Hagamos un trato

17| Espero no te importe.

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Olivia

La segunda semana del trato me recibe con un lunes aburrido, un martes lento y un miércoles aparentemente tranquilo.

—¡Te dije que no tocaras mis cosas, Melody!

Bueno… no tan tranquilo.

—¿Estás segura de que yo soy Melody? Puedo ser Emily —responde mi hermana, con dos tampones colgando de las orejas y mi labial en la mano. No cualquier labial, por cierto. Uno de Dior.

—¡No trates de confundirme, mocosa! —le gruño—. Sé que eres Melody, porque solo ella usaría un listón blanco más grande que su cabeza.

—¿Estás tan segura de eso, Olivia? —pregunta la otra, con el mismo lazo ridículo.

—Ustedes dos me van a volver loca. Devuélvanme ese maldito labial.

—Si lo quieres, ¡búscalo! —gritan al unísono antes de salir corriendo hacia su cuarto.

Normalmente las seguiría, revolvería sus cosas y acabaría llena de brillantina y frustración. Pero hoy no tengo paciencia ni energía, así que me doy media vuelta y vuelvo a mi habitación para hacer lo que estaba haciendo antes de que esas criaturas infernales aparecieran: dormir.

Por suerte, las hijas del diablo se van al colegio en unos minutos, y después tendré una hora completa para recuperar mi labial y mi paz mental.

Me echo en la cama, me cubro con la sábana y cierro los ojos. Estoy justo en el punto donde Zac Efron empieza a aparecer en mis sueños cuando…

Ding.

—¡No puede ser! —maldigo, medio dormida.

Tanteo mi celular en la mesa de noche y abro el mensaje. Es de Sebastián.

Sebas: Oli, Arón y yo tuvimos un problema y no podremos pasar por ti hoy. Le pedí a Erik que te lleve, no tiene problema. Estará en tu casa a las 8:30. Hablamos después, ¿sí?

Me pellizco el brazo, porque no puede ser verdad.

Desde el lunes, Arón se ofreció a recogerme junto con Sebastián como agradecimiento por la gran mentira en la que me metí por ellos. Nunca imaginé que ese acuerdo traería consecuencias tan pronto.

Había considerado que tal vez podrían pelear y que un día tendría que volver al bus, pero esto… esto es peor. Sebastián le pidió a su primo que me lleve. Su primo, el mismo que probablemente me quiere borrar del mapa.

No puede hacerme esto.

Aunque, prácticamente no me está haciendo nada. Él no sabe que no soy del agrado de su primo.

Piensa Olivia, piensa.

Podría inventar que estoy enferma, pero tengo examen de Psicología Social. O decirle que mi papá me lleva, aunque Sebastián sabe que él es el chofer oficial de mamá y las gemelas.

Perfecto. Me cavé mi propia tumba dándole tantos detalles de mi vida.

Sin otra excusa posible, respondo con un simple “ok” y vuelvo a echarme.

Esta vez, completamente despierta.

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Desconocido: Olivia, ya llegué.

El mensaje de un número que no tengo guardado confirma mis sospechas: Erik. Sebastián debió darle mi contacto.

No contesto. Solo agarro mi bolso, me miro rápido al espejo y salgo.

Llevo unos jeans, un top blanco, botines marrones y una chaqueta de cuero, del mismo color. Me veo bien… o eso intento convencerme.

Estoy nerviosa. Nunca he tenido que lidiar con alguien a quien le caigo mal. No sé cómo se supone que deba actuar.

Respiro hondo, cierro los ojos un segundo y salgo.

Afuera está el mismo auto gris con el que Sebastián me vino a buscar la noche de la cena. Solo que esta vez, el conductor no sonríe.

Erik está mirando su celular, ceño fruncido, rostro serio. No parece molesto, pero tampoco feliz.

Doy unos golpecitos en la ventana con el nudillo y él levanta la mirada. Me observa, asiente y abre la puerta del copiloto.

Preferiría ir atrás, pero bueno, su carro, sus reglas.

—Hola —murmuro al sentarme.

Erik guarda el celular, me mira un instante.

—Hola. Estaba a punto de llamarte. Sebas me dio tu número, espero no te moleste.

—No, para nada.

Asiente y arranca el auto.

No dice nada más.

Silencio. Minutos de silencio.

Miro por la ventana y suspiro.

Qué gran desastre.



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En el texto hay: humor, secretos, amor

Editado: 02.11.2025

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