Hagamos un trato

35| Enfrentar nuestros problemas.

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Olivia

Otra vez la misma clase aburrida, con los mismos aprendizajes aburridos y la misma profesora aburrida.

Diría que será otro lunes igual de tedioso, pero hay tantas cosas que pueden estar a punto de suceder que no creo que llegue a aburrirme.

—¿A qué hora crees que pasará? —susurra Sebastián, intentando parecer atento a la clase de Rooney.

Lo observo por el rabillo del ojo y me encojo de hombros, aparentando tranquilidad.

—No puedo creer que no estés preocupada por las consecuencias que esto puede traerles —me reprocha—. ¿En serio no estás ni un poco asustada?

Asustada es poco. Estoy aterrada.

Pero es necesario que todo esto pase para poder vivir tranquila, sin chantajes.

—Si sigues recordándomelo, juro que te voy a pegar —murmuro con una sonrisa, mientras continúo escribiendo.

He estado recibiendo mensajes de Emilia toda la mañana. Después de la conversación que tuvimos ayer, llegamos a la conclusión de que nos necesitábamos mutuamente para acabar con las mentiras de Arón. Tuve la suerte de que creyó en mis palabras... aunque, siendo sincera, fue la foto lo que la convenció.

aunque, siendo sincera, fue la foto lo que la convenció

Flashback

—¿Cómo carajos conseguiste esa foto?

—Arón se la envió a Sebastián. Él leyó tu diario semanas antes de que empezaran las clases. Gracias a eso supo quién soy y lo del trato. Así que aprovechó la oportunidad para seguir ocultando su relación con Sebastián y chantajearme para que fingiera ser la novia.

—Ese maldito —masculla ella, furiosa—. Me va a escuchar.

Emilia se levanta de golpe y revuelve entre las cosas de su cama.

—¿Qué vas a hacer? —pregunto con cautela.

—Buscar mi celular. Arón se va a enterar con quién se metió —responde mientras sigue buscando—. Lo dejé por aquí, ¿dónde diablos está?

Me acerco y la detengo.

—No vas a hacer nada por el momento. Tengo un plan.

—¿Un plan? —se ríe sin humor—. Olivia, no estamos en una maldita película. En la vida real las cosas se enfrentan, no se planean.

—Perfecto —respondo—, porque justo eso te voy a pedir que hagas: enfrentarlo.

La miro fijamente.

—Es hora de que se sepa la verdad sobre el caso de Octavio. No más mentiras, Emilia. Solo así podremos callar a Arón. Ese tipo es tan cobarde que sería capaz de culparnos solo para salvarse. Tenemos que adelantarnos. Sea cual sea la consecuencia.

Ella cierra los ojos, en silencio.

Ella cierra los ojos, en silencio

Actualidad

Convencer a Emilia no fue fácil, pero al final entendió que no teníamos otra opción.

—Bien, alumnos —la voz de Rooney corta el aire—, hoy es un día importante. Es el día de la presentación de sus trabajos.

Suspira y agrega:

—Espero que sus proyectos superen mis expectativas. Los llamaré por apellidos para entregar sus carpetas.

El murmullo invade el salón. Todos rebuscan entre sus cosas.

—Por fin me liberaré de esto —comenta Claire acercándose a nosotros—. Me esforcé demasiado.

—Se esforzaron —corrige Antonella—. Tu compañera también participó.

—Por cierto, ¿dónde está esa chica? —pregunta Sebastián, mirando alrededor.

—Enfermó. Yo entregaré el trabajo por ambas —responde Claire con una sonrisa triunfante.

—¡Dijiste "ambas"! —bromea Antonella—. Al fin la incluyes en tus oraciones.

Oculto una sonrisa detrás de mi mano. Sebastián y yo dedicamos varias tardes a perfeccionar el nuestro. Al final, combinamos nuestras ideas y hasta incluimos fotos de mis hermanas bailando como parte del trabajo de campo.

Ese día me sorprendieron: siguieron instrucciones, se concentraron, explicaron sus movimientos...

Y luego, al llegar a casa, llenaron mis calcetines con mantequilla de maní "porque sería divertido".

Divinas.

—¡Se acabó el recreo! —grita Rooney, haciendo que todos guarden silencio—. Aguirre y Cáceres.

Mientras los alumnos pasan al frente, Antonella suspira:

—¿Creen que si no me acerco a Alejandro se olvide de que existo?

—¿Quién es Alejandro? —pregunto.

—Mi compañero.

—Pensé que se llamaba Alessandro —dice Claire.

—¿No era Alejo? —añade Sebastián.

—Nunca me dijiste su nombre —me quejo.

—¿Importa? —responde rodando los ojos—. El punto es que no quiero verlo.

Sus mejillas se tiñen de rojo.

—¿Por qué...?

—¡Adamas y Rodríguez! —grita Rooney, interrumpiéndome. Claire se levanta y guiña un ojo antes de irse.

Seguimos conversando un buen rato más, hasta que llega nuestro turno.

Rooney nos observa por encima de los lentes.



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En el texto hay: humor, secretos, amor

Editado: 19.11.2025

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