Al día siguiente, Baptiste llevó a Antoine al muelle donde guardaban los submarinos.
—¡PEQUEÑOS SUBMARINOS ARTESANALES! -exclamó Antoine- ¿SON DE MI PADRE?
—Así es, señor -respondió Baptiste.
—¿Para que son?
—Su padre me dijo que le contara la verdad. Estos submarinos se utilizan para introducir cocaína en los Estados Unidos.
—¿QUE? ¡AHORA ENTIENDO COMO MI PADRE PAGÓ MI EDUCACIÓN EN EL EXTRANJERO!
Después de mostrarle a Antoine los submarinos, Baptiste llevó a Antoine a una bodega donde había hombres disparando a botellas.
—Aquí es donde entrenan los chicos, con los que introducimos la mercancía en los Estados Unidos –dijo Baptiste.
—¡CHICOS! -gritó Baptiste- ¡EL ES EL HIJO DE DON LOUIS! ¡DEBERÁN OBEDECER A SUS ORDENES!
—¿Sabes disparar? -preguntó Baptiste.
—¿Se te olvida que fui a un colegio militar? -respondió Antoine.
—Y de allí te enviaron a una universidad de señoritas.
—Es verdad no he disparado en años.
Baptiste ordenó que le trajeran una Uzi a Antoine, para practicar tiro.
Luego de que Antoine practicó tiro un rato, se sentaron a comer sopa joumou, en un comedor que había cerca.
—Esta tarde llevaremos un cargamento –dijo Baptiste-, será tu práctica.
—¿Será peligroso?
—El que no arriesga no gana.
—Tienes razón.
Después de comer, Antoine vio como los hombres que estaban disparando en la bodega, empacaban paquetes en los submarinos y luego subían a ellos.
—Ahora tenemos que subir nosotros –dijo Baptiste.
Antoine y Baptiste subieron a uno de los submarinos.