones, las sensaciones, significas todo eso y más.

—El principito abandona a la rosa —me informa con miedo.

—Y eso lo lastima más a él que a ella probablemente.

—¿Serás cómo el principito?

—Él escapa de su mundo, yo amo mi mundo. Él dejó a su rosa porque era difícil de llevar, yo quiero a mi rosa porque todo es fluido con ella. Su rosa era roja, presuntuosa, la mía es malva, tierna. No está en mis planes irme volando, Petra. Incluso las espinas que he descubierto hasta ahora me encantan.

Se queda unos segundos en silencio, como analizando ciertas cosas.

—¿Crees que el principito volvió al final?

—Puede que haya muerto, Petra, pero la muerte es simbólica —quizás es la humedad del lugar, pero su piel se siente erizada— , por ejemplo, en la tierra solo tenemos dos estados, la vida y la muerte. Y la vida era sin su rosa. Entonces…

—Quizás en el otro estado existiera una posibilidad…

—Lógica del enamorado.

—Es decir ninguna —se burla—, ¿Cuál enamorado sigue lógica?

—Cierto —beso su frente—, él no necesitaba lógicas, la necesitaba a ella, porque entre miles de flores idénticas, ella era la suya; y solo ella podía ser suya de esa manera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.