El aire estaba cargado de tensión. En las calles de Puerto Príncipe, donde la vida parecía continuar con su caótico ritmo, un sonido inconfundible rompió la rutina: el estruendo de un disparo. En cuestión de segundos, el tráfico se detuvo, los comerciantes cerraron sus puestos de golpe y los transeúntes desaparecieron como sombras en los callejones. Un secuestro más acababa de ocurrir.
La escena es parte de la normalidad en Haití. Bandas armadas controlan barrios enteros, imponiendo su ley con violencia extrema. Pero esto no siempre fue así. Para entender cómo Haití llegó a este punto, es necesario remontarse décadas atrás, a una historia de dictaduras, pobreza extrema y corrupción política.
La semilla del crimen: Duvalier y los Tonton Macoutes
El germen de las pandillas haitianas se encuentra en el régimen de François "Papa Doc" Duvalier, quien gobernó con puño de hierro desde 1957. Para mantener su poder, creó los temidos Tonton Macoutes, una milicia paramilitar encargada de eliminar opositores y sembrar el terror entre la población. Estos escuadrones no solo actuaban con total impunidad, sino que también se enriquecieron a través del tráfico de drogas, extorsión y asesinatos por encargo.
Con la caída de Duvalier en 1986, muchos de los Macoutes se integraron en nuevas organizaciones criminales. Lo que comenzó como un instrumento de control político se convirtió en un negocio lucrativo que, con el tiempo, se transformaría en el núcleo del crimen organizado en Haití.