Hagamos parpadear las estrellas

Capítulo 26 - Si un día muero

"Tú y yo estábamos escritos en las estrellas, pero el amor es ciego y no lo vio"

 

Washington DC, miércoles 28 de octubre, 2015

Pov Petra

La hora de educación física era un castigo.

Odiaba esto.

Odiaba esto.

Me odiaba.

Odiaba al mundo.

Miré los árboles al correr, quizás al final del día pudiera sentarme bajo uno, escuchar música y recostarme en el pecho de Thomas... Señor, si estabas ahí, por favor. Eso sería una manera genial de bajar la tensión.

La profesora de educación física nos había hecho correr dos veces esto, porque ella encontró a Jules de rodillas y no orando ante Marlon. Yo no tenía la culpa, nadie del curso la tenía. Pero teníamos que pagar santos por pecadores.

No era muy atlética —Clover sí—, pero al menos no parecía que me iba a morir como con Sophie, ella estaba casi desmayada. Las piernas le temblaban y sudaba muchísimo. Un poco me daba miedo, Sophie sufría de hipoglicemia, así que esperaba que no se le bajase la azúcar demasiado. No quería que le pasara algo.

Ella estaba demasiado distante desde esta mañana; desde la mañana ella había estado extraña conmigo. Pensativa y algo enojada. Suponía que por lo que me contó antes de salir; a ella le gustaba Thomas. Y a mí me encantaba Thomas.

Yo... la amaba a ella. Pero no quería rendirme, tampoco quería perder a mi amiga. No quería tener que decidir, no quería que ella me hiciera hacerlo. Entre tantos chicos, nos tenía que gustar el mismo, ¿Por qué? ¿Por qué ahora que por fin me gustaba un chico tenía que pasar esto?

Quería ir tras él, quería seguir con lo que me hacía feliz, había tenido muchas penas por una vida, pero no quería que eso me costara mi amiga, no quería tener que perder algo para ganarlo. No quería perderla para ganarlo. No quería perderla, Sophie siempre fue la amiga que me limpiaba las lágrimas, la que era tierna, ella era la más tierna. Ella también merecía ser feliz.

Quería ser egoísta y elegir mi felicidad. Pero no quería tener que sacrificar la de ella.

Ella merecía ser feliz. Pero yo creía merecerlo también.

Quería elegir su felicidad, pero no quería tener que sacrificar la mía.

Y mi felicidad era al lado de él.

¿Y si su felicidad era al lado de él también?

Ahora mismo, Thomas, era de las pocas cosas que me hacían sentir fuerte, él era algo que encontré de casualidad, pero no quería casualmente perder.

Mi familia, mis amigas, mi vida relativamente romántica, mi talento... ¿Todo lo que me rodeaba tenía que ser roto? ¿Sería yo el problema?

Cecile me miró desde el otro lado, ella estaba en entrenamiento con las porristas. Jules era la líder, ¿Cómo no? ¿Por qué nosotros hacíamos el castigo por ella, pero ella está con las porristas? Ella estaba enseñando pasos, pero mi hermana me veía directamente. Su cara se veía demacrada, algo rota, e incluso se veía triste. No pasó mucho hasta que noté que ella movió la vista y yo dejé de mirarla. Llevaba el uniforme de porrista azul cielo y blanco. Se veía maravillosa, tenía un cuerpo maravilloso, delgada, alta y con más curvas que yo. No tantas como Clover, la peliverde salió bendecida, pero el cuerpo de mi hermana era perfecto por donde lo vieras. Era maravillosa.

Quería y desearía que fuéramos más unidas. Como amaría tener esa relación de hermanas de Salomé y Sophie. Poder abrazarnos y sentirnos apoyadas. Quería abrazarla, tenerla en mis brazos y simplemente reírnos de lo que pasaba en una serie. Eso sería lo único que pediría.

Ya estaba captando la idea de que no tenía padres biológicos, pero por lo menos me gustaría que fuera posible una relación con mi hermana.

Quizás pudiéramos solucionar las cosas.

Quería hablar con ella. Sentía que ella merecía una oportunidad para hablar. Fuera de todo lo que pasó, parecía en realidad dolida, parecía realmente arrepentida. Ella merecía una oportunidad, pero yo no podía dársela ahora. No me sentía en capacidad de hablarle. Ella y mamá eran una cuerda floja, como si no cayeran en el pozo de papá, pero tampoco sentía completa gracia. No sabía cómo explicarlo.

¡Muchas cosas en una cabeza!

Seguí, quizás así esto pasase más rápido. Quería tener una cita con Thomas, despejarme, quizás olvidar un poco, dejar de pensar en todo. Extrañaba la sensación de tomar una ducha con él, de estar a su lado, de que me hiciera reír, o me diera una charla filosófica.

"Eres un tesoro" Sí, quería ser un tesoro, pero quería más ser su tesoro.

—¡Petra, cuidado!

—¿Eh? —sentí algo duro contra mi cara... Caí hacia atrás y el dolor fue inmediato, llevé mi mano a la cabeza... dolía. Me había golpeado con la pared de las gradas — Auch...

Me sobé la parte golpeada. ¿Por qué todo me tenía que salir mal?

—¿Estás bien?

Mi cuerpo no necesitaba más moretones ya, así que no podía permitirme ir por ahí y hacer estas cosas.

—Sí —subí la mirada. Era Seonye.

Estaba sentada en las gradas leyendo un libro. Se puso sus lentes y me miró fijamente. Su mirada fría como el ártico se centró en mí y subió las cejas, esperando a qué hiciera algo. Me levanté y sonreí tímida. No quería que ella tuviera una mala vista mía. Su pelo negro estaba sujeto, le daba por la cintura y su piel blanca destellaba belleza.

Seonye era perfecta.

—¿Quieres que te lleve a la enfermería? —ella estaba siendo amable, pero su voz era desinteresada, monótona, como si lo hiciese solo por cortesía.

—No, gracias, Seonye.

—Mi nombre no se pronuncia así —rodó los ojos—, estadounidenses.

—No es su culpa, ella no sabe cómo se pronuncia —Clover intervino corriendo —¿Entiendes, coreana?

—¿Disculpa?

—Disculpada —sonrió Clover.

—Me llamaste coreana.

—¿No eras? Además, nos llamaste estadounidenses. Por gente así es que nos llaman la generación de cristal —Clover mantuvo una sonrisa grande mirándola.




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