Olivia
Un año atrás.
Me pellizco el brazo derecho solo para comprobar que lo que veo en la tele es real.
Esta mañana encendí la televisión de mi habitación y lo primero que aparece es el escándalo en el que se encuentra involucrada mi universidad. El profesor Octavio Díaz ha sido detenido por la policía... y es mi culpa.
No entiendo cómo la noticia llegó a los directivos y a todos los noticieros locales. Solo dos personas sabíamos de la situación; por ende, sé quién está detrás de todo este circo. Tiene su nombre escrito por todos lados.
Agarro el celular y le escribo sin pensar:
Olivia:Tú lo hiciste, ¿verdad?
No pasa ni un minuto cuando un corto «Sí.» llega a mi celular.
Tecleo mi respuesta e con las manos temblando.
Olivia: ¿Por qué hiciste eso, Emilia? ¿Te volviste loca? Esto nos puede destruir. Les pueden decir a los directivos que chantajeamos a un profesor. ¡Nos pueden expulsar!
Emilia: ¿Y qué gana él con eso? Quedará mal, hable o no. Aunque, viendo su situación, eso ya no importa mucho, ¿no?
Vuelvo a mirar la tele. Los periodistas vomitan titulares, el rector dice que mi profesor fue apartado del personal docente apenas se enteraron.
Mi celular vibra otra vez.
Emilia: Ni se te ocurra sentirte mal. Sabes que se lo merecía.
Se lo merecía.
Emilia tiene razón en eso, pero no era para que llegara a tanto. Ella estuvo dispuesta a entrar en su juego. También tiene algo de culpa.
Yo también.
La diferencia es que yo fui engañada. Aunque eso no me hace inocente; me hace cómplice.
Olivia: Esto no era parte del trato. Suficiente fue con destruir la vida de su esposa. No era necesario llevar esto al rectorado ni a los noticieros. ¡Lo están llamando violador, Emilia! Tú sabes que él no violó a nadie.
Emilia: Yo no lo llamé violador al frente de los periodistas. Conté mi verdad. Problema de ellos si disfrutan de inventar cosas para subir el rating.
No lo puedo creer.
Olivia: ¿Y no pensaste que podrían abrirle una investigación? ¿Qué harás entonces? ¿Contratarás a alguien para hacerse pasar por la víctima?
Emilia: Ya te dije que no harán eso. La policía solo lo detuvo por falta de ética, no por violación. En la nota anónima dije que se involucró con una alumna y aclaré que ella era mayor de edad. No lo meterán a la cárcel; lo más probable es que no vuelva a enseñar, pero no lo encarcelarán.
Olivia: ¿También aclaraste que la alumna eras tú?
Emilia lee mi mensaje, pero no me responde de inmediato. Pienso en llamar a Antonella. Contarle todo lo que pasó. Estoy segura que no me juzgaría.
Busco entre mis contactos su número, pero otra notificación me interrumpe.
Emilia: Ni se te ocurra abrir la boca, Olivia. Si alguien llega a saber que fui yo la que estuvo con Octavio, no te salvas de hundirte conmigo. Ya viste lo que soy capaz de hacer por venganza. ¿Qué dirían tus papás si se enteran de que su hijita chantajeó a un profesor? Suena horrible, ¿verdad? A la universidad tampoco le gustará. Así que borra esto y olvídalo. Para mí este trato nunca existió. Adiós, Olivia, y gracias por la ayuda. Fue un placer hacer tratos contigo.
Corta. Fría. Amenazante. Tiene razón. No puedo contarlo. Podría meternos en graves problemas.
Como un robot, borro el chat. Olvido, me callo y rezo para que nadie mencione el tema.
Hago exactamente lo que me dijo, justo cuando mi madre entra a mi cuarto, sin tocar la puerta, para mostrarme las noticias.
—¿Puedes creer que este tipo salía con una chica de tu universidad? No puedo creer que nadie se diera cuenta —me dice, indignada—. ¿Tú sabías algo?
—No. Me enteré hoy —miento.
No puedo mirarla; si lo hago voy a quebrarme.
Esto es lo que gano por intentar ayudar a la gente.
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En la actualidad.
—¿Te fue bien hoy, pimpollo? —mi madre intenta sonar alegre. Dios, odio ese apodo.
Ceno con mamá y con las gemelas; papá está de guardia toda la noche. Tras lo de Sebastián llegué a casa reventada y me tiré a dormir. No contesté ninguna de las llamadas de Antonella ni de Claire. Aún sigo pensando una excusa creíble para darles.
—Como siempre —respondo, revolviendo la comida.
—¿Estás segura? Te ves apagada —pregunta mamá mientras mira a las niñas.
—Sí, mamá. Solo estoy cansada —miento otra vez.
Es verdad.
Estoy cansada y aturdida.
—¿Cansada de qué? —interviene Emily—. Te vi babeando la almohada cuando llegué. Fue asqueroso. Nadie debería babear así.
Mi paciencia con Emily ya es legendaria. La fulmino con la mirada.
—Por lo menos yo solo babeo y no me hago pis en la cama —le devuelvo. Emily explota en llanto.
¡Drama!
—¡Basta! —mi madre levanta la voz—. ¿Puedes dejar de comportarte como una niña? Emily tiene ocho años, no la provoques.
Editado: 02.11.2025