Hagamos parpadear las estrellas

Capítulo 22 - Prioridades

"Todos odiamos lo que no podemos tener, suele ser una buena manera de disfrazar el dolor y la pena de verle de lejos"

New York, martes 06 de octubre, 2015

+—¿Y tienes un gringo ya?

+—¡Tía!

+—¿Qué? Son prioridades, niña, no seas lenta. Busca un gringo y sin miedo al éxito.

+—Pero tía —exploto en risas.

+—Es en serio —me señala con su tenedor cuando dejó de comer los espaguetis—, el amor no es tan horrible.

Estoy haciendo una video llamada con tía Karenina; quién me dijo que mi madre no se contacta con nadie en días. Al parecer, Ingrid está dejándose llevar como siempre.

+—Pero usted está soltera.

+—¿Quién dijo, mami?

+—Tía, ¿Tiene novio?

+—Nop, tengo esposo, que es mil veces mejor.

+—Pero... ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿No que usted decía que el amor era una pérdida de tiempo? ¿Y que los hombres eran una deficiencia de la humanidad?

+—Sí... bueno, eso era porque los que me tocó conocer eran unos tipos con complejo de tontos. Pero conocí a uno... ahg, con las tres B.

+—¿Bueno, bonito y barato? —río ante la idea.

+—Brillante, bueno y bestial. Es una brillante persona, bonito como no tienes idea —sube y baja las cejas mientras se hace una cola de caballo. Al contrario de mami Ingrid, tía Karenina tiene el pelo lacio —y bestial en la cama.

+—Pero tía —solo puedo reír —¿Le conozco yo?

+—Es Samuel, lo conociste de niña.

+—Lo recuerdo vagamente. ¿El hermano menor de su mejor amiga de la universidad?

+—Pues claro. Ah, pero ajá. La vida es corta y hay que disfrutar —su mirada pecaminosa me dio ganas de reír hasta mañana.

+—No me ha invitado a su boda. Ni me ha dicho nada.

+—No me enteré que había una boda hasta dos días antes, el señorito planeó todo sin decirme.

+—Oh. ¿Pero antes?

+—Me casé a la semana de reencontrarnos, ¿Qué querías que hiciera? estabas pequeñita así que no lo recuerdas… tenemos una semana de casados. Bueno, adiós, debo salir ¡recuerda las tres B! ¡Todas son importantes! ¡La última es esencial! Te amo, pepe grillo.

+—También la amo, tía loca.

+—Por cierto, Café va a tener crías.

Café es el perro de mi tía.

+—¿Con quién?

+—Con la perra de mi esposo —reí—, que raro suena eso. La perrita se llama Canela.

+—Café y Canela.

+—Sí, no los juntes, es una aberración ante el buen café, pero ellos son lindos juntos.

+—Hum.

+—¡Adiós, pepe grillo!

+—Adiós, la amo.

Corta la llamada

Como mi cereal en paz, hay veces que es mejor no tentar al destino, así que mejor no le dije de Thomas. A este punto no quiero asumir más estropeos innecesarios.

—¿Porter? —le digo cuando me contesta la llamada.

—¿Señorita Petra? ¿Está bien? ¿Pasó algo? ¿Necesita ayuda?

—¿Qué? No, para nada, no te preocupes. ¿Estás ocupado?

—No, me estaba dando una ducha, no pasa nada.

—Solo llamaba para ver si me dices algo de los abuelos. Estoy harta, así que no me digas que no, por favor.

—Señorita Petra, ¿Quiere hablar con su madre?

—No.

No preguntaré por qué mi madre está con él, si se acaba de dar una ducha...

—Creo que sería mejor que ella…

—No, Porter, no.

—Entiendo. Bueno, los abuelos están más estables. Solo están en Venecia, solucionan algo. Unos papeles de la herencia y eso.

—¿Solo eso?

—Sí... Créame, usted misma verá lo que está pasando, con sus propios ojos. Así que no se desespere.

—¿Qué está pasando? Estoy cansada de las indirectas, dime que rayos le pasa a Cara y a Peter.

—Estamos solucionando la herencia, para que usted y Cecile tengan todo perfecto. Además, una protección para evitar que Cruise la deje a usted sin su parte.

—¿Eso es todo?

Un silencio llega, para luego escuchar la voz de mi madre.

—¿Aló? ¿Petra, hija? ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Con quién estás? ¿Con el hijo de Nora? ¿Petra?

Cuelgo la llamada. No puedo con esto ahora.

+

Sigo comiendo, intentando centrar mi mente en el concurso.

Bueno, no es el concurso en sí, debo hacer una eliminatoria contra Adalia Miraflor y Soenye Kim. Actualmente mi cerebro está a punto de dejarme.  Pero admito que no es una de las cosas en mi lista de “importancia”; ahí estaba: Thomas, lo que siento por él, mis padres, Cecile, mis problemas, lo de Clover, lo de Hayes y seguro se añade algo más... 

Mi amiga la peliverde no contesta mis llamadas y no sé nada de ella.

La mejor opción es quedarme en su casa, pero al parecer no va a ser posible. Sinceramente, es mejor así; quedar entre la pelea de ella y Hayes es asegurar que una bala perdida me va a tocar. Esos hermanos son explosivos. Y si bien, le agrado a Hannah, no me quiero quedar a presenciar una disputa entre ella y Hayes.

—¡Tengo que irme! Debo trabajar y luego ver a papá. Según el doctor, está mejorando. Ya recuerda que tiene dos hijas —una bella sonrisa llena la cara de la rubia hermana de Sophie. Vengo bajando las escaleras y nos saluda a ambas—. Regresaré tarde en la noche.

—Salomé, ¿Crees que nos recuerde? —pregunta Sophie algo emocionada —¿De verdad lo crees? Ayer no…

—Eso espero, nena —besa la mejilla de Sophie y camina hasta mi dándome un abrazo—, ¡Adiós, chicas, cuídense! ¡Hay comida en el refrigerador para la cena! ¡Llámenme cualquier cosa!

—Okey, ¡Gracias por todo, Salomé! —grito para ella.

Sophie me mira y se ríe, la rubia me emana tanta ternura… toma su pelo en una coleta y termina de comer su cereal —¿Te sientes bien en mi casa? No es muy grande, ni es la gran cosa. Tu casa es diez veces más grande. Pero queremos que estés cómoda.

—Mi casa no es un hogar, este sí, me siento de maravilla aquí, gracias, Soph.

La abrazo y ella sonríe —En tu casa tenías una habitación para ti sola.




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