Hagamos un trato

29| Imaginación a todo color.

Un año atrás

Olivia

Un año atrás.

Los días en la universidad suelen ser, francamente, un suplicio.

Siempre lo mismo: pasillos repletos, profesores apresurados, parejitas comiéndose la boca ajena en todos los rincones (incluidos los baños) y, por supuesto, clases más aburridas que ver pintura secarse.

Lo típico.

Me acomodo por sexta vez en la silla dura de mi carpeta. Falta una hora y media para que esto acabe. El profesor ha estado hablando sin parar desde que entramos, pero yo estoy en otro planeta. Un planeta triste, lleno de imágenes de Zack y mi prima enrollándose en la cocina de mi propia casa.

Sí, la cocina.

Han pasado dos meses desde que terminó nuestra relación, pero mi corazón parece haberse quedado pegado al calendario de ese día. Tal vez porque él sigue escribiéndome, pidiéndome perdón, y lamentándose por lo miserable que es su vida sin mí. Yo también la paso mal sin él, pero sería aún peor si lo dejara volver, sabiendo cómo me trató. No fue cualquier engaño: me pintó la cara de tonta… con mi prima. Y eso duele más que todo lo demás junto.

Puedes borrar a un ex. Pero, ¿a una prima? No hay botón para eso.

Siento que mis ojos se llenan otra vez de lágrimas y huyo del salón antes de que me dé un ataque de llanto frente a todos. No quiero miradas de lástima. No quiero que Antonella o Claire corran detrás mío, como si estuviera hecha de cristal. Aprecio su buena intención, pero no soporto que me miren como si fuera a romperme.

No me siento bien.

Entro al baño de mujeres y cierro con seguro. Me dejo caer contra la puerta y, ahora sí, me rompo.

Sin filtros. Sin ruido. Solo yo y mis sollozos tratando de salir en silencio.

Él fue mi primer “te amo”.

Mi primer todo.

Pero yo nunca fui su única.

Me cubro la boca para contener otro sollozo y, de repente, escucho otro.

Ese no fue mío.

¿Hay alguien más llorando?

Seco mis lágrimas y sigo el ruido hasta el último cubículo. Veo unas zapatillas negras asomando por abajo de la puerta.

—¿Hola? —pregunto suavemente, tocando la puerta—. ¿Necesitas algo?

—No. No necesito la ayuda de nadie —responde una voz quebrada—. Déjame sola, por favor.

Por un segundo pienso en irme. Yo también quería que me dejaran sola. Pero… ¿y si ella necesita que no la deje sola?

—Sé que tal vez no quieras hablar ahora, pero a veces ayuda. Yo te puedo escuchar, si quieres.

—Nadie puede ayudarme.

—Te equivocas. Yo puedo hacerlo —respondo con firmeza.

Se hace silencio. Luego escucho el desbloqueo de la puerta.

Del cubículo sale una chica morena, delgada, con los ojos hinchados. Sus labios tienen marcas de mordidas nerviosas.

—¿Cómo te llamas? —le pregunto.

—Emilia —murmura.

—Hola, Emilia. Yo soy Olivia —me presento—. ¿Te gustaría hablar?

Emilia simplemente asiente con la cabeza y juntas nos sentamos en el suelo del baño para charlar.

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En la actualidad.

Antonella: Habla con Emilia. A lo mejor te ayuda.

Olivia: Dudo que quiera después de echarme la culpa de todo.

Antonella: Ha pasado un año. Tal vez cambió.

Olivia: Sí, y yo soy la madre Teresa.

Antonella: Bueno, podrías. Si contamos todo el tiempo que no has tenido acción...

Olivia: Qué graciosa.

Bloqueo el celular al llegar a la casa de Sebastián. Tengo que decirle algo importante antes de que Arón se le adelante. Pero no quiero involucrar a Emilia. No creo que sea la persona más indicada.

Toco el timbre.

Nada.

Justo cuando pienso en llamar, alguien abre la puerta.

—Olivia, ¿qué haces aquí?

Maldita sea.

—Erik —saludo, evitando su mirada—.Busco a tu primo. ¿Está?

—No, pero puedes esperarlo. Entra.

Camino por el pasillo mientras intento pensar en cualquier cosa más que en el desastre que me siento por dentro. Cuando Erick aparece con una bata blanca de doctorcito, noto lo guapo que está... y lo ridícula que se ve mi cara después de llorar dos horas.

—Oye... ¿estás bien? —pregunta, con esa voz preocupada que me desarma.

¿Es en serio?

—¿Me ves bien?

Se queda callado.

—¿Me ves malditamente bien? —repito, subiendo la voz.

Él no responde y yo exploto.

—¡¿Por qué la gente hace preguntas tan estúpidas?!

Erik me mira sorprendido y trata de hablar, pero yo no se lo permito.

—He tenido un día horrible, con muchas personas horribles que no les importa dañar a los demás con tal de salvar su maldito culo.

Decido soltar todo con la persona menos pensada, hablándole de lo que me duele, de la cobardía de la gente, de cómo estoy harta de todo.

Él me escucha y luego me abraza.Y aunque trato de alejarme, no me deja, lo que hace que termine llorando con más fuerza.



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En el texto hay: humor, secretos, amor

Editado: 19.11.2025

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