Hagamos un trato

30| Eliminando a Arón.

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Olivia

—No entiendo, Oli. Estuviste alentándome todo este tiempo a que diga la verdad sobre mi orientación sexual, ¿y ahora me pides que no lo haga? —pregunta Sebastián, desconcertado, como si yo hubiera perdido la cabeza.

Créeme amigo, yo también creo que estoy loca.

—Es solo por un par de semanas —miento—, aunque sea hasta que terminemos el proyecto de Rooney. No quisiera que le dijeras toda la verdad a tus tíos, sabiendo que voy a tener que verlos después. Sería un poco incómodo.

Sebastián me mira como si intentara traducir mis palabras a un idioma distinto al suyo. Tiene las cejas fruncidas, la nariz arrugada y los brazos cruzados sobre el pecho, una estatua de juicio implacable.

—¿No es más incómodo seguir fingiendo que eres mi novia? —me suelta.

¡Rayos!

Esto será más complicado de lo que pensé, pero entiendo por qué le parece algo absurdo.

Veo la mezcla de cansancio y rabia que acumula cada vez que tiene que ponerse la coraza y me duele.

Me duele porque sé que el precio que le pido es alto, porque fui la que abrió la puerta a la honestidad y ahora le pido que la cierre otra vez. Soy como una amiga defectuosa con mal timing.

—Confía en mí, por favor —es lo único que atino a decir, y me suena tan pequeño en mi boca.

La verdad es que tengo un plan. Un plan con aristas que me hacen sentir terrible.

Pretendo convencer a Sebastián de que Arón no le conviene en ningún sentido. No puedo decirle que lo que me preocupa no es solo su novio y su actitud, sino que Arón está relacionado —de forma directa o indirecta— con algo que podría arruinar el proyecto de Rooney, y si el proyecto sale mal, mi carrera peligra, y si mi carrera peligra… bueno, ya sabes cómo funcionan las catástrofes en cadena.

No puedo explicarlo sin levantar sospechas ni poner a Seb en la línea de fuego. Además, si me meto a arreglarlo públicamente, puedo exponerme y perderlo todo: el proyecto, la reputación, la credibilidad.

Egoísta, sí.

Realista, también.

Tal vez sea un no sea la mejor idea. Solo espero que todo salga bien.

Sebas escucha la desesperación en mi voz. Suspira, baja los brazos y, por fin, me dice:

—Ok. Creo que te lo debo, de alguna forma.

Eso solo me hace sentir peor.

Me acerco y lo abrazo fuerte; él devuelve el abrazo con la costumbre de quien confía sin reservas en alguien que le ha fallado y le ha salvado a partes iguales. En ese abrazo noto su corazón, el latido irregular de alguien que ha aprendido a esperar lo peor y alegrarse con cualquier tregua.

No digo nada. Las palabras no arreglan lo que ya está hecho.

Mientras camino junto a Seb, me pregunto cuántas veces más voy a mentir “por el bien mayor” antes de que la deuda de culpa me cobre lo que valgo.

Pienso en las piezas del plan como si fueran fichas de ajedrez: mover a Arón, desencadenar que se muestre tal cual es, proteger a Seb y al mismo tiempo no quemarme yo.

Misión: Eliminando a Arón, activado.



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En el texto hay: humor, secretos, amor

Editado: 19.11.2025

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