Hagamos un trato

Epílogo

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Olivia

1 año después

Hay algo agridulce en las graduaciones. Pasas años soñando con ese día y, cuando por fin llega, te invade la nostalgia de despedirte del lugar donde creciste tanto. Me pasó cuando terminé la escuela y ahora me vuelve a pasar con la universidad.

Miro con emoción el auditorio, que está completamente lleno. Más de cien personas entre estudiantes, profesores, familiares y las grandes autoridades de la universidad. Mis amigos están a mi lado, igual de emocionados que yo: algunos llorando, otros tomándose fotos, otros respirando profundo para no quebrarse todavía.

—Quiero que llegue el momento en el que nos entreguen los diplomas para poder gritar: “En tu cara, Rooney”.

Nos giramos todos hacia Antonella.

—¿Qué tiene que ver Rooney? —pregunta Claire—. Solo llevamos un curso con ella.

—Lo sé, pero una vez juró que jamás me graduaría.

—Eso fue porque reprobaste su examen parcial —le recuerda Sebastián.

—Muchos lo hicieron.

—Sí, pero no todos le dijeron que su mal humor se debía a su edad.

Antonella bufa y nosotros explotamos en carcajadas.

—Si alguien me hubiera avisado que estaba detrás de mí, jamás lo habría dicho —me reprocha con una mirada acusadora.

Me encojo de hombros.

—No la vi.

—Como sea —resopla—. Quiero ver su cara cuando suba al escenario por mi diploma. Será épico. Quiero video. Primer plano.

Seguimos riendo mientras la sala se va llenando. Puedo ver a mi familia junto a la de Antonella y sonrío. Se siente igual que cuando nos graduamos de la secundaria… solo que ahora todo pesa más.

—¿También lo recordaste? —pregunta Antonella, tomándome de la mano.

Asiento, y ambas nos abrazamos sin necesidad de decir nada.

—No lloren todavía —interviene Sebastián—. Dejen eso para la parte final, así queda más dramático.

Lo empujamos suavemente.

—Hablando de drama… —pregunto—. ¿Dónde están tus tíos?

—Justo ahí —señala—. Voy a saludarlos.

Sebastián corre hacia los Campbell, quienes lo reciben con un abrazo tan cálido que me da gusto verlo tan feliz. Su relación con ellos creció aún más desde que les dijo la verdad. Si bien mi amigo tuvo miedo, sus tíos le aseguraron que sus preferencias sexuales no iban a cambiar el amor que sienten por él y que no se tenía que sentir avergonzado por eso. Que mientras él fuera feliz, ellos también lo serían.

—Oli, ¿Erik no va a venir? —pregunta Claire, al notar la ausencia.

Mi sonrisa se marchita un poquito.

—No. Le tocó turno y no le dieron permiso para salir.

Hace un mes comenzó sus prácticas en el hospital de Bralla y, aunque estoy orgullosa, también significa que nos vemos menos tiempo. Pero sé que valdrá la pena.

Hace un año que somos novios.

Sí, dos citas después de nuestro famoso trato.

Tardamos unos meses en contárselo a nuestras familias. No queríamos traumatizar a nadie con la historia del “novio falso del primo”. Queríamos que los papás de Erik se tomaran con calma la idea de que yo había sido la novia falsa de su sobrino y que ahora era la novia real de su hijo.

Lo bueno es que se lo tomaron bien, al igual que mi familia.

Bueno, casi todos.

Mi papá vigilaba cada visita como si Erik fuera un fugitivo internacional. No había forma de que nos dejara solos en casa y, para evitarlo, mandaba de espías a mis hermanas. Por suerte, ellas se vendían por caramelos y lo mantenían desinformado.

—Buenas noches con todos. En unos momentos daremos inicio a la ceremonia —anuncia el rector, y luego nos pide tomar asiento

El evento comienza y yo hago una cuenta regresiva mental hacia mis últimos minutos como universitaria.

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—¡Felicidades a los nuevos graduados!

El auditorio estalla. Todos lanzamos nuestros birretes al aire y celebramos este nuevo logro.

Se acabó. Oficialmente soy psicóloga. Sobretodo porque el consultorio donde hice prácticas ya me ofreció un puesto permanente. Nada puede superar esto...

Los nuevos graduados, incluyéndome a mí y a mis amigos, comenzamos a recoger nuestras cosas y a quitarnos las togas para devolverlas.

—¡Lindo vestido, Oli! —me halaga mi mejor amiga—. Hasta a mí me da pena que no vaya a ser arrancado hoy.

Le saco la lengua y decido no contestar, porque terminaría admitiendo que a mí también me da mucha pena.

—Muy bien, chicas, ¿qué lugar será el afortunado de vernos borrachos esta noche? —Sebastián nos lanza una mirada pícara—. No crean que no voy a emborracharme hoy.

—No lo sé, estoy muy cansada —contesto.

—¡Vamos! Será divertido, Oli. Tenemos que ir a algún lado.

—Esta vez apoyo a Antonella —menciona Claire—. No todos los días nos graduamos.



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En el texto hay: humor, secretos, amor

Editado: 19.11.2025

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