Olivia
Es increíble cómo las cosas pueden cambiar en menos de un segundo.
Un momento estás tan borracha que no te importa hacer el ridículo junto a tu amigo gay en un bar de mala muerte, y al otro estás siendo descubierta por su primo… en una mentira ocasionada por otras mentiras.
Estamos en problemas.
Sebastián y yo seguimos sin decirle una sola palabra a Erik, que espera pacientemente a que hagamos algo.
A estas alturas, el alcohol parece haber abandonado gran parte de mi sistema. Todos mis sentidos están alerta.
Mis manos sudan. Mi mente busca una excusa creíble, pero no encuentra ninguna.
Doy un vistazo rápido a la gente alrededor. Nadie —excepto la señora “odio a la juventud”— parece notar que mi “novio” y yo hemos dejado de hacer escándalo. Eso o están tan agradecidos con Erik por habernos callado que temen hablar y provocar otra ronda de gritos.
—No me voy a ir de aquí hasta que me expliques qué está pasando —la voz de Erik suena molesta, lo que no ayuda a mis nervios. ¿Está enfadado porque no hablamos… o porque acaba de descubrir que su primo es gay?
Sebas sigue inmóvil, incluso ha cerrado los ojos y respira entrecortado. Así que decido enfrentar la situación.
—¡Hola, tú! —digo, más alto de lo necesario. Tal vez no estoy tan sobria como creía—. Qué raro verte por aquí. ¿Cómo conoces este lugar?
—¿Será porque está a la vuelta de mi casa? —responde, con ironía.
Soy una genio, recuérdenlo.
Esbozo una sonrisa que parece más una mueca.
—¡Claro! Este bar queda a la vuelta de tu casa, justo me decía…
—Olivia —me interrumpe el castaño—, necesito hablar con Sebastián.
—Pero el bar…
—Necesito hablar con Sebastián —repite, con firmeza.
Su cara está tensa; los hombros también. Y sus ojos son una mezcla de enojo, confusión y poca paciencia. Ya no puedo seguir evitando lo inevitable.
—Sé que quieres hablar con él, pero no creo que sea un buen momento para…
—Oli, está bien.
Me doy vuelta y veo que Sebastián finalmente ha reaccionado. Su voz suena tranquila, aunque su mirada está cargada de decisión.
—Ya es momento de aclarar las cosas. Pero prefiero hacerlo fuera de este lugar —le dice a su primo.
Trato de decirle con la mirada que no tiene que hacerlo, que podemos inventar algo, pero él se mantiene firme. Determinado.
Así que decido dejarlo.
Él sabe lo que hace.
Orgullosa —como pocas veces lo estoy de alguien—, me acerco a Sebastián y lo abrazo con fuerza, bajo la mirada atenta de Erik.
—No estás solo, recuérdalo —susurro en su oído.
Él me devuelve el abrazo, me guiña un ojo y se aleja.
Los veo salir juntos del bar, cruzar la calle y sentarse en una banca del parque. Desde aquí, puedo distinguir que Sebastián es el primero en hablar, mientras Erik lo escucha en silencio.
Pago la cuenta y salgo del bar. No llevo ni dos segundos fuera cuando escucho una voz a mis espaldas.
—¿Olivia?
La voz me resulta conocida.
Giro lentamente.
Ay, no.
Frente a mí tengo a la novia de Erik, con un vestido casual, con un cuerpo increíblemente envidiable y una cara malditamente perfecta.
¿Es que acaso a ella no le salen granos?
—¡Hola! —sonrío nerviosa—. Rosa, ¿cierto?
—Es Jazmín —aclara ella, con una sonrisa educada.
¡Ups!
—Perdón, soy malísima recordando nombres.
—No te preocupes, entiendo que puede ser difícil recordar a alguien a quien solo has visto una vez —responde amable.
“¿Por qué te engañas, Olivia? Admítelo, esta chica te cae mal.”
Mi conciencia acaba de hacer su aparición. Lo que me faltaba.
“¿Tú otra vez?”
“Siempre estoy aquí. Solo que pocas veces me escuchas. Pero dime, ¿por qué no admites que la novia de Erik no te cae bien?”
“¡Porque no es cierto!”
“¿Segura? ¿Y entonces qué fue eso de Rosa?”
Ignoro a mi conciencia y me centro en Jazmín.
—¿Viniste con Erik? —pregunto, intentando sonar casual.
Mejor entrar en terreno seguro.
—Sí, pero me dijo que surgió un problema y que necesitaba…
“Sí, claro. ¿Tú crees que hablar de Erik es terreno seguro? No aprendiste nada de las novelas de Antonella.”
“¡No me gusta Erik!”
“¿Ah, no? Entonces, ¿por qué te importa tanto caerle bien?”
“Porque así soy, no me gusta caerle mal a la gente. ¡Deja de buscarme novio!”
“Ok, por ahora te lo paso. Podemos hablar más tarde. Pero sonríe, anda, y pídele amablemente que repita lo que dijo.”
—¿Podrías repetir eso? —le pido, sonriendo.
—Te decía que Erik necesita hablar con Sebas. Debe ser importante, porque rara vez pelean —mira hacia el parque, donde los dos siguen discutiendo—. Pero bueno, ¿tú también te vas? Erik me dejó las llaves de su carro, puedo llevarte si quieres.
—No te preocupes, mi casa está cerca. Seguro la tuya queda lejos —me excuso rápidamente.
—¿En dónde vives?
—En la calle Rosales.
—¡Qué coincidencia! La mía está a tres cuadras —dice, abriendo la puerta del auto—. ¿Vamos? Te juro que manejo muy bien.
Sin encontrar una excusa razonable, termino subiendo al carro. Antes de entrar, miro una última vez hacia el parque: Sebastián se cubre la cara con una mano, mientras Erik sigue hablando.
Editado: 02.11.2025