Capítulo 3: Vivir Bajo el Yugo del Crimen
La capital amanece con un nuevo orden. No es el gobierno el que dicta las reglas, sino las pandillas. La población haitiana ha aprendido a vivir entre barricadas, secuestros y disparos. El miedo se ha convertido en la rutina.
La vida en los barrios controlados por pandillas
- En muchas zonas, los ciudadanos deben pedir permiso a los pandilleros para salir de sus casas.
- Los niños crecen en un ambiente de violencia extrema, donde las pandillas son vistas como modelos a seguir.
- Los mercados y pequeños negocios deben pagar "impuestos" a las bandas o enfrentarse a represalias.
- Las mujeres son especialmente vulnerables, siendo víctimas de violencia sexual y explotación.
El colapso de los servicios básicos
- Crisis en los hospitales: La falta de médicos y medicinas convierte a cada herido en una posible víctima mortal.
- Cortes de electricidad y agua: En algunos barrios, los pandilleros deciden quién tiene acceso a recursos básicos.
- El sistema educativo en ruinas: Muchos niños han dejado de ir a la escuela por miedo a la violencia.
La desesperación de los ciudadanos: huir o resistir
- Éxodo masivo: Miles de haitianos intentan escapar del país en embarcaciones improvisadas, rumbo a República Dominicana, EE.UU. o cualquier lugar donde puedan encontrar seguridad.
- Resistencia comunitaria: En algunos barrios, los ciudadanos han formado grupos de autodefensa, pero enfrentarse a las pandillas es prácticamente un suicidio.
- El impacto psicológico: El estrés, la paranoia y el miedo constante han dejado secuelas irreparables en la población.
Cierre del capítulo
El Haití de hoy no es solo un país en crisis: es un país secuestrado por el crimen organizado. Mientras los ciudadanos intentan sobrevivir, el mundo observa sin intervenir. En el próximo capítulo, exploraremos por qué la comunidad internacional ha fracasado en detener el colapso de Haití.