Hagamos un trato

2| Drama queen.

Y ahí estaba yo: empapada, enojada y con un enterizo blanco que ya no era blanco

Olivia

Y ahí estaba yo: empapada, enojada y con un enterizo blanco que ya no era blanco.

Si alguien me hubiese dicho que mi primer día de clases incluiría un baño gratuito, cortesía de un auto a exceso de velocidad, habría elegido quedarme en casa viendo series.

—Mira el lado positivo —dice Claire, perfectamente arreglada—. Tu falda no se ve sucia.

Tiene razón: la falda, de jean oscuro, disimula las manchas. Pero el body blanco...

—Oh, sí, claro, apenas parece que peleé con una lavadora y perdí —respondo, mirando mi reflejo en el espejo del baño.

Mi amiga Claire, la reina de la serenidad, me ayuda a secar mi ropa. A diferencia mía, ella luce como si viniera de una sesión de fotos. Lleva un vestido azul, sandalias beige, bolso a juego y ese tipo de coleta despeinada que, irónicamente, solo las personas con buena genética pueden lograr.

Yo, en cambio, parezco una pintura abstracta. En blanco y negro. Con lodo.

—De verdad, Oli —dice entre risas—, a ti solo se te ocurre venir de blanco el primer día.

—¿Y qué querías? —respondo haciendo un puchero—. Quería verme linda, no como si sobreviví al apocalipsis acuático.

Claire se ríe. Yo suspiro.

Dios, realmente quería comenzar bien el año, ¿no podías darme el gusto?

—No exageres. Solo es el primer día. No es el fin del mundo —dice mi amiga, leyendo mi mente.

—¿Cómo hiciste eso? —frunzo el ceño, curiosa.

—¿Hacer qué?

—Leer mi mente.

—Llevas cinco minutos murmurando tus pensamientos en voz alta, Oli. Literalmente, narras tu vida.

Genial, ni siquiera puedo quejarme en paz.

—Bueno, deja de dramatizar. Vamos, que ya casi empieza la clase.

—Pasaré el papelón de mi vida —me quejo, tapándome la cara.

—Tranquila, Oli, le pedí a Antonella que nos espere afuera. Hará de pared humana.

Tal como dijo Claire, nos encontramos a Antonella, mi mejor amiga desde los siete años, con su sonrisa brillante y un vaso de café en la mano.

—Te traje tu dosis de vida líquida —dice, guiñándome un ojo.

Si el café fuera una persona, me casaría con él sin dudarlo.

Antonella y yo nos conocimos en la primaria. Nos odiamos al principio porque estábamos enamoradas del mismo niño. El mismo que, por cierto, se sacaba los mocos y los pegaba debajo de la mesa.

Romántico.

Nos aliamos cuando descubrimos que el pequeño artista nasal se reía de nosotras. Él terminó con moretones. Nosotras, con amonestaciones.

Desde entonces somos inseparables.

—¿Ya les dije cuánto las amo? —pregunto, recibiendo el café.

—Sí, pero puedes repetirlo —responde Anto.

—Vamos, muévete, drama queen —dice Claire, acomodándose la cartera.

_________________

—Vamos, muévete, drama queen —dice Claire, acomodándose la cartera

Llegamos justo antes que la profesora entre. La mujer se presenta y pasa a explicarnos las normas y evaluaciones que tendremos durante los próximos seis meses.

Esto es tan aburrido...

Las presentaciones de los primeros días siempre suelen ser aburridos y nada interesantes, por lo que no me sorprende que mi mente se vaya a cualquier otra parte lejos de esta clase. Cuando regreso al planeta tierra, la profesora ya está escribiendo algo en la pizarra.

—Este trabajo deberá entregarse al final del semestre —dice—. Este es su cuarto año, así que espero monografías impecables.

¿Monografía?

¿Qué me perdí?

Miro a Claire, que anota hasta el ultimo detalle con mucha concentración. Incluso escribió "monografía impecable" y lo enmarcó en resaltado rosa.

—¿De qué monografía habla? —le susurro.

—De la que hay que entregar —responde sin apartar la vista.

—Sí, genia, pero ¿sobre qué trata?

—Si me dejaras escuchar, lo sabría —lanzándome una mirada irritada.

Antes de que pueda responderle, la profesora nos clava la mirada.

—¿Algo que quieran compartir con la clase, señoritas?

Trágame, tierra.

—No, profesora —responde Claire, seria—. Disculpe, no volverá a pasar.

—Eso espero. —la mujer continúa—. El trabajo se dividirá en dos partes: práctica y escrita.

Pan comido.

He hecho este tipo de trabajos antes. Todos parecen estar felices, hasta que a mi querida profesora se le ocurre decir la frase que nadie quiere escuchar:

—Y las parejas las asignaré yo.

El aula entera suelta un suspiro colectivo.

Dejemos una cosa en claro: No importa si estás en la primaria, secundaria o universidad. Nadie. Absolutamente nadie, quiere trabajar con una persona asignada por su maestra.

—Odio a esta mujer —murmura Antonella.

Concuerdo completamente.

Claire es la primera en ser llamada y por como veo que vuelve saltando, asumo que le fue bien.

—¡Me tocó el tema del cerebro emocional! —menciona.

—¿Solo a ti? —pregunta Anto.

—Bueno, a mí y a mi compañera. Da igual. —responde Claire, desapareciendo rumbo a su nueva víctima.

Amo a Claire, pero es de amigas admitir que a ella le va mejor trabajando sola que en grupo. Suele ser un poco mandona.



#2957 en Novela romántica
#1002 en Otros
#379 en Humor

En el texto hay: humor, secretos, amor

Editado: 02.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.