Antoine se estaba bajando de un avión, en el aeropuerto de Puerto Príncipe. Al poco tiempo divisó a Baptiste, la mano derecha de su padre, don Louis.
Antoine tenía 25 años, era afrodescendiente, como todos en Haití, pero debido a la posición de don Louis, era mas alto que la media. El volvía de México, con un titulo en ciencias políticas.
Baptiste, obviamente, también era afrodescendiente, pero el era bajo y con sobre peso.
—Joven Antoine, su padre me envió para llevarlo a casa –dijo Baptiste al acercarse a Antoine.
Antoine y Baptiste, se subieron en una moto y empezaron a desplazarse. Después de un rato, la moto llegó a la mansión de don Louis. Allí había una gran fiesta de bienvenida para recibir a Antoine. Habían meseras repartiendo trago, y una banda tocando.
Al ver a Antoine, don Louis, se paró en el estrado y dijo:
—Acaba de llegar el homenajeado ¿Podrías tomar la palabra?
A don Louis ya se le notaba el peso de los años, se le veía muy enfermo.
Antoine se dirigió al estrado y empezó:
—Un día, un profesor se me quedó mirando y me dijo:
—Antoine ¿Podrías pasar al frente y contarnos los avances del capitalismo en tu país?
—Me paré de la cilla, me dirigí al frente y dije:
—En Haití el subsuelo es del Estado, si un extranjero comete un delito, le damos un abogado de oficio gratis ¿De que capitalismo habla?
—Pero tienen que pagar por el agua y la luz -respondió el profesor- ¿O me equivoco?
—Así es pagamos por el agua y la luz, aunque estén bajo el control del Estado, y nos las corten cada rato.
Todos los asistentes empezaron a aplaudir. Antoine se bajó del estrado y empezó a disfrutar de la fiesta.
Cuando terminó la fiesta, don Louis citó a Antoine en su oficina y empezó:
—Siento que me queda poco tiempo, nunca te especifiqué de que se trataba mi negocio, porque quería que solo te dedicaras al estudio.
—Pero ahora siento que se me va la vida, mañana Baptiste te mostrará cada detalle de todo.