Hagamos un trato

23| Discúlpame.

—Me parece tan raro que haya tanto tráfico

Olivia

—Me parece tan raro que haya tanto tráfico. Usualmente la carretera está despejada a esta hora —se sorprende la chica a mi lado.

—Estoy tan extrañada como tú, créeme.

En serio, tengo que comprarme un carro.

—Cuéntame, Olivia... ¿por qué decidiste dejar el ballet?

Miro de reojo a mi nueva conductora cuando escucho su pregunta. A pesar de que su atención está en la carretera y en el mar de autos frente a nosotras, Jazmín se ha encargado de meterme en una mini sesión de preguntas personales durante los últimos diez minutos.

—Por la universidad —respondo, enderezando la espalda en el asiento—. Me gustaba mucho el ballet, pero me demandaba demasiado tiempo, además de desgaste físico y emocional.

Soy de las personas que se aburren con facilidad. Y eso fue lo que pasó con la danza: se volvió rutina. Aunque la amo más de lo que quisiera admitir, no quería dedicarle mi vida entera. Pero eso no se lo voy a decir a alguien que es apasionada hasta los huesos por el ballet.

Palabras de su novio, no mías.

—Te entiendo perfectamente. En mi caso, el ballet me ha absorbido por completo; prácticamente me ha dejado sin vida social —Jazmín aprovecha que el semáforo está en rojo y me mira—. No salgo con amigos, no voy a fiestas, conciertos, ni siquiera al centro comercial. Mi vida es ensayo, entrenamiento y más ensayo. Pero todo se compensa cuando escucho los aplausos del público al final de una función —dice, con una sonrisa melancólica—. Creo que eso es lo que me mantiene aquí: la gente que ama la danza tanto como yo.

—¿No extrañas divertirte como otras chicas de tu edad? —pregunto, recordando lo mucho que me dolía perderme fiestas cuando tenía presentaciones.

—A veces, pero no soy fan de las salidas —su sonrisa desaparece lentamente—. Lo que más me gustaría es tener más tiempo con Erik. Es lo que más me reclama. Cada vez nos vemos menos y eso nos está trayendo problemas. Siente que, como tengo tantos recitales, está obligado a ir a verme a todos. Y eso lo desgasta —suelta una risa amarga—. A él ni siquiera le gusta el ballet. Nunca le ha gustado. Pero va igual, porque es un buen novio... y eso también lo detesto. Me gustaba más cómo éramos antes.

Su sinceridad me toma por sorpresa. No esperaba una confesión tan honesta. Apenas me conoce, y ya me está contando sus problemas de pareja, sin saber que realmente lo está haciendo.

Eso te pasa por estudiar psicología, Olivia.

La cara de "Clavel", como apodé amablemente a la cuñada de mi novio falso, está muy distinta a la que vi frente al bar. Estoy a punto de decirle que Erik está más pendiente de lo que ella cree, pero el bocinazo y los gritos de algunos conductores nos interrumpen.

Jazmín retoma la concentración en la pista.

—Perdón... no sé por qué te estoy contando esto —dice, con una risita nerviosa—. No debí hacerlo. Seguro te aburrí. ¿Te parece si pongo la radio?

Y sin esperar respuesta, la música llena el auto, dando por terminada la conversación.

______________________

—Entonces, ¿no va a decirles nada a tus tíos? —le pregunto al pelinegro sentado frente a mí

—Entonces, ¿no va a decirles nada a tus tíos? —le pregunto al pelinegro sentado frente a mí.

El día anterior apenas si dormí ante la inquietud de no saber cómo habían salido las cosas entre los dos primos. Sin embargo, las cosas salieron mejor de lo que Sebastián y yo esperábamos.

—Ni una sola palabra, hasta que yo esté listo —responde, con una sonrisa emocionada.

—Me alegro tanto por ti, Sebas —digo, mientras completo unas ideas del trabajo de psicología.

Estamos en mi sala, aprovechando que no hay nadie para avanzar el proyecto de Rooney.

Entre tanto estrés, es imposible no terminar conversando. Y Sebas me contó lo que pasó inmediatamente después de que se fueron del bar. Eso le ganó a Erik otro pedacito de mi corazón.

—Aunque él lo tomó bien, necesito tiempo para decírselo a mis tíos —añade—. Y... me gustaría que me ayudes a hacerlo.

—Por mí, encantada. Igual quedan como dos semanas antes que termine el mes, así que...

—Olivia —me interrumpe—. Eso es justamente lo que quiero decir. Quiero que me ayudes, sí... pero no porque estemos atados por el trato.

—¿Qué?

Sus hombros se tensan, su pierna empieza a rebotar. Está nervioso, pero no me atrevo a hacer algo para calmarlo. Necesito que llegue hasta el final, así que lo dejo hablar.

—Antes que nada, te debo una disculpa. Nunca debí chantajearte para que finjas ser mi novia, ni arrastrarte a mis mentiras. Fui egoísta. Tenía miedo y no sabía cómo enfrentar mis problemas —aprieta mis manos y continúa—. Al principio te conté mi secreto porque sabía que no dirías nada, por miedo a que yo contara el tuyo. Pero al conocerte mejor, me di cuenta de que eres una buena persona, y no merecías eso. Lamento mucho cómo se dieron las cosas entre nosotros. No pensé en cómo te sentirías... hasta ahora.

Silencio.

Uno, dos, tres segundos. Nada.

Mi cerebro sigue procesando toda la información, tratando de encontrar una respuesta coherente ante todo lo que está pasando, sin lograrlo.



#2957 en Novela romántica
#1002 en Otros
#379 en Humor

En el texto hay: humor, secretos, amor

Editado: 02.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.