Olivia
El tiempo es tan raro.
Cuando hacemos cosas que nos gustan, pasa rápido. Cuando son aburridas, avanza lento. Sin embargo, el tiempo se esfuerza especialmente en hacer que los momentos incómodos se sientan como eternidades.
Han pasado exactamente cuatro minutos desde que Erik se sentó frente a mí. Solo me saludó con un asentimiento y desde entonces no ha dicho ni una palabra. Lo único que hemos hecho es evitar nuestras miradas y esperar que el otro hable primero, cosa que yo no haré, porque fue él quien me citó.
Gracias a eso, mi cabeza empieza a doler y mis sentimientos han pasado de lindos a molestos.
Había controlado perfectamente mis emociones estas últimas semanas: arreglé mis problemas, me enfoqué en la universidad, mis amigos, mi familia. Ni Erik ni Jazmín habían tenido lugar en mis pensamientos. Bueno… casi.
Tal vez sí había pensado un poco en Erik, pero no planeo admitirlo en voz alta.
Ahora que lo tengo delante otra vez, todas las emociones que me obligué a guardar vuelven a despertar y mi corazón late más fuerte. No sabía que lo extrañaba. O mejor dicho… no quería darme cuenta.
Miro hacia la puerta por donde Adam desapareció hace rato, rogando que vuelva ya. Su actitud relajada me daba esperanza de no convertirme en un manojo de nervios, pero ahora que no está, estoy perdida.
Suspiro y masajeo mis sienes. No funciona. La única forma de salir de esto es enfrentarlo, así que miro al chico que ha vivido en mis pensamientos las últimas semanas y decido hablar.
—¿Vamos a quedarnos mucho tiempo así o me dirás por qué estamos aquí?
Erik parece sorprendido por mi tono, como si intentara entender por qué estoy molesta. Yo también lo intento.
—Lo siento —me disculpo enseguida—. No quería sonar ruda.
No suelo ser grosera, pero no puedo evitar sentirme incómoda.
No por estar con el novio de alguien más.
No.
Me molesta estar con el chico que me gusta sabiendo que no puede ser mío.
—No te preocupes —responde, y yo desvío la mirada.
Todo este tiempo pensé que el enamoramiento se iría al dejar de verlo. Me forcé a ocupar mi mente, borré su contacto, evité pensar en el beso, llené mis días de actividades. Pero no funcionó. Y no porque el plan fuera malo, sino porque mis amigos no paraban de hablar de él.
Al parecer estaban más interesados en mi vida amorosa que yo.
Adam aparece justo a tiempo con los pedidos.
—Muy bien, aquí tienes tu jugo de naranja. Y para ti… —mira a Erik— el vaso de agua que no pediste, pero necesitas.
Le sonrío por el comentario y noto cómo Erik me observa.
—Ah, Olivia, le agregué un ingrediente especial a tu jugo —dice Adam guiñándome—. Tal vez deberías tomarlo con calma.
Se va, dejándonos solos otra vez.
Silencio incómodo, round dos.
Erik se revuelve el cabello y yo pienso, por un segundo, en las miles de formas en que podría acomodárselo. Me tomaría solo un…
¡Basta!
Tomo el vaso que me dejó Adam y le doy el primer sorbo. En cuanto el líquido pasa por mi garganta, empiezo a toser.
—¿Estás bien? —pregunta Erik.
Asiento mientras recupero el aire.
—Estoy bien... me atoré.
Dirijo una mirada asesina a Adam en la distancia. Él, feliz, me levanta el pulgar. Yo le enseño el dedo medio. Él se ríe.
—¿Le acabas de sacar el dedo al mesero? —pregunta Erik.
—Sí, pero como forma de agradecimiento. El jugo está... muy rico —miento.
¿Qué le pasó por la cabeza cuando decidió ponerle vodka a mi jugo?
¿De dónde sacó el vodka?
—Bueno —comienzo—, creo que es momento de hablar.
—Sí, creo que sí.
—Erik, yo…
—Olivia —me interrumpe—. Sabemos que esto es extraño. Solo déjame hablar hasta el final.
Aliviada, asiento. Esto será mucho más fácil si él es quién habla y yo solo escucho.
Erik respira hondo.
—Conocí a Jazmín cuando tenía trece años… —ay, no—. Éramos mejores amigos. Todo lo hacíamos juntos. Fue tan natural que no recuerdo cuándo pasamos de ser amigos a novios. Nunca lo cuestioné porque estaba con una chica linda, alguien con quien me llevaba bien. Nunca pensé en estar con otra persona. Hasta que te vi.
Mi corazón se detiene.
—Te vi antes de conocerte, hace dos años. Caminabas por la universidad con un chico que te miraba como si fueras un premio. Y tú lo veías como si fuera tu príncipe azul. —Zack, pienso—. Te veías muy enamorada. Recuerdo que pensé que eras hermosa. Me impresionaste solo con caminar. Dejé eso como un recuerdo tonto… hasta que coincidimos en una clase y…
—¿Llevamos un curso juntos? —pregunto. Él asiente—. No recuerdo haberte visto.
—Tal vez en ese tiempo no tenías ojos para nadie más.
Bajo la mirada. Tiene razón. En ese entonces yo solo veía a Zack. Vivía enamorada, idealizando todo.
—Sí… probablemente.
Erik sonríe nervioso.
—Durante esas clases, te convertiste en una especie de amor platónico. Nada serio, nada malo… pero me hacía sentir culpable. Jazmín no merecía que yo admirara a otra chica en secreto. Me tranquilizó saber que no te volvería a ver, pero cuando te vi en la sala de mi casa con Sebastián supe que mis problemas apenas empezaban.
Rayos.
Esperaba que omitiera eso.
—Solo necesité verlos juntos dos veces para saber que no estabas enamorada de él.
Editado: 19.11.2025